30 de noviembre de 2018
NACHO ALDAY - TUMBA
Blog Contra-Revolucionario
jueves, 29 de noviembre de 2018
NACHO ALDAY - TUMBA – 30/11/2018
En la foto
vemos la tumba de piedra de Felipe Pot, senescal de Borgoña del siglo XV.
Armado de pies a cabeza, con las manos puestas en actitud de oración, el
guerrero parece estar apenas descansando, a la espera de las claridades de la
resurrección. A sus pies, un perro símbolo de la fidelidad y de la vigilancia.
Inmersos en profundo dolor, ocho plañideros, cuatro a cada lado, llevando los
diversos blasones del difunto, lo cargan con veneración.
En este momento impresionante, el
hombre se muestra en varios de sus estados de alma, el heroísmo, la piedad, la
serenidad, la resignación y el dolor. El conjunto está marcado por la fe. El
guerrero parece estar preparado para presentarse ante Dios cargado de glorias
militares, pero suplicando con humildad y confianza el perdón por sus faltas.
Se tiene la impresión de que murió en paz, y hasta con una noble complacencia:
el Cielo le espera.
Por el contrario, los que quedan,
lloran su partida. Las separaciones ocasionadas por la muerte son, en efecto,
una prueba dolorosa por la cual todos deben pasar después del pecado original.
Las figuras muestran pesar, pero no desesperación. A pesar de su dolor, cargan
llenas de conformidad y compostura el fardo pesado que tienen sobre los
hombros: es que la resignación cristiana comunica a las almas una fuerza
inquebrantable. En dicha foto, ninguna cruz, ninguna imagen se ve, sin embargo,
todo nos habla de religión.
Comparémosla con la sepultura de
Napoleón que es una pesada caja de mármol, sólida, bien cerrada, tan bien
cerrada que tiene las características de lo definitivo. Tampoco tiene ninguna
cruz ni imagen, pero nada despierta en nuestra alma una impresión religiosa.
Nada hay que encamine el pensamiento hacia la idea de que una vida futura está
reservada al hombre mortal.
Bien trabajado, bien lapidado, con
las proporciones estudiadas por un geómetra seguro, el sepulcro tiene lo
acabado, lo irreprensible de un epílogo bien hecho. Hay en él cualquier cosa
que le da el aspecto perentorio de un punto final. Un punto final en que nada
nos habla de la eternidad, y todo representa la frialdad implacable de la
muerte.
Era de fe,
era de laicismo. El contraste de los tiempos se marca bien en el contraste de
las sepulturas.
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