PERISCOPIO
Blog Contra-Revolucionario
viernes, 9 de noviembre de 2018
NACHO ALDAY - MEMORIA – 10/11/2018
José Calvo Sotelo fue un político monárquico con una dilatada trayectoria en la convulsa España del primer tercio del siglo pasado. Abogado del Estado y diputado por Orense. Significado con la derecha política monárquica, de hondas convicciones religiosas, la llegada de la República le obligó a exiliarse en Portugal y en Francia hasta que pudo regresar a España.
Como líder del partido monárquico Renovación Española, atacó con dureza al Gobierno por su incapacidad para mantener el orden público ejerciendo el poder con arbitrariedad además de total y absoluta ineficacia, así como por haber hecho del estado de excepción un medio de opresión y venganza. La comunista Dolores Ibarruri comentó que ese sería su último discurso. En aquella misma sesión, el también conservador Gil Robles enumeró las estadísticas de altercados acaecidos en los cuatro meses anteriores, ataques a iglesias, atracos, huelgas, asaltos a periódicos, bombas y asesinatos efectuados o intentados.
Los atentados callejeros cometidos por pistoleros socialistas o anarquistas eran respondidos al día siguiente con balas falangistas mientras las fuerzas de orden público se mostraban incapaces de garantizar la seguridad.
El 13 de julio de 1936 un comando de milicianos dirigido por Fernando Condés, criminal condenado por la insurrección revolucionaria de 1934 pero rehabilitado por el Frente Popular, fue a buscar a Calvo Sotelo, de madrugada, a su casa. Intentaron convencerle de que no era una detención, sino una convocatoria urgente a la Dirección General de Seguridad. Hizo un amago de resistirse, pero a regañadientes, accedió.
Apenas llevaban doscientos metros recorridos cuando el militante socialista Luis Cuenca le disparó dos tiros en la nuca, al estilo soviético, matándolo casi al instante. Arrojaron el cadáver a las puertas del cementerio de la Almudena, donde fue encontrado a media mañana tal como se ve en la fotografía. Aunque se prometió hacer la rutinaria investigación de costumbre, el Gobierno impuso inmediatamente la censura para ocultar la verdad.
El director del periódico El Socialista, cuando se enteró del asesinato, exclamó “este atentado es la guerra”. En efecto, Alzamiento militar que en el Ejército se venía gestando desde hacía meses encontró en ese crimen la espoleta para actuar contra la República. Se produjo cuatro días después.
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