PERISCOPIO
Blog Contra-Revolucionario
jueves, 7 de marzo de 2019
REBELIÓN – 08/03/2019
Es natural que un núcleo de malos no sólo atraiga a sus congéneres por una fuerza de imantación, tan acertadamente descrita por San Juan Bosco, sino por la tendencia a la expansión, inherente a cuanto es intensamente vivo, así como por la necesidad de reclutar soldados para la lucha, para procurar aumentar el número de sus adeptos. La conjugación de esfuerzos resulta de un imperativo natural, que no requiere explicación alguna.
También es obvio que elementos ligados entre sí permanentemente, por afinidad profunda de mentalidades, identidad de objetivos e íntima trabazón de esfuerzos, no tardarán en elaborar un sistema ideológico, un programa y una técnica de acción comunes, y a constituir un órgano directivo. En este momento, estará trazado el itinerario que va del hecho elemental de la existencia de algunos malos que se intuyen recíprocamente y se ponen en contacto, hasta la formación de una asociación. Oculta como la masonería, semioculta como el jansenismo o el modernismo, declarada como el luteranismo o el comunismo, esta asociación se apresta al combate en todos los terrenos, ideológico, artístico, político, social, económico, etc., para la conquista de sus objetivos. En una palabra, hace Revolución.
La causa motriz de toda esta sucesión de fenómenos es el odio al bien, engendrado por la perversión, cuando ésta alcanza cierto nivel de profundidad.
Insistimos en tal aseveración. Y sabemos que, cuando la perversión alcanza tal nivel de profundidad, despierta esa misteriosa capacidad de detección y atracción mutuas que constituyen el punto de partida inicial de toda revolución organizada. Un gran número de personas simpatiza con los buenos, y si cometen algún pecado, lo hacen con vergüenza y tristeza. De gente así, mientras no decaiga mucho moralmente, no ha de recelarse una conjura. En otros, la perversión llega a atacar a fondo la humildad, hasta tal punto que ocasiona una cínica indiferencia ante el pecado, y hasta una rebelión contra los buenos y el bien. Que no se diga que el ser racional es incapaz de odiar el bien.
Huelga recordar aquí los distingos que el asunto comporta. Recordemos sencillamente que, si esto fuese pura y simplemente así, los ángeles malos no habrían odiado a Dios, que es el Sumo Bien. Aparte de esto, tal aversión puede consistir simplemente en una antipatía. Puede ésta, pues, engendrar incomprensiones, fricciones, incidentes, sin por eso dar origen a una conjura o una lucha, pero existen casos que denuncian un estado de espíritu mucho más agresivo. En este sentido, el odio de Caín contra Abel parece característico. Más aún el del Sanedrín contra Nuestro Señor.
EXCERTOS DE COMENTARIOS DEL PROF. PLINIO CORRÊA DE OLIVEIRA
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