10 de septiembre de 2009
Berlín gana el Príncipe de Asturias de la Concordia
ELPAÍS.com/EFE - Oviedo - 10/09/2009
Berlín gana el Príncipe de Asturias de la Concordia
La capital alemana, que celebra el XXº aniversario de la caída del muro, se impone a la Organización Internacional del Trabajo, el jesuita Kike Figaredo y el periodista Maziar Bahari
La ciudad de Berlín, con motivo del vigésimo aniversario de la caída del Muro, ha sido galardonada hoy en Oviedo con el Premio Príncipe de Asturias de la Concordia 2009. Berlín se ha impuesto en las votaciones finales del jurado a las candidaturas de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), del jesuita español Enrique Figaredo, que trabaja en Camboya desde 1991 y ha hecho de su vida una cruzada contra las minas antipersonas, y del reportero irano-canadiense Maziar Bahari. El alcalde de Berlín, Klaus Wowereit, ha agradecido la concesión del galardón, al que calificó como "el premio Nobel del mundo de habla hispana".
"El galardón es un honor extraordinario para Berlín, que la capital alemana acepta en representación de todo el país", afirma Wowereit en un comunicado difundido por su oficina. Añade que "el premio significa un nuevo reconocimiento internacional para la revolución pacífica de 1989, que cambió el mundo tan positivamente".
La candidatura ganadora había sido propuesta a este premio por los eurodiputados Martin Schulz, Iñigo Méndez de Vigo y Andrew Duff, y por el ex presidente del Parlamento Europeo Enrique Barón. El acta del jurado destaca que con este premio a Berlín, en el XX aniversario de caída del Muro, se quiere simbolizar en esta ciudad "tanto a quienes con la pérdida de su vida o de su libertad lucharon de forma directa por superarlo, como a los millones de ciudadanos que fueron capaces de construir, sobre las cicatrices de la división, una sociedad abierta, acogedora y creativa".
El jurado considera que Berlín ha sido "un nudo de concordia en el corazón de Alemania y de Europa, que contribuye al entendimiento, la convivencia, la justicia, la paz y la libertad en el mundo".
Un paseo por la historia
El ensayista alemán Walter Benjamin solía hablar de París como la capital del siglo XIX acaso sin sospechar que, por más de una razón, décadas después se podría hablar de Berlín como de la capital del siglo XX y quizás del XXI. La historia de la caída del muro es un capítulo más de la tormentosa historia del la ciudad, que hoy fue galardonada con el Premio Príncipe de Asturias de la Concordia.
Un recorrido por la metrópoli alemana implica encontrarse con símbolos de los desgarramientos más profundos del siglo pasado -desde la I Guerra Mundial hasta la Guerra Fría pasando por toda la tragedia que significó, para Alemania y para toda Europa, el advenimiento del nazismo. Sin embargo, al menos a partir de 1989, cuando cayó el Muro de Berlín, cuyos restos actualmente los turistas tienen que buscar con ayuda de un mapa, también es inevitable encontrarse con símbolos de muchos esfuerzos de reconciliación emprendidos por los alemanes, tanto con su propia historia como con el resto del mundo.
Hasta 2006, quien viajaba a Berlín por tren desde occidente llegaba a la estación del Zoo -que fue la estación central del viejo Berlín occidetal- y una de las primeras cosas que veía era las ruinas de la llamada Gedächtniskirche -la Iglesia Conmerativa Guillermo II-, que en buena parte es una metáfora de las cicatrices que la historia ha dejado en la ciudad.
Se trata de una iglesia con la cúpula rota -un recuerdo de los bombardeos aliados que los berlineses no han querido apartar del paisaje urbano de la ciudad- y que adentro tiene una pequeña exposición que recuerda tanto los crímenes del nacionalsocialismo como la destrucción que sufrió Alemania durante la guerra. En el altar mayor, en el lugar donde debería estar el crucifijo, hay una cita del Padrenuestro en letras grandes que dice: "Perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden".
Desde 2006, los trenes llegan a la actual estación central desde la que ya no se ve la Gedächtniskirche sino, entre otras cosas, la cúpula del Reichtag y muchos otros edificios que representan lo que ha sido la reconstrucción de la parte oriental de la ciudad desde 1990. El muro pasaba cerca de allí y también muy cerca de allí está el lugar donde murió la primera víctima mortal del mismo, Günter Littin, que cayó abatido a tiros el 24 de agosto de 1961 cuando intentaba huir hacia Berlín Occidental.
Littin fue el primero de 258 personas que murieron tratando de atravesar el muro de Berlín entre 1961, cuando se construyó, y 1989, cuando terminó desmoronándose por la presión popular, alentada por las reformas de la "Perestoika" de Mijail Gorbachov en la antigua Unión Soviética.
El último, en febrero de 1989, fue Chris Guefroy, un camarero de 20 años de edad. El 9 de noviembre del mismo año -en una noche llena de confusiones- los berlineses empezaron a atravesar el muro en masa y a derribarlo con las herramientas que tenían a mano. Los temores de algunos -llegó a hablarse de una "solución china" en alusión a lo que había ocurrido meses antes en la Plaza de Tianamén- no se hicieron realidad y esa noche no cayó un sólo disparo.
Del muro, hoy solo quedan restos dispersos -en algunos casos conservados en forma de monumentos a las víctimas-, pero de un tiempo a esta parte se ha puesto de moda hablar de que al muro de cemento lo ha reemplazado "un muro dentro de las cabezas" que sigue separando a los berlineses.
Los berlineses del este no han visto colmadas todas las esperanzas que habían puesto en la reunificación -se han encontrado con experiencias que desconocían como la del desempleo- y los occidentales tienden a ver con cierto recelo la otra parte de la ciudad. Sin embargo, al menos en "el muro en las cabezas" ya no hay disparos y se puede atravesar otra vez a pie la Puerta de Brandeburgo, algo que Willy Brandt consideró como un requisito para que Alemania volviera ser un país normal.
Berlín, que sigue mirando críticamente su historia como se puede ver en el gigantesco monumento a las víctimas del Holocausto, se enfrenta ahora al reto de la integración de los inmigrantes. Hay barrios -Neu Köln y Wedding son los casos más típicos- en los que se han formado especies de sociedades paralelas. Pero también hay otros, como el emblemático Kreuzberg, que son símbolos de la integración.
Berlín gana el Príncipe de Asturias de la Concordia
La capital alemana, que celebra el XXº aniversario de la caída del muro, se impone a la Organización Internacional del Trabajo, el jesuita Kike Figaredo y el periodista Maziar Bahari
La ciudad de Berlín, con motivo del vigésimo aniversario de la caída del Muro, ha sido galardonada hoy en Oviedo con el Premio Príncipe de Asturias de la Concordia 2009. Berlín se ha impuesto en las votaciones finales del jurado a las candidaturas de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), del jesuita español Enrique Figaredo, que trabaja en Camboya desde 1991 y ha hecho de su vida una cruzada contra las minas antipersonas, y del reportero irano-canadiense Maziar Bahari. El alcalde de Berlín, Klaus Wowereit, ha agradecido la concesión del galardón, al que calificó como "el premio Nobel del mundo de habla hispana".
"El galardón es un honor extraordinario para Berlín, que la capital alemana acepta en representación de todo el país", afirma Wowereit en un comunicado difundido por su oficina. Añade que "el premio significa un nuevo reconocimiento internacional para la revolución pacífica de 1989, que cambió el mundo tan positivamente".
La candidatura ganadora había sido propuesta a este premio por los eurodiputados Martin Schulz, Iñigo Méndez de Vigo y Andrew Duff, y por el ex presidente del Parlamento Europeo Enrique Barón. El acta del jurado destaca que con este premio a Berlín, en el XX aniversario de caída del Muro, se quiere simbolizar en esta ciudad "tanto a quienes con la pérdida de su vida o de su libertad lucharon de forma directa por superarlo, como a los millones de ciudadanos que fueron capaces de construir, sobre las cicatrices de la división, una sociedad abierta, acogedora y creativa".
El jurado considera que Berlín ha sido "un nudo de concordia en el corazón de Alemania y de Europa, que contribuye al entendimiento, la convivencia, la justicia, la paz y la libertad en el mundo".
Un paseo por la historia
El ensayista alemán Walter Benjamin solía hablar de París como la capital del siglo XIX acaso sin sospechar que, por más de una razón, décadas después se podría hablar de Berlín como de la capital del siglo XX y quizás del XXI. La historia de la caída del muro es un capítulo más de la tormentosa historia del la ciudad, que hoy fue galardonada con el Premio Príncipe de Asturias de la Concordia.
Un recorrido por la metrópoli alemana implica encontrarse con símbolos de los desgarramientos más profundos del siglo pasado -desde la I Guerra Mundial hasta la Guerra Fría pasando por toda la tragedia que significó, para Alemania y para toda Europa, el advenimiento del nazismo. Sin embargo, al menos a partir de 1989, cuando cayó el Muro de Berlín, cuyos restos actualmente los turistas tienen que buscar con ayuda de un mapa, también es inevitable encontrarse con símbolos de muchos esfuerzos de reconciliación emprendidos por los alemanes, tanto con su propia historia como con el resto del mundo.
Hasta 2006, quien viajaba a Berlín por tren desde occidente llegaba a la estación del Zoo -que fue la estación central del viejo Berlín occidetal- y una de las primeras cosas que veía era las ruinas de la llamada Gedächtniskirche -la Iglesia Conmerativa Guillermo II-, que en buena parte es una metáfora de las cicatrices que la historia ha dejado en la ciudad.
Se trata de una iglesia con la cúpula rota -un recuerdo de los bombardeos aliados que los berlineses no han querido apartar del paisaje urbano de la ciudad- y que adentro tiene una pequeña exposición que recuerda tanto los crímenes del nacionalsocialismo como la destrucción que sufrió Alemania durante la guerra. En el altar mayor, en el lugar donde debería estar el crucifijo, hay una cita del Padrenuestro en letras grandes que dice: "Perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden".
Desde 2006, los trenes llegan a la actual estación central desde la que ya no se ve la Gedächtniskirche sino, entre otras cosas, la cúpula del Reichtag y muchos otros edificios que representan lo que ha sido la reconstrucción de la parte oriental de la ciudad desde 1990. El muro pasaba cerca de allí y también muy cerca de allí está el lugar donde murió la primera víctima mortal del mismo, Günter Littin, que cayó abatido a tiros el 24 de agosto de 1961 cuando intentaba huir hacia Berlín Occidental.
Littin fue el primero de 258 personas que murieron tratando de atravesar el muro de Berlín entre 1961, cuando se construyó, y 1989, cuando terminó desmoronándose por la presión popular, alentada por las reformas de la "Perestoika" de Mijail Gorbachov en la antigua Unión Soviética.
El último, en febrero de 1989, fue Chris Guefroy, un camarero de 20 años de edad. El 9 de noviembre del mismo año -en una noche llena de confusiones- los berlineses empezaron a atravesar el muro en masa y a derribarlo con las herramientas que tenían a mano. Los temores de algunos -llegó a hablarse de una "solución china" en alusión a lo que había ocurrido meses antes en la Plaza de Tianamén- no se hicieron realidad y esa noche no cayó un sólo disparo.
Del muro, hoy solo quedan restos dispersos -en algunos casos conservados en forma de monumentos a las víctimas-, pero de un tiempo a esta parte se ha puesto de moda hablar de que al muro de cemento lo ha reemplazado "un muro dentro de las cabezas" que sigue separando a los berlineses.
Los berlineses del este no han visto colmadas todas las esperanzas que habían puesto en la reunificación -se han encontrado con experiencias que desconocían como la del desempleo- y los occidentales tienden a ver con cierto recelo la otra parte de la ciudad. Sin embargo, al menos en "el muro en las cabezas" ya no hay disparos y se puede atravesar otra vez a pie la Puerta de Brandeburgo, algo que Willy Brandt consideró como un requisito para que Alemania volviera ser un país normal.
Berlín, que sigue mirando críticamente su historia como se puede ver en el gigantesco monumento a las víctimas del Holocausto, se enfrenta ahora al reto de la integración de los inmigrantes. Hay barrios -Neu Köln y Wedding son los casos más típicos- en los que se han formado especies de sociedades paralelas. Pero también hay otros, como el emblemático Kreuzberg, que son símbolos de la integración.