PERISCOPIO
Blog Contra-Revolucionario
jueves, 4 de abril de 2019
INIQUIDAD – 05/04/2019
El mismo Jesús que despertó tanto amor, los judíos lo odiaron con un odio avergonzado, devorador, infame, como sólo el infierno puede generar. Por odio trataron de espiarlo durante mucho tiempo, para ver si encontraban en Él alguna culpa que les sirviese como arma de guerra. Esto prueba que no lo odiaban por algún defecto que por equivocación hubiesen imaginado ver en Él. ¿Por qué lo odiaban? Si no era por el mal, que en Él no existía, y que en vano procuraban encontrar en Él, ¿por qué fue? Sólo podía ser por el bien. ¡Misterio profundo de la iniquidad humana! Este odio se mostraba avergonzado. Se manifestaba bajo la apariencia de amabilidad, porque no tenían ninguna razón limpia y honesta para declararlo. A medida que la misión de Jesús fue llegando a su plena realización, el odio de los judíos fue creciendo en intensidad, tendiendo hacia una explosión. Desanimados de encontrar razones para difamarlo, recurrieron al uso amplio de la calumnia. Para vencer en esta forma de lucha contaban con todo lo necesario: dinero, relaciones con los romanos, prestigio del ejercicio de las funciones sagradas. Sin embargo, la guerra de la calumnia fracasó en gran parte. Consiguieron convencer a algunos envidiosos, sembrar la duda en algunos espíritus groseros, embotados, o viciados en dudar de sí mismos, de los otros, de todo y de todos. Pero era imposible ahogar con calumnias el efecto maravilloso de la presencia, de la palabra y de la acción de Nuestro Señor. Por eso, inventaron el plan supremo: desmentir todo esto mediante una derrota que lo desprestigiara ante todos, y lo sacara del número de los vivos. El resto ya se conoce. Satanás entró en el más repugnante de los hombres, que lo vendió y, después, lo entregó con un beso. Un procónsul, más depravado de alma que de cuerpo, inseguro, blando, vanidoso, lo entregó a sus enemigos. Y sobre Él cayó el odio de la Sinagoga, con el que los fariseos consiguieron contaminar a la masa. Allí se encontraban, aullando de odio, tantos ciegos y paralíticos curados, tantos posesos libertados, tantas almas devueltas a la paz por el Hijo de Dios. Cuando recibieron esos beneficios, sintieron una secreta humillación de verse tan inferiores. Cuando recibieron esas enseñanzas, sintieron un movimiento de rebelión que les minaba imperceptiblemente la admiración: ¿por qué era tan austero, por qué exigía tantos sacrificios? Viéndolo ahora “derrotado”, se producía el alivio, el triunfo de todas las vulgaridades, de todas las envidias, el jugo destilado de todas las infamias. La gran rebelión de los fariseos impíos y entregados a Satanás, de sus congéneres en todas las clases del pueblo, constituyó un frente único con las antipatías inconfesadas, y quizá subconscientes, de los tibios, que produjeron este resultado supremo: el deicidio, el mayor crimen de todos los tiempos.
EXTRACTOS DE COMENTARIOS DEL PROF. PLINIO CORRÊA DE OLIVEIRA SIN REVISION DEL AUTOR
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