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Blog Contra-Revolucionario
viernes, 14 de junio de 2019
CHERNÓBIL – 15/06/2019
Lo primero que cabe señalar en la catástrofe de la central nuclear de Chernóbil es el nombre de dicha planta: Lenin. Parecería un mensaje suyo desde el infierno. Ocurrió a las 1,23 horas del 26 de abril de 1986, hace por tanto 33 años.
El presidente Gorbachov, a pesar de que conoció los sucesos a primera hora, no interrumpió su fin de semana y evitó hablar de ello en televisión hasta que pasaron 18 días. Ordenó cortar las redes telefónicas y prohibió a los trabajadores de la central contar lo que había ocurrido. La reacción de los principales líderes de la URSS fue ocultar la tragedia.
El secretismo y las falacias no acabaron después de que aquel desastre hiciera estremecerse a Ucrania. El gobierno de la URSS se empecinó en evitar, a cualquier precio, que las consecuencias del accidente fueran conocidas, entre ellas, que las emisiones nucleares lanzadas a la atmósfera equivalían a 500 bombas de Hiroshima.
En las tres primeras horas tras la explosión, fueron movilizadas varias unidades de bomberos a pesar de que las temperaturas alcanzaron hasta 2.500 grados. Las imágenes que han quedado para la posteridad nos los muestran vestidos únicamente con un traje de goma y unas mascarillas similares a las de los hospitales. Poco podían hacer esos trajes contra la radiación por lo que las bajas fueron muy numerosas.
Los políticos engañaron a miles de personas a fin de que se presentasen voluntarias para ir al tejado de uno de los reactores y desde allí intentar sellar el núcleo del reactor 4 arrojando todos los escombros que encontrasen. También hubo muchos comunistas que fueron obligados por el mismo partido a personarse en la zona. La mayoría desconocía la magnitud de aquello a lo que se enfrentaban. Tan sólo se les dijo que se había producido un accidente en una instalación del gobierno y que tenían que mitigar los daños ayudando en las labores de limpieza. No fueron informados de los riesgos en ningún momento.
Al final, en los siete meses que duraron estas operaciones trabajaron en la central unos 700.000 hombres, 60.000 de los cuales se llevó a la tumba e incapacitó a 150.000 debido a enfermedades como el cáncer.
La nube de polvo radioactivo que salió a la atmósfera se esparció por gran parte de Europa e incluso Norteamérica. En el Pirineo catalán las hojas de los árboles quedaron de un extraño color amarillento de tal manera que parece intentaron ocultarlo con algunos incendios en la zona. En la región llamó la atención las numerosas muertes por cáncer en los años siguientes.
NACHO ALDAY
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