13 de octubre de 2012
La infanta Elena queda fuera del “núcleo central” de la Familia Real
“Este momento tenía que llegar”, se limitó a comentar la infanta Elena a los periodistas en la recepción que este viernes ofrecieron los Reyes en el Palacio Real con motivo de la Fiesta Nacional.
Hace solo dos semanas, el pasado 1 de octubre, la plaza de armas del mismo palacio fue escenario de la solemne entrega de la cruz laureada colectiva de San Fernando al Regimiento de Caballería Alcántara, por su inmolación en el desastre de Annual, hace ahora 91 años.
Los Reyes, los Príncipes de Asturias y la infanta Elena se situaron aquel día en la tribuna de autoridades, mientras que las infantas Pilar y Margarita, hermanas de don Juan Carlos, permanecieron en un lugar preferente entre los invitados. Pilar y Margarita forman parte de la familia del Rey, pero no de la Familia Real, que se limita legalmente al Monarca, su cónyuge, sus ascendientes y descendientes directos, Y eso explica su diferente tratamiento protocolario.
Este viernes, para sorpresa de quienes la observaban, la hija mayor del Rey no subió a la tribuna principal, ubicada en la madrileña plaza de Neptuno, ni se situó inmediatamente detrás de sus padres, su hermano y su cuñada, como era tradicional. Siguió el desfile desde la primera fila de la tribuna donde se sentaban los portavoces parlamentarios, justo al lado del jefe de la oposición, Alfredo Pérez Rubalcaba, con quien charló durante el desarrollo del acto castrense.
Cuando terminó, la infanta fue la primera en abandonar la tribuna, seguida por dos ayudantes, para reunirse con los reyes y los principes antes de tomar uno de los vehículos de la caravana oficial de la Casa del Rey que se dirigía a la recepción. Pero, una vez en el Palacio Real, tampoco participó, por vez primera, en el tradicional besamanos; la línea de saludo de la Familia Real para recibir a casi un millar de invitados.
Un portavoz de Zarzuela explicó que, a partir de ahora, en los actos de mayor relevancia institucional, la representación de la Familia Real se limitará a su “núcleo central”; es decir, a los Reyes y los Príncipes. Eso no quiere decir, agregaron, que la infanta no mantenga su propia agenda de actos públicos.
El cambio, según las mismas fuentes, llevaba meses meditándose, aunque Rubalcaba solo fue avisado a última hora de quién sería la ocupante del asiento contiguo. El viejo modelo, agregaron, se aplicó por última vez en la entrega de la condecoración al Regimiento Alcántara; y el nuevo se estrenó este viernes.
Hace justo un año, en el anterior desfile del 12 de octubre, la infanta Crisitina y su marido, Iñaki Urdangarín, participaron por última vez en un acto oficial, pocas semanas antes de que estallase el caso Noos. La imagen que hubiera ofrecido este viernes la tribuna, con la infanta Elena sola, sin su hermana y su cuñado, y también sin su propio esposo, excluido desde que se oficializó la separación, habría sido la de una familia disminuida. Y la Casa del Rey parece haber preferido cortar por lo sano. El objetivo es subrayar el protagonismo del Príncipe, al tiempo que se difumina el de sus hermanas.
También el desfile tuvo una versión reducida. Para abaratar costes —hasta el 65% de ahorro respecto al año pasado, de 2,8 millones a 900.000 euros— se suprimió la participación de aeronaves —con excepción de la Patrulla Águila, que dejó una estela con los colores de la bandera de España— y blindados. Desfilaron 2.600 militares (400 menos que en 2011), a pie o a bordo de 50 vehículos. Y recorrieron un trayecto 150 metros más corto.
Pero al Rey no pareció importarle, al contrario. “Ha sido sobrio y austero, lo justo y necesario”, comentó. “En tiempo de crisis no queda otra cosa que recortar. Es lo que hay que hacer”.
Don Juan Carlos, que en el desfile del año pasado aún estabaconvaleciente de su operación de tendón de Aquiles, dio muestras de su plena recuperación. Caminando a buen ritmo, pasó revista a la unidad de honores de la Guardia Real y permaneció de pie durante casi todo el desfile. Solo utilizó la silla dispuesta en la tribuna por unos momentos, una vez concluido el desfile a pie y mientras se esparaba a las unidades a caballo. Todas las autoridades siguieron su ejemplo y se sentaron.
El primer desfile de Rajoy desde que llegó a La Moncloa fue el más breve y también el más apacible. Los abucheos que en los últimos años acompañaban a Zapatero desaparecieron como por ensalmo, como si la situación social fuera menos tensa o bastara con el cambio de Gobierno para acabar con la crispación. Ni siquiera hizo falta que se silenciara la llegada del presidente del Gobierno por la megofonía, ni se le sacara de la plaza por la puerta de atrás para evitar las protestas, como sucedía con Zapatero. El público, que se encontraba alejado de la zona de autoridades por un cordón de seguridad, guardó silencio cuando se anunció públicamente la presencia de Rajoy.
Acudieron todos los miembros del Gobierno —salvo el ministro de Economía, Luis de Guindos, que se encontraba en la reunión del Fondo Monetario Internacional en Tokio-- y diez presidentes autonómicos. Faltaron los presidentes de las tres comunidades históricas (Galicia, País Vasco y Cataluña), sumidas todas ellas en la contienda electoral, así como los de Andalucía, Baleares, Valencia, La Rioja, Cantabria y Melilla.
La presidenta castellano-manchega y secretaria general del PP, María Dolores de Cospedal, provocó el desconcierto de los organizadores del acto castrense al convocar a los periodistas poco antes de su inicio, en una jornada en la que tradicionalmente los líderes políticos ceden protagonismo a las instituciones del Estado y en la que el propio presidente del Gobierno evita las declaraciones públicas. Rajoy solo admitió que se le atribuyeran unas palabras de satisfacción por la concesión del premio Nobel de la Paz a la Unión Europea. Aunque no ocultaba que, de poder elegir, hubiera preferido el de economía.
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