LA OPINIÓN DEIgnacio Camacho
La pitada silenciosa
ABC - Día 02/06/2015 - 13.58h
De civismo, dice. Y se queda tan contento. Para el presidente del Barça, las aficiones dieron en la final de Copa una lección de civismo. Se refierea que no se pegaron entre ellas y a que compartieron en feliz jolgorio el protagonismo de una agresión xenófoba a los símbolos de España. También dio un gran ejemplo cívico el presidente Mas, cuya carita sonriente al ladito mismo de un Rey con expresión de palo otorgó elplacet institucional al gesto hostil multitudinario. En el césped, el futbolista Aduriz parecía asimismo muy divertido, tal vez confortado en su ánimo por la pancarta que en la grada bilbaína infundía coraje a los suyos con un lema etarra. «Jo ta je irabazi arte»: Pegad fuerte hasta la victoria. Todo fue tan educado, tan agradable, tan civilizado y formal que ni la Delegación del Gobierno en Cataluña, ni la Federación Española de Fútbol, ni el F.C. Barcelona, ni la Generalitat catalana ni la Lendakaritza vasca observaron ningún incidente digno de merecer no ya su intervención, sino su reproche. Sólo los ceñudos y crispados españolazos, siempre en estado de [enfado], podrían haber observado allí algo más que una festiva jornada en torno a los valores sagrados del deporte.
Algo sucedió, sin embargo, que parece contradecir ese idílico clima oficial fraterno. La retransmisión tuvo cinco millones menos de televidentes que la final del año pasado, la más baja audiencia desde 2007 en un partido de este rango. Cierto que no jugaba el Real Madrid, cuyo tirón de público es notable. Pero da la impresión de que en muchos hogares de España se produjo una pitada silenciosa, una protesta espontánea, una señal de desdén o de repugnancia ante el aquelarre de intransigencia nacionalista. Una inequívoca manifestación de rechazo pasivo que interpela a las autoridades en su actitud minimizadora, complaciente o apocada. Una callada reacción de dignidad nacional expresada en un plante de televisores apagados.
Conozco a muchos españoles que cuestionan la permanencia del monarca en el palco. Otros creen que la afrenta al himno y al monarca merecía la suspensión inmediata del encuentro. Los hay que consideran necesaria la descalificación de los dos clubes en la próxima Copa por responsabilidad subsidiaria del comportamiento de sus hinchadas. En cualquier caso existe un clamor ciudadano contra la impunidad de un abucheo que representa mucho más que una gamberrada: fue una repetida, premeditada, consentida y hasta jaleada declaración de xenofobia, un acto de agresión moral a los símbolos constitucionales y a la soberanía misma de la nación española.
Hoy se reúne el Comité Antiviolencia para estudiar el asunto. Es probable que en un arranque de autoridad castiguen a los dirigentes del Barça y el Athletic dejándolos sin postre en el próximo ágape. En cuanto a Mas, siempre podrá alegar que para él sólo estaban abucheando a su ocasional chófer.
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