PERISCOPIO
Blog Contra-Revolucionario
martes, 2 de abril de 2019
REFORMA – 03/04/2019
San Agustín dice que el corazón humano fue hecho para el amor de Dios, y se agita inquieto hasta que no reposa en Él. Se podría decir que el mundo fue hecho para vivir en un orden determinado por Dios, y delira inquieto mientras no se estructura de acuerdo a este orden.
Dios, autor de la naturaleza, al organizarla como lo hizo, impuso al hombre implícitamente que no pudiese estructurar su vida de otro modo. Cualquier alteración de la inmutable naturaleza de las cosas es indirectamente una rebelión contra Dios. Es una violación del orden. Y, por lo tanto, un desorden.
Así como un desorden en el cuerpo humano se llama enfermedad, produce dolores, perturbaciones y causa finalmente la muerte, así también un desorden en el cuerpo social tiene que producir malestar, luchas y finalmente, los grandes colapsos que son las guerras. Porque, donde no hay orden en los espíritus no puede haber paz, y la posible abundancia de los bienes materiales, lejos de ser un factor de concordia, puede aumentar al máximo los apetitos, las ambiciones, las discordias, generando un nuevo colapso.
Lo que es necesario es una reforma del mundo. Pero la reforma del mundo supone la reforma del hombre. Mientras el hombre contemporáneo sea lo que es, cuanto mayor fueren sus obras, mayores serán las ruinas que acumulará a su alrededor. Su poder será el agente de su propia destrucción: enfermizo, incrédulo, egoísta, sin moral ni principios de ninguna clase, nada duradero podrá organizar. El contagia con su enfermedad todas sus obras. El cemento con que unimos las piedras de nuestros edificios contiene dinamita. Las vigas que sostienen nuestras casas tienen termitas. Mañana vendrá la justicia de Dios sobre nosotros y entonces veremos que todo será ruina.
La solución está en reconducir al hombre a las vías gloriosas de la civilización cristiana que abandonó y de conservar un orden cada vez más profundamente identificado con la naturaleza, rectificado por lo sobrenatural, sin los miasmas del desorden, de la avaricia, de la sensualidad, de la incredulidad que, volviendo al hombre rebelde contra el orden de la naturaleza y los beneficios inestimables de la gracia, hacen de él un hijo de las tinieblas, un sombrío partidario del reino de la anarquía. Las obras de este hombre serán necesariamente de ruina y de tinieblas.
EXTRACTOS DE COMENTARIOS DEL PROF. PLINIO CORRÊA DE OLIVEIRA SIN REVISION DEL AUTOR.
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