A finales de enero, Rodrigo Rato, presidente entonces de Bankia, rompió definitivamente un posible acuerdo de fusión con La Caixa, dirigida por Isidro Fainé. La operación tenía el apoyo del presidente del Gobierno, Mariano Rajoy (que veía sus réditos políticos con CiU), y del Ministro de Economía, Luis de Guindos, al que le quitaba el mayor quebradero de cabeza.
Rato no vio clara su posición de mando en la fusión pese a supuestas alternancias en el poder porque no estaba claro el control de la asamblea de la entidad catalana, financieramente más fuerte. Fue el primer enfrentamiento de Rato con "su" Gobierno y el comienzo de la caída. Poco tiempo después, el presidente de Bankia presentó al ministerio de Economía un proyecto de fusión con la asturiana Liberbank, que fue rechazado, y otro más adelante con la andaluza Unicaja, que corrió la misma suerte. El Gobierno entendía que la operación con La Caixa tenía más beneficios (compartir la pesada digestión del ladrillo, crear un gran grupo bancario y salvar la falta de capital de Bankia) que costes (cerrar 2.000 oficinas y despedir a 10.000 personas para acabar con los excedentes de las dos entidades. También La Caixa tiene pendiente una reestructuración).
Tres meses después de esta ruptura, Rajoy ha forzado la salida de Rato de la presidencia de Bankia y de su matriz, el Banco Financiero y de Ahorros (BFA) para sanear la entidad con 4.465 millones de dinero público e intentar recuperar la falta de credibilidad del sistema financiero. El desorden en la salida de Rato, que ha seguido un guión sin precedentes por su desorganización y ausencia del Banco de España, ha levantado inquietud que ha hundido un 15,6% la cotización de Bankia.
El que fuera vicepresidente económico en el Gobierno de Aznar y director gerente del Fondo Monetario Internacional (FMI) ha terminado de forma abrupta con dos años y cuatro meses de mandato en Bankia, que llegó a ser la tercera más grande de España y que ahora está en manos del Estado por su insolvencia.
Nadie cuestiona que cuando Rato llegó la caja tenía graves problemas
Los problemas de Rato comenzaron desde su llegada a Caja Madrid, en enero de 2010. La entidad se encontraba en una situación financiera complicada y con su reputación afectada por las luchas políticas del PP. En 2009 protagonizó uno de los más bochornosos espectáculos de injerencia política descarnada en las cajas de ahorros, por parte del Gobierno madrileño de Esperanza Aguirre. La líder del PP madrileño peleó sin tapujos por quitar al presidente, Miguel Blesa, para poner a su número dos, Ignacio González. En el fragor de la batalla, Aguirre llegó a decir aquello de “le hemos dado un puesto más a Izquierda Unida y se lo hemos quitado al hijo [...]”, en referencia al alcalde Alberto Ruiz Gallardón, que apoyaba a Rato. Al final, Rato se hizo con el triunfo y fue presentado en sociedad como la despolitización de Caja Madrid, pese a que ambos tienen una larga militancia en el PP.
La tensión política agudizó los problemas que ya tenía la caja: fuerte caída del margen financiero, gran endeudamiento en los mercados internacionales, importante volumen de negocio hipotecario y con inmigrantes y alta financiación a empresas de construcción y promoción. Tiempo después, estos créditos trajeron muchas pérdidas. Caja Madrid había vivido años con el balón de oxígeno del enorme beneficio obtenido con la inversión en Telefónica y luego con la venta de Endesa en la OPA de Enel. También disfrutó de rentables operaciones con Mapfre y los dividendos de sus participaciones industriales.
Bankia salió a Bolsa para evitar el control del Gobierno del PSOE
Además, el negocio en los mercados financieros iba viento en popa. “En aquellos años, las operaciones financieras y de tesorería daban más beneficios que la red de oficinas. En la época de Blesa, a las sucursales se les pedía volumen de negocio. Durante 10 años fue bien, pero cuando llegó la crisis esta estrategia significó morosidad”, dice un veterano ejecutivo de la casa que pide el anonimato.
Los beneficios de Caja Madrid en 2009 cayeron un 68%, hasta 266 millones, por los 500 millones que le obligó a provisionar el Banco de España. El trámite aguó la despedida de Blesa. Pero no solo la cuenta de resultados tenía las luces rojas encendidas. Había otras señales de peligro: en mayo de 2009, Moody’s rebajó la calificación de una emisión de 3.000 millones de las (hoy tan famosas) participaciones preferentes hasta B2. La colocó en bono basura “ante la gran probabilidad de que la entidad no pueda pagar los intereses”.
Moody´s puso en bono basura las preferentes de Caja Madrid en 2009
“Me hubiera gustado seguir”, dijo Blesa en su despedida después de 13 años en el cargo. Blesa, abogado y amigo personal de José María Aznar, llegó a la entidad sin experiencia previa en instituciones financieras y también con polémica política. En 1996, con el PP en el Gobierno y Rodrigo Rato como ministro de Economía, Jaime Terceiro (Pontevedra, 1946), fue desalojado de la presidencia de la entidad, donde había llegado aupado por los socialistas. Bajo el mandato de Terceiro —1988 a 1996— la entidad madrileña se modernizó y elevó su solvencia y rentabilidad. Entonces ganó más dinero que La Caixa, el eterno rival, que invertía en su gigantesco grupo industrial. No obstante, Caja Madrid sufrió la crisis económica de 1993 y 1994 y registró una alta morosidad del 7%. Con el viento a favor de la recuperación económica, Blesa emprendió el crecimiento sano de la caja hasta que en los últimos años de su mandato, en los que el aumento desmedido del tamaño y la burbuja hundieron los ratios.
Esta es la que herencia recibió Rato, que deja otra enormemente complicada a su sucesor. La ventaja es que, por primera vez desde los años ochenta, el presidente de la entidad madrileña, José Ignacio Goirigolzarri (Bilbao, 1957), no tiene relación con el partido que gobierna y cuenta con 30 años de trayectoria profesional. “La novedad es que no le han hecho un favor al que han nombrado, sino al revés. Eso le dará independencia a Goirigolzarri”, dice un ejecutivo.
Pese a no ser experto, Rato tardó mucho en nombrar consejero delegado
Nadie cuestiona que Rato llegó cuando el barco estaba en plena tormenta y con agujeros. Los peores, la falta de ingresos, las necesidades de provisiones por el ladrillo y el escaso capital de la entidad. ¿Era consciente de la situación a la que se enfrentaba? ¿Actuó con celeridad? No ha sido fácil encontrar expertos que pudieran opinar sobre la labor de Rato que no hubieran trabajado para Bankia o que no sean competidores suyos. Tomás Eguren, profesor de Finanzas de la Pompeu Fabra y la escuela de negocios EADA, considera que no era difícil saber lo que ocurría en 2010 “porque ya existían informes del FMI y del BCE que permitían entrever” la burbuja inmobiliaria que tenía España. Rato, que procedía del banco de inversión Lazard y el FMI, era considerado un ejecutivo con un alto nivel de información nacional e internacional.
Los hechos demuestran que Rato era consciente de la caía de la economía española y de los problemas de la caja. El primer ejercicio al frente de Caja Madrid, Rato cargó 4.000 millones de saneamientos contra capital, para evitar que se reflejen pérdidas en la cuenta de resultados, con silencio y permiso del Banco de España. Era necesario, pero empezó a volar con plomo en las alas y por ahí, por la falta de capital, ha muerto Bankia. A la vez, el exvicepresidente de Gobierno pacificó el consejo de la caja, gracias a sus dotes personales y políticas, contentando a todos. Blesa se multiplicó por 18 el sueldo de Terceiro y Rato se subió más de un millón el de Blesa. A la vez, disparó sueldos de ejecutivos y duplicó las dietas del consejo.
La fusión con Bancaja hundió definitivamente el grupo por el ladrillo
Pero Rato no hizo lo que hubiera sido clave: nombrar rápidamente un experto como consejero delegado, un bombero capaz de apagar el fuego que ardía en el edificio teniendo en cuenta que él no era especialista financiero. Fuentes de la entidad comentan que habló con Goirigolzarri, pero no logró convencerle para ir de número dos. Otros dicen que las limitaciones salariales frenaron a algunos candidatos. Tardó un año y medio en poner a Francisco Verdú al frente de la organización. Y lo hizo un mes antes de la salida a Bolsa, cuando todo el proyecto (y todos los problemas) ya estaba cocinado. Verdú era vicepresidente no ejecutivo de la Banca March, una entidad veinte veces más pequeña que Bankia.
Además de no contar con un asesor experto, Rato formó lo que se ha conocido internamente como el sanedrín del poder. Estaba formado por José Manuel Fernández Norniella, expresidente de la Cámaras de Comercio y considerado, dicho por el mismo, “el más fiel escudero de Rato”; Luis Maldonado, que estuvo en el ministerio de Economía y en el FMI con el expresidente de Bankia y Miguel Crespo, secretario del consejo, procedente de ING Direct y también excolaborador de Rato en el ministerio. Este centro de poder, donde no había nadie de las entidades originales ni experto financiero, levantó suspicacias en la organización.
Los sueldos de los ejecutivos y los consejeros subieron mucho desde 2010
Rato tampoco confió mucho en el consejo de administración, como demostró en su salida. Prácticamente todos sus miembros se enteraron por la radio de su dimisión (presentada ante el presidente del Gobierno, no en el Banco de España) y se negó en principio a celebrar un consejo extraordinario, como le pidieron. Luego, los problemas con los 10 millones de clientes aceleraron el recambio. Tampoco explicó nunca al consejo que la auditora Deloitte iba a poner dos salvedades en la auditoría que hacían imposible afrontar un nuevo plan de saneamiento, lo que se convirtió en la espoleta que precipitó su final.
Pero sin duda fue la fusión de Bancaja el error definitivo de Rato y de Bankia. A los seis meses de llegar, anuncia la unión con la entidad valenciana y cinco pequeñas cajas más. Rato se enorgulleció de pilotar “el tercer grupo financiero más grande de España”, que había sobrepasado a La Caixa. Caja Madrid, con sus problemas inmobiliarios se unió a Bancaja “que estaba peor que la CAM”, según algunos analistas, repleta de créditos al ladrillo y de activos adjudicados y no provisionados. Fuentes internas de Bankia dicen que el 65% de la morosidad del grupo procede de Valencia.
¿Por qué hizo Rato este movimiento equivocado? En el entorno del expresidente destacan dos argumentos: el primero que el supervisor obligó a José Luis Olivas, presidente de Bancaja, y a él mismo a llevar adelante la operación “porque lo necesitaba el sistema, que entonces lo único que buscaba era entidades grandes”. El segundo, que los informes del Banco de España no determinaban la gravedad de la situación de Bancaja. Dicen estas fuentes que cuando Rato le transmitió este problema al gobernador, Miguel Fernández Ordóñez, éste le respondió que podía haber profundizado con otros análisis. Lo cierto es que los informes de las Bancaja y Banco de Valencia lo hizo Deloitte, auditor de ambas entidades y Caja Madrid. “Es un error que las valoraciones de la fusión las haga tu propio auditor porque es parte interesada, pero Rato lo aceptó. Luego se quejó y ha encargado un informe a KPMG”, dice un ejecutivo. “Nunca debía haberse fusionado. De dos bancos malos nunca sale uno bueno”, señala Luis Garicano, de la London School of Economics y consejero de Liberbank.
Ahora todo el mundo critica la fusión, pero entonces hubo pocas voces discordantes. “El Gobierno hablaba de brotes verdes; el PIB parecía que podía remontar y el supervisor quería ganar tiempo y creía que la recuperación de otros negocios bancarios podría ayudar a sanear el ladrillo”, explica un consejero. “Los análisis eran exclusivamente políticos”, añade un experto, “por eso se hizo. El PP quería un gran banco y Rato nunca dejó de ser un animal político durante su mandato, como demuestra su continua presencia en actos del partido mientras era presidente de Bankia. Esta operación le encumbraba a él como alternativa de poder frente a Rajoy”. Jordi Palafox, catedrático de la Universidad de Valencia, cree que “desde su nombramiento hasta su dimisión, todo lo que ha hecho Rato ha estado dominado por los tiempos políticos”. Juan Ignacio Crespo, analista y autor del libro Las dos próximas recesiones, no elude la responsabilidad de Rato, pero recuerda que entonces las Comunidades Autónomas “eran un poder absoluto y nadie quería hablar de necesidad de provisiones en la banca”.
Mientras, los problemas crecían en Bankia. En marzo de 2011 pidió 4.465 millones al fondo de rescate (FROB) y se inicia el recorte de gastos en oficinas y plantilla. Luego surge la posible quiebra del Banco de Valencia, que se tapa para lograr el éxito de la salida a Bolsa de Bankia. Está considerada el tercer gran error de Rato. En su entorno se dice que fue una operación obligada por la reforma financiera socialista, que exigía menos capital a las cotizadas. Sin embargo, en el libro Rodrigo Rato, el gran artífice, escrito por la periodista de La Razón, Carmen Gurruchaga y basado en “sinceras” conversaciones entre ambos, se cuenta otra teoría. Rato estaba convencido de que Zapatero quería perjudicarle por ser del PP “y reúne a su comité de dirección y le informa de que no va a esperar a las exigencias del Gobierno y que ha optado por ser independiente saliendo a Bolsa, aunque lo tenía previsto para más tarde. Rato se la jugaba porque la entidad estaba todavía en proceso de fusión”, se dice en el libro.
Se la jugó y perdió. El estreno bursátil de Bankia fue forzado y ruinoso económicamente. Antoni Serra Ramoneda, expresidente de Caixa Catalunya y autor del libro Los errores de las cajas, dice: “El Gobierno presionó a los pesos pesados de la economía para que compraran títulos de Bankia para evitar un fracaso para la imagen exterior de España. Y lo hicieron”.
Tras la salida a Bolsa llegó la intervención de su antigua filial, el Banco de Valencia, y el consiguiente enfrentamiento con su presidente, Olivas. En libro de Gurruchaga se dice que no se conocieron los problemas del Banco de Valencia hasta un mes antes de su intervención. Sin embargo, en prensa habían aparecido informaciones sobre los problemas de capital y era un secreto a voces. El Banco de España le permitió algo nunca visto: que un banco filial quiebre y la matriz no lo rescate y lo pase al Fondo de Garantía.
Arrancó 2012 con problemas para Rato; la negativa a fusionarse con La Caixa, las nuevas provisiones que agobiaron más, la crisis y, por fin, su dimisión forzada y la nacionalización. En su despedida ante el consejo, Rato destacó el fuerte recorte de gastos realizado, más de 550 millones, que nadie discute como uno de sus mayores logros. Pero no fue suficiente. El barco tenía demasiados agujeros y el armador quería otro patrón. Quien pone, quita. Así ha sido siempre en las cajas, para su desgracia. Además, nadie puede dirigir un banco contra el Gobierno. “Todos los dirigentes financieros que han llevado a las cajas a la situación en la que están deben asumir sus responsabilidades”, dijo Rato tras expulsar a Olivas de Bankia. Ahora algunos se acuerdan ahora de esta frase.
Cronología del fiasco financiero
- 11 de septiembre de 1996. Miguel Blesa es elegido presidente de Caja Madrid en lugar de Jaime Terceiro.
- 25 de octubre de 1999. Blesa es reelegido al frente de la entidad.
- 30 de septiembre de 2003. Segunda reelección de Blesa. La caja apuesta por el crédito promotor y la inversión en Bolsa para crecer.
- 6 de marzo de 2006. Caja Madrid alcanza el 10% de Endesa.
- 3 de diciembre de 2007. La caja compra a BBVA y Logista sus paquetes en Iberia y llega al 22,9% del capital.
- 22 de enero de 2008. Caja Madrid presenta los mayores beneficios de su historia. En 2007 ganó 2.861 millones por la venta de su paquete en Endesa.
- 22 de diciembre de 2008. Esperanza Aguirre inicia la batalla por el control de Caja Madrid. La Asamblea de Madrid aprueba una nueva Ley de Cajas.
- 20 de julio de 2009. Caja Madrid aprueba unos nuevos estatutos. Surge el nombre del vicepresidente de la Comunidad de Madrid, Ignacio González, como candidato para sustituir a Blesa.
- 2 de noviembre de 2009. Aguirre, presionada por Mariano Rajoy, cede y acepta a Rodrigo Rato como presidente.
- 29 de enero de 2010. La asamblea de la caja elige a Rato como presidente.
- 11 de junio de 2010. Caja Madrid y Bancaja anuncian su fusión con otras cinco entidades pequeñas. Se constituye el Banco Financiero y de Ahorros (BFA).
- Marzo de 2011. Se lanza Bankia como marca comercial. BFA recurre a un préstamo del FROB de 4.465 millones.
- 20 de julio de 2011. Bankia sale a Bolsa valorada en 3,75 euros por acción.
- Febrero de 2012. La reforma financiera exige fuertes saneamientos. Rato dice que pueden hacerlos en solitario.
- Abril de 2012. El FMI pide a Bankia que mejore el balance y la gestión.
- 7 de mayo de 2012. Rato dimite y propone a José Ignacio Goirigolzarri como sucesor.
- 9 de mayo de 2012. BFA, accionista mayoritario de Bankia, es nacionalizado.
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