2 de abril de 2019

Carta abierta a López Obrador

Carta abierta a López Obrador

Es difícil explicar los sentimientos que para un español produce su extravagante reclamación


El presidente de México Andrés Manuel López Obrador

Luisa Cruz Picallo

Actualizado:
Señor Presidente:
Es difícil explicar los sentimientos que para un español produce su extravagante reclamación.
Probablemente usted no conoce bien y por consecuencia desprecia la historia de España, la de Europa y la de su propio país.
Una breve pincelada para recordarle que España fue reiteradamente invadida por los pueblos cercanos y remotos hasta el imperio romano que dominó España durante muchos siglos.
España y los españoles estamos profundamente agradecidos a Roma, España no sería lo que es sin Roma. Pero Roma entró en España a espada y fuego, violando, matando y fíjese usted, a pesar de eso, le estamos, repito, profundamente agradecidos.
Ocho largos siglos duró la invasión árabe y créame los moros entraron a saco y a cuchillo. Sobre los templos romanos, sobre las arrasadas basílicas visigóticas construyeron sus mezquitas. Pero España exhibe orgullosa la huella árabe, no reniega de ella.
España “descubre” América a finales del siglo XV. Resulta imposible analizar los hechos acaecidos entonces con la mentalidad de hoy porque la brutalidad de algunos hechos de aquella época eran también habituales en el viejo mundo. No digamos en Méjico.
Los primeros españoles que llegaron al país azteca no tardaron en comprobar que las paredes de los templos no estaban pintadas de negro, no. Eran capas y capas de sangre coagulada del corazón palpitante arrancado vivo a las víctimas de los sacrificios humanos en sus abyectas ceremonias religiosas.
Tal vez el sueño del señor López Obrador hubiera sido el de una tierra virgen, libre de colonizaciones culturales, políticas, o religiosas extrañas a la idiosincrasia del país y eso se prolongaría ¿Por tiempo indefinido? ¿O, en algún momento las clases dirigentes que secularmente sojuzgaban al pueblo azteca dejarían de asesinar y reconocerían a los indios su dignidad de seres humanos libres y pensantes? No. Fueron España y los españoles, pero también la Iglesia católica con el Evangelio quienes llevaron a América todos esos derechos, todas esas verdades. La moral que regía Europa, lo bueno y lo malo del viejo continente.
Las leyes que la reina Isabel dicta para las nuevas tierras, las “Leyes de Indias” son de una absoluta grandeza de espíritu, aún juzgadas con una visión actual. Son grandiosas en la concepción de los Derechos Humanos, precursoras de muchas otras leyes y conceden al pueblo indio, al último de los indios los mismos derechos que a sus vasallos españoles.
Pero hay más, hay una vocación de enseñar, de alfabetizar, de desarrollar los países dotándoles de universidades, academias colegios, iglesias, conventos, factorías, ingenios, talleres. Se dispone de médicos, veterinarios, fedatarios públicos, maestros. La misma estructura que en cualquier pueblo, o ciudad española de la época.
Y una mezcla de razas desconocida hasta entonces. Esa mezcla se produce en los primeros viajes de Colón al Nuevo Mundo y se produce no solo como consecuencia de relaciones carnales de todo tipo, sino también a través de matrimonios canónicos de pleno derecho entre españoles e indias. Y eso pasa mientras en Roma se llega a discutir sobre la naturaleza humana, o no de esos mismos indios.
Del respeto de España a aquel Méjico que se encuentra en los albores del siglo XVI da cuenta el título de duque de Moztezuma que concedieron los reyes de españoles a los descendientes de la familia real azteca. Máxima distinción, máximos honores al contrincante vencido.
No voy a discutir acerca del oro que se llevó España. Solo daré un dato: actualmente Méjico exporta más oro al año que el que se llevaron las naves españolas en todo el periodo virreinal.
Y un consejo: visita obligada en España: Las Médulas, ese monumental esqueleto de El Bierzo en León. Las rocas y los enormes huecos que albergaron la inconmensurable cantidad de oro que se llevó Roma dejando como testigo mudo una región desolada.
Hay, sin embargo, otro dato que hace más sorprendente aún su “reclamación” que no “petición” de perdón a España.
Díganos Señor presidente de donde procede su apellido porque, tal vez, este dato nos dé una pista acerca de su origen. Si usted es descendiente de los aztecas, o bien es oriundo de algún pueblo de España.
Dado que muchas familias criollas asentadas en América cedieron sus apellidos a los indios y campesinos a su cargo los apellidos López Obrador no indican necesariamente su ascendencia española. Pero me atrevo a pensar que usted sí es descendiente de españoles.
Es curioso que ninguna guerra, ningún proceso de independencia de las colonias españolas en América, ninguno, haya sido realizado por el pueblo indio. No ha habido ninguna revolución del pueblo contra España. Las revoluciones, la independencia las hicieron los criollos, los españoles traidores a sus reyes y a su patria.
Y son esos criollos, españoles al fin, los que gobiernan, los que siguen explotando a los indios, los que no consiguen que ese pueblo maravilloso se desarrolle al nivel que sus enormes recursos les podría proporcionar y al que tienen todo el derecho.
Por eso, quizás, sería usted el que debería plantearse pedir perdón a esa población aborigen vergonzosamente marginada y a sus ascendientes españoles a los que probablemente en un momento de la historia se les traicionó.
No caiga en el error de escudarse en Méjico y utilizar su nombre como ariete contra España. Su “cruzada” tiene muy poco recorrido. Sus argumentos llenos de reproches y agravios son ofensivos e impropios de una persona de su alta representación.
En España queremos y respetamos a Méjico de la misma manera que nos sentimos queridos por el pueblo mejicano. Otra cosa, claro está, es que seamos libres de pensar que no siempre los países tienen el Presidente que se merecen.

Con Dios.

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