6 de agosto de 2015
“Sínodo paralelo” quiere imponer estilo de vida [homosexual] y anticonceptivos en la Iglesia
ROMA, 05 Ago. 15 / 03:19 am (ACI).- Sí a la anticoncepción, los actoshomosexuales y la comunión para los divorciados en nueva unión: todos considerando las circunstancias. No a aceptar estos actos como intrínsecamente perversos. Esta es la posición que han defendido los ponentes en el llamado “Sínodo paralelo”, un evento a puertas cerradas realizado el pasado 25 de mayo en una universidad jesuita en Roma (Italia), un evento liderado por los obispos alemanes en el que participaron diversos prelados y teólogos.
Ese día 50 representantes especialmente elegidos de las conferencias episcopales de Alemania, Suiza y Francia se reunieron en la Pontificia Universidad Gregoriana en un encuentro a puertas cerradas para reflexionar sobre las bases bíblicas y teológicas de la familia y debatir sus metas para el Sínodo de la Familia que se realizará en el Vaticano en octubre.
Solo algunos periodistas fueron invitados a participar en el encuentro con la condición de que no atribuyeran por nombre lo que oyeran allí. Uno de los participantes dijo a ACI Prensa que no se permitieron las entrevistas considerando “que se ha pedido confidencialidad respecto al debate que se iba a realizar”.
Sin embargo el 17 de julio, casi dos meses después del evento, la Conferencia Episcopal Alemana difundió el contenido de las intervenciones en francés, alemán e italiano; aunque no se dio a conocer el discurso final del Cardenal Reinhard Marx, Arzobispo de Munich y Freising.
La introducción del documento explica que el evento estuvo dividido en tres partes: una reflexión sobre las palabras de Cristo respecto al matrimonio y el divorcio; la sexualidad como expresión del amor y “una teología del amor”; y el don de la vida y una “teología narrativa”: una teología basada en la experiencia personal.
Las posturas expuestas en este evento son contrarias a lo que está contenido en el Catecismo de la Iglesia Católica.
La “teología narrativa”, basada en las experiencias individuales y en las consecuencias de asumirla, es la verdadera novedad de este “Sínodo paralelo”.
El sacerdote jesuita P. Alain Thomasset, la introdujo en su intervención en el encuentro secreto. Este presbítero belga es profesor de teología moral en elCentre Sèvres de los jesuitas en París (Francia).
Su ponencia se titulaba “Tomando en cuenta la historia y los desarrollos biográficos de la vida moral y la atención pastoral de la familia” y en ellarechazaba la noción de que un acto pueda ser intrínsecamente perverso.
En ella afirmaba que “la interpretación de la doctrina de los actos conocidos como ‘intrínsecamente perversos’ es probablemente una de las principales fuentes de dificultad que actualmente se encuentran en la atención pastoral de las familias, ya que determina ampliamente la condena de la anticoncepción artificial y los actos sexuales de los divorciados en nueva unión y las parejas homosexuales, incluso cuando son estables”.
Asumir algunos actos como intrínsecamente perversos, dijo, “parece incomprensible para muchos y parece pastoralmente contraproducente”. Mientras que eso “insiste justamente en puntos de referencia como objetivos de la vida moral, niega precisamente la dimensión biográfica de la existencia y las condiciones específicas de cada camino personal”, añadió.
También indicó que “una perspectiva narrativa y biográfica obliga a creer que la evaluación moral no cubre los actos aislados sino los actos humanos incluidos en una historia” y entonces “¡uno no debe calificar tan rápido un acto sexual o anticonceptivo como intrínsecamente perverso!”
El P. Thomasset se refiere a una manera particular de entender la primacía de la conciencia afirmando que “las referencias éticas objetivas proporcionadas por la Iglesia son solo un aspecto (esencial, ciertamente, pero no el único) del discernimiento moral que debe operar dentro de la conciencia personal”.
“¿Cómo vamos a considerar la diferencia entre un acto de adulterio y otro de relaciones sexuales dentro de una pareja estable de personas vueltas a casar?”, cuestionó.
Luego indicó que “sería muy beneficioso para la elaboración de normas morales y medidas pastorales si se escuchara más la experiencia y elsensus fidei de las parejas que están buscando vivir de la mejor forma su llamado a la santidad”, añadiendo que “la comunicación divina y su recepción por parte del creyente individual son co-originantes”.
El P. Thomasset luego propuso una interpretación de los actos morales humanos “dentro del contexto de la tradición católica que podría generar diversas consecuencias”.
La primera de ellas, dijo, es que “en ciertos casos, por las circunstancias particulares, los actos sexuales de personas en nueva unión ya no son considerados como moralmente culpables. Esto les permitiría el acceso a los sacramentos de la Reconciliación y la Eucaristía”. Como apoyo a esta afirmación citó un ensayo de 1972 del entonces P. Joseph Ratzinger, del que hace ya buen tiempo el autor se ha retractado y ha repudiado.
La otra consecuencia: el uso de anticonceptivos no sería moralmente malo mientras la pareja siga casada y “se mantenga abierta” a recibir la vida; y que la “responsabilidad moral subjetiva” de los actos sexuales entre homosexuales en una relación estable y fiel “disminuiría o se eliminaría”.
“Se trata de ayudar a la gente a vivir humanamente posible en un camino de crecimiento hacia lo deseable”, escribió el P. Thomasset.
La primera parte del “Sínodo paralelo” incluyó la intervención de los teólogos Anne-Marie Pellettier y Thomas Soeding, que defendieron un “desarrollo” en la comprensión de la Iglesia del matrimonio como indisoluble.
Pellettier resaltó que las palabras de Cristo sobre el divorcio en Mateo 19 (“pero no ha sido así desde el principio”) deben ser contextualizadas en el mundo judío al que él le hablaba y deben ser leídas a través del lente de la antropología y no de una declaración jurídica.
“La tradición católica de indisolubilidad está en realidad basada en una interpretación disciplinaria de este texto, pese a su contenido kerigmático”, dijo, que es “el lazo conyugal, en los términos en que Jesús lo expresa y que está estrictamente ligado a la vocación de aquellos que, con el bautismo, serán inmersos en la muerte y resurrección de Cristo”.
La teóloga francesa remarcó luego que los desafíos de hoy “son una prolongación de la experiencia de la Iglesia Católica en el curso de una historia en la que no se ha cesado de afirmar firmemente la indisolubilidad mientras las costumbres han pasado ampliamente el principio aceptado por las sociedades cristianas”.
Luego sugirió que la actual situación antropológica de secularización es “totalmente nueva” y “probablemente requiere” un “desarrollo” teológico.
Pellettier se refirió al fruto del Sínodo de la Familia de 1980, la Familiaris Consortio de San Juan Pablo II, que resalta que “los esposos son entonces el permanente recordatorio para la Iglesia de lo que sucedió en la Cruz”.
Añadió, sin embargo, que “no debe parecer que el misterio pascual ha fracasado cuando las parejas cristianas viven la laceración” y que un nuevo desafío se presenta por parte de aquellos bautizados que “inician –por razones inseparables a sus historias, siempre únicas– una segunda unión”.
“La verdad es que la vida conyugal está llena de grandes dificultades que van más allá de las que son admitidas por la teología del matrimonio”, señaló la teóloga.
A su turno Soeding dijo que mientras que el matrimonio es indisoluble, el Sínodo de la Familia realizado en octubre debe “desarrollar, en fidelidad a la voluntad de Jesús, la doctrina, moral y ley del matrimonio. La clave está en una teología del matrimonio y de la familia que renueve en lazo entre fe y amor, gracia y libertad; y ética y ley. Mientras más atractivo y claro se haga el modelo cristiano de matrimonio, más pronto será posible encontrar vías para aquellas personas que no pueden celebrar tal matrimonio para que puedan vivir dentro de la Iglesia como una pareja feliz”.
Eberhard Schokenhoff, professor de teología moral en la Universidad de Friburgo, habló asimismo sobre la “teología del amor” y propuso una perspectiva claramente sociológica con citas del psicoanalista Erich Fromm y del sociólogo marxista Theodor Adorno.
En su intervención se centró en la dificultad de vivir la vida cristiana en la sociedad de hoy en la que ya no hay espacio para la trascendencia. “En primer lugar, debe admitirse que el amor puede, de hecho, terminar”, dijo. “Si dos personas toman la decisión definitiva de un proyecto de vida común, esto no significa que no puedan revisar su elección”.
La irrevocabilidad de la acción de casarse está, de acuerdo a Schockenhoff, “fundada en lo que el amor de hecho quiere” y “la indisolubilidad del matrimonio no es un aspecto prescriptivo que llega de fuera; sino un pedido que los esposos se hacen cuando confían en su amor”.
François-Javier Amherdt, un profesor de Friburgo, resaltó que un acto sexual que ocurre fuera del contexto del matrimonio “permanece incompleto” y que la “fecundidad se necesita para ejercitar plenamente la sexualidad”. Entonces, “¿qué hacemos con las relaciones sexuales que están fuera de la alianza matrimonial?”
Amherdt considera que uno debe discernir “de acuerdo a la situación…tenemos que dar una palabra antes que buscar la condena, de acuerdo a la atención pastoral del acompañamiento” y afirmó que no todas las situaciones de convivencia son iguales y que “desde una perspectiva moral y pastoral” estas relaciones no pueden ser “completamente desacreditadas” como “deficiencias. Además, en algunos casos se dan debido a presiones de contexto y a la falta de referencias para la educación de los sentimientos”.
La “teología de la biografía” fue luego desarrollada por la teóloga Eva-Maria Faber que escribió que la Iglesia tradicionalmente se ha centrado en el matrimonio como una vida de comunión que “a veces lleva los esposos a ser considerados solo como una pareja. La persona individual con su biografía individual respectiva tiende a permanecer excluida”.
Faber se enfoca en los individuos y en sus ambiciones personales más allá del matrimonio y enfatiza que “es deplorable que incluso la teología del matrimonio de la Iglesia con frecuencia no permite la suficiente atención dada a la individualidad de los esposos en el matrimonio”.
Luego sugiere que “una perspectiva biográfica del matrimonio, adaptada a situaciones reales que llevan hacia la correspondiente espiritualidad del estado marital, también informaría el lenguaje de la Iglesia”.
Tal perspectiva significaría que “el marco doctrinal y normativo no puede considerarse en todas las situaciones individuales, en vez de ello debe permanecer abierto a la dignidad y la unicidad de las personas individuales y la situación”, resalta Faber. En su opinión también debe haber una “práctica (desarrollada) de reconocer también a las parejas” que “no encajan en las normas” de la indisolubilidad del matrimonio.
En el debate que siguió a las presentaciones, se remarcó que “es incorrecto” llamar “pecado permanente” a las segundas nupcias y que la reconciliación es “irrenunciablemente un camino para todos los hombres y para todas las situaciones de vida”.
“El hecho de que para los divorciados vueltos a casar… que son sexualmente activos, no haya posibilidad de reconciliación, es un callejón sin salida”, concluye el grupo. “Esta situación tiene que superarse para no poner en peligro la credibilidad de la Iglesia cuando habla sobre la importancia de la reconciliación”.
Los participantes del encuentro también subrayaron el rol de la Eucaristía como “terapia y Consuelo” que no puede ser ensombrecida por su “simbolismo de unidad de la Iglesia”.
Al final, la propuesta de los obispos alemanes y de quienes los apoyan, está centrada en una teología humana que cambia con el “espíritu” de los tiempos y que valida todas las situaciones y opciones que se difunden actualmente, unaperspectiva que es contraria a la doctrina de la Iglesia Católica.
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