viernes, 12 de julio de 2019
REIVINDICACIÓN – 13/07/2019
En un ambiente distendido y alegre se realizó en el Congreso Nacional brasileño el lanzamiento del Frente Parlamentario por la Enseñanza Domiciliaria reivindicando el derecho de las familias a la educación de los hijos en el hogar.
Como argumento más recurrente a favor de esta enseñanza los diputados integrantes del Frente apuntaban sobre todo la defensa de la familia. La ministra de la Familia, Regina Alves, fue especialmente aplaudida cuando dijo: ¡El Estado es laico, pero nosotros somos cristianos!
La educación de los niños cabe primero a los padres. Al Estado sólo cabe la función supletoria, accesoria. Los padres tienen el derecho y el deber de defender a sus hijos, especialmente cuando se sabe que el ambiente escolar está impregnado de adoctrinamiento marxista y degradación moral. Por lo tanto, la bandera de la educación en casa adquiere, en general, un carácter contrarrevolucionario innegable.
Después de dicha reunión el Gobierno Federal presentó un proyecto de ley para la regulación de la enseñanza en casa.
La prensa izquierdista alega que el gobierno de Bolsonaro eligió priorizar en sus primeros cien días la enseñanza en casa siendo muy minoritaria en relación a los estudiantes de las escuelas estatales, mientras por otra parte aplaude cualquier iniciativa que promueva los derechos de colectivos minoritarios, como el de los sodomitas, pero a la minoría por la educación en casa no le reconocen el derecho a existir.
El argumento contrario a la educación en el hogar afirma que la educación le cabe en primer lugar al Estado y en segundo lugar a la familia. En un evidente cambio de conceptos, ejemplifica con niños hipotéticos, que fuera de las escuelas públicas no tendrían oportunidad de interacción, convivencia con personas diferentes, recurriendo en realidad a términos manipulados, como diversidad, socialización, prejuicios, etc. Los padres que niegan ese sofisma son peyorativamente tachados de retrógrados, conservadores obtusos y fanáticos religiosos.
En este sentido es revelador el argumento de la profesora de psicología Vineyard: Si la familia tiene puntos de vista racistas o prejuicios, la escuela tiene que transformar estos valores en algo socialmente deseable. Cada familia va a estar centrada en sus valores pensando que son únicos, pero uno tiene que pensar que educa a las personas hacia una sociedad democrática y plural. El mensaje de esa profesora no podría ser más tendencioso, se deben corregir a las familias de sus “racismos” y “prejuicios”, es decir, su posicionamiento contra la homosexualidad o contra la ideología de género, por ejemplo. Y la escuela se presenta como el lugar ideal para “liberar” a los niños de tales ideas religiosas “radicales” y “discriminatorias” de los padres ...
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