22 de marzo de 2017
Sissi, Emperatriz de Austria tras quitarle el novio a su hermana
El emperador Fracnisco José sentía absoluta admiración hacia su mujer, a la que amaría con locura incluso después de su asesinato en 1898
A pesar de que la familia de Isabel de Baviera, apodada cariñosamente como Sissi, era aristócrata, vivía con la sencillez y la humildad de simples aldeanos.
Su padre, Maximiliano de Baviera, pertenecía a una de las familias más «pobres» de la Casa de Wittlesbach. Su madre, la princesa real Ludovica, era hija del rey Maximiliano I de Baviera. El suyo fue uno de los cientos de matrimonios de conveniencia que se cerraban con el objetivo de crear alianzas a través de los hijos. Desde el primer momento, Maximiliano advirtió a su futura esposa que no la amaba y que se casaba por obligación. A pesar de esto, el matrimonio tuvo diez hijos, dos de los cuales murieron al poco de nacer. La princesa Ludovica fue muy desgraciada en su matrimonio. En comparación con el resto de sus hermanas, todas casadas con reyes y emperadores, la vida campestre de Ludovica rozaba la pobreza, dada su condición de aristócrata.
Sissi y sus hermanos pasaron su infancia en un castillo alejados de la ciudad. Su padre les inculcó el amor por la naturaleza, la libertad y la vida sencilla, por lo que la mayoría de ellos terminó amando este estilo de vida y despreciando la lujosa, ruidosa y agitada vida en la ciudad, que asumirían tras sus respectivos matrimonios, según cuenta Cristina Morató en su libro «Reinas Malditas».
La hermana mayor de Ludovica, Sofía, se había casado con el futuro emperador de Austria, título al que tuvo que renunciar debido a su delicado estado de salud. Sofía obligó a su esposo a abdicar al trono a favor de su primogénito, Francisco José. Ludovica sentía mucha envidia por su hermana, que había llegado a archiduquesa y madre del futuro emperador de Austria, esa admiración hizo que viviese bajo su influencia y obedeciese sus consejos sin oponerse.
El 18 de agosto de 1848, Francisco José, hijo de Sofía y Francisco Carlos de Austria, alcanzó la mayoría de edad, convirtiéndose en uno de los hombres más poderosos de Europa. El joven emperador cautivaba por su belleza y elegancia. Rubio, de ojos claros y una figura esbelta con la que lucía el uniforme de militar de manera envidiable. Además del físico, Francisco José era un joven atento, con una educación impecable y buen bailarín.
Su madre buscó durante muchos años una nuera digna de su hijo y de la que sentirse orgullosa. Elena, apodada cariñosamente como Nené, la hija mayor de su hermana Ludovica fue la elegida. Una jovencita elegante, educada y de buena planta. En el verano de 1853, cuando Francisco José contaba 24 primaveras, Nené viajó para conocer a su futuro marido, acompañada por su madre y su hermana Sissi, que estaba sumida en una inmensa tristeza después de que el conde del que estaba enamorada muriese. Ludovica le aconsejó que las acompañara, animándola a que gracias al viaje recuperaría la alegría que tanto le caracterizaba, pero detrás había una intención oculta: su madre quería emparejar a su hija Isabel con el hermano pequeño del emperador, el archiduque Carlos Luis. A la pequeña Sissi, de tan solo 15 años, este viaje le parece una tortura, pero finalmente accedió para contentar a su madre.
El emperador Francisco José estaba muy nervioso por este encuentro. Solo había visto una vez antes a sus primas muchos años atrás, y apenas las recordaba. Cuando las vio sintió un flechazo, pero no hacia Elena sino por su hermana pequeña, Sissi. Su espontaneidad, belleza y felicidad infantil le conquistaron. Desde el momento en el que Isabel entró en palacio, apareció en el rostro del emperador una expresión de felicidad que no podía disimular. Durante toda la visita no apartó la mirada de la joven archiduquesa, cuando se fueron a nadie le cabía duda de a quién elegiría. Sissi también conquistó, sin quererlo, a su tía y futura suegra. «¡Pero qué mona es! Se la ve fresca como una almendra cuando se abre y… ¡qué espléndida corona de cabellos enmarca su cara! Tiene los ojos dulces y hermosos, y sus labios parecen fresas», escribió Sofía esa noche en su diario.
A la mañana siguiente el destino de Sissi ya se había decidido. Cuando su madre le preguntó «si se creía capaz de amar al emperador», a la pequeña le entró un ataque de ansiedad y entre sollozos respondió que haría todo lo posible por hacer feliz al emperador. Años más tarde, la ya emperatriz Isabel de Austria recordaría este suceso como un verdadero tormento. «El matrimonio es una institución absurda. Una se ve vendida a los quince años y presta un juramento que no entiende y del que luego se arrepiente a lo largo de treinta años o más, pero ya no se puede romper».
Durante todo su matrimonio, el emperador sentía absoluta admiración hacia su mujer, a la que amaría con locura incluso después de su asesinato en 1898. Una historia de amor que ha inspirado durante años películas, novelas y leyendas.
Aunque ella nunca llevó bien el asfixiante protocolo de la corte vienesa y añoraba la libertad que había tenido en su infancia en las montañas bávaras, el amor que ambos se profesaran hizo que Sissi tuviese su primer hijo con tan solo 18 años, Sofía, que murió a los dos años de edad. Sissi dio a luz a dos niñas más, Gisela y Marie Valerie, sin embargo la llegada al mundo en 1858 de su primer hijo, Rodolfo, príncipe heredero, hizo que la emperatriz se encandilase de su único varón, dejando de lado a sus dos hijas
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