1 de octubre de 2019

JERARQUIA

lunes, 30 de septiembre de 2019


JERARQUÍA – 01/10/2019

Todos los hombres son en un sentido iguales y en otro desiguales. Gran parte de la revolución cultural en curso gira en torno a la división jerarquía e igualdad. Dada la profundidad de esta división, es crucial que entendamos claramente por qué la jerarquía y la desigualdad son buenas.

Todos los hombres son iguales porque son criaturas de Dios, dotados de cuerpo y alma, redimidos por Jesucristo. Por lo tanto, por la dignidad común de todos, tienen el mismo derecho a todo lo que es propio de la condición humana: la vida, salud, trabajo, religión, familia, desarrollo intelectual y así sucesivamente. Una organización cristiana justa económica y socialmente se basa por lo tanto en una característica fundamental de la verdadera igualdad. Pero, además de esa igualdad fundamental, hay desigualdades accidentales entre los hombres puestas por Dios: de virtud, de inteligencia, de salud, de capacidad de trabajo y muchas otras. Cualquier estructura económica y social orgánica y viva tiene que estar en armonía con el orden natural de las cosas. No a la igualdad, sí a la complementariedad. Esta desigualdad natural, por lo tanto, debe reflejarse en que siempre que tengan lo que es justo y merecido, los bien dotados por la naturaleza puedan, por su trabajo honesto y su economía, adquirir más. La desigualdad de la madre y el hijo es accidental. La igualdad y la desigualdad así se compensan y complementan mutuamente, en el desempeño de diversas y armónicas funciones en el ordenamiento de una sociedad justa y cristiana. Esta norma constituye, por otra parte, una de las características más admirables del orden universal. Todas las criaturas de Dios tienen lo que les corresponde de acuerdo a su propia naturaleza y en esto son tratados de acuerdo con la misma norma. Pero, más allá de esto, el Señor da muchísimo a algunos, mucho a otros, y a otros sólo lo que es adecuado. Estas desigualdades forman una inmensa jerarquía, en la que cada grado es como una nota musical que forma parte de una inmensa sinfonía que canta la gloria divina. Una sociedad y una economía totalmente igualitarias, por lo tanto, son antinaturales. Desde esta perspectiva, las desigualdades representan una condición de buen orden general, por lo que redundará en beneficio de todo el cuerpo social, es decir, de los grandes, así como de los pequeños. Esta escala jerárquica está en los planes de la Providencia como un medio para promover el progreso espiritual y material de la humanidad por el incentivo dado a los mejores y más capaces. El igualitarismo trae consigo la masificación, la inercia, el estancamiento y, por tanto, la decadencia, porque todo cuanto está vivo, si no prospera, se deteriora y muere.

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