20 de agosto de 2015
Patriótico sacrificio
LA RAZÓN
Viernes 31 Julio 2015,
Patriótico sacrificio
Alfonso Ussía
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Jean Étienne Liotard
(1702-1789)
The chocolate pot.
La sutil y bien
educada política catalana Pilar Rahola se ha declarado republicana, de
izquierdas y, últimamente, independentista. Ha triunfado en las edificantes
tertulias políticas de diferentes cadenas de televisión, dejando en sus
actuaciones una huella, un halo de distinción difícilmente superable. Un
observador medido y reacio a la exageración se atrevería a calificar a Pilar
Rahola como la Grace Kelly de los platós y las tertulias. Siempre moderada, sin
alzar la voz, lejana al insulto y la descalificación y con un bagaje cultural
admirable.
Pilar Rahola
también es una mujer sacrificada. Ha sacrificado su acendrado patriotismo
catalán enviando a su hija pequeña, Ada, a estudiar en un elitista colegio
suizo. Ha sacrificado su defensa de la enseñanza pública, matriculando a su
hija pequeña, Ada, en un colegio privado helvético cuyo precio, por curso y
estancia, ronda los 130.000 euros por interno. Ha sacrificado su
republicanismo, llevando hasta Chesiérez, en el corazón de los alpes suizos, a
su pequeña Ada, que estudiará en los mismos pupitres que la princesa Tatiana de
Grecia, Alfonso Orleans-Borbón y la hija predilecta de Amancio Ortega, Marta,
soberana heredera del imperio de Zara. El «Aiglon College» no es de fácil
acceso. Para que un escolar sea admitido en su institución alpina, además de
mucho dinero, tiene que demostrar que su árbol genealógico mantiene intactas
todas las ramas. Y es hermoso y edificante que el frondoso árbol de los Rahola
se haya situado a la misma altura que los robles de los Schlegwig Holstein, los
Orleans, los Borbón y los Ortega.
Pero lo más
plausible en la difícil decisión adoptada por Pilar Rahola, ha sido privar a su
pequeña hija de una educación académica en catalán. Abandonará el «Aiglon College» dominando el francés y
el inglés, pero perderá fluidez en su idioma nacional, el catalán, que hablan
seis millones de personas en el mundo. Un sacrificio parejo al que
han hecho en Sudamérica muchos padres guaraníes, permitiendo que sus hijos
renuncien al dominio excelente su lengua y opten por aprender español, un
idioma extraño, que hablan quinientos millones de personas en el mundo, a pesar
de estar prohibido en determinadas zonas de España. Y en el «Aiglon College»,
ya le han advertido a la señora Rahola que ni un solo euro de los 130.000 que
va a ingresar a cambio de la formación de su hija será invertido en un profesor
de sardanas, lo cual es un doble sacrificio.
Celia
Villalobos se atrevió a revelar el secreto de Pilar Rahola en una tertulia de
la televisión. Y estalló Pilar con educación, mesura y su habitual elegancia,
llamando a Villalobos a la cara «cerda». Insistió en la romántica
descalificación porcina. «Eres una cerda. Muy cerda». Una mujer menos formada
intelectualmente y sin la instrucción pedagógica de Pilar Rahola, hubiera
seguido ascendiendo en los superlativos. «Cerda, muy cerda, cerdísima», pero Pilar
prefirió detenerse en el término medio, ese que los ingleses definen «como el
que incita la tos a los duques que no están resfríados». Esa tos que se enseña
en Eton, pero no en el «Aiglon College» de Chesiérez, que al fin y al cabo, es
tan sólo un colegio carísimo en una nación cuyo más celebrado héroe es
Guillermo Tell, que no existió, y que de haber existido nada tendría de
ejemplar. Un tipo que dispara flechas para atravesar las manzanas que se
ofrecen sobre la cabeza de su hijo es, como poco, un peligroso majadero.
Ciento treinta
mil euros. Los convierto en pesetas y me salen, aproximadamente, 21.800.000 de
ellas. Un nuevo sacrificio el de Pilar Rahola, el económico. Se trata de una
mujer de la izquierda radical independentista, y para una mujer en esas
condiciones sociales, es harto trabajoso reunir 130.000 euros para destinarlos
exclusivamente a la formación de su hija durante un año. Urge la creación de
una ONG cuyo único fin sea el de recabar fondos para que otras mujeres, como
Pilar Rahola, puedan permitirse el didáctico lujo de matricular a sus hijos en
colegios suizos sin necesidad de ofrecer tantos sacrificios.
Nada tiene de
crítica negativa este texto. Sus renglones han nacido y se han multiplicado
desde la profunda admiración. «Los padres que renuncian al pan y al condumio
diario para que sus hijos estudien en Suiza, cuentan con mi total admiración»,
dijo en cierta ocasión el subdiácono de Saint Piérre de les Fromáges, Jacques
de la Jardiniére, de muy recomendable lectura.
Quizá
haya dado en el clavo del destino de Cataluña nuestra admirada política
independentista. A partir de ahora, menos «Estrelladas» y más chocolatinas
«Lindt».
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