Todos los días se oyen cosas maravillosas de él, resucita a los muertos y sana a los enfermos con una sola palabra. Es un hombre de buena estatura, hermoso rostro y tanta majestad brilla en su persona que cuantos le miran se ven inducidos a quererlo. Sus cabellos son de color avellana extendidos hasta las orejas y sobre las espaldas. La nariz y los labios no pueden ser tachados de defecto alguno, la barba espesa, semejante al cabello, algo corta y partida por en medio. (...).
Tiene los ojos como los rayos del sol y nadie puede mirarle fijamente al rostro por el resplandor que despide. (...) Su conversación agrada mucho pero se le ve muy poco y cuando se presenta es modestísimo en su aspecto. Es el hombre más perfecto que se puede imaginar, muy parecido a su madre, que es la mujer más hermosa por estas tierras. En letras asombra a toda la ciudad de Jerusalén. Nunca ha estudiado pero sabe todas las ciencias. Muchos se ríen al verlo pero en su presencia callan y tiemblan. Dicen que jamás se ha visto ni oído a hombre semejante. (...).
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