PERISCOPIO
Blog Contra-Revolucionario
martes, 12 de marzo de 2019
ESPÍRITU – 12/03/2019
El miedo de las élites decadentes no explica del todo su claudicación. Notorio es que, si revelan tener miedo al extremismo revolucionario, también es manifiesto que emiten ideas pasajeras e involuntarias de simpatía hacia dicho extremismo y, por otra parte, en relación con el radicalismo contrarrevolucionario, no manifiestan miedo, sino una antipatía mal velada y sistemática.
Además, esta simpatía y antipatía, tan estables e impulsivas, tienen que desempeñar forzosamente un papel que sería equivocado subestimar, teniendo en cuenta la actitud de los revolucionarios moderados. Aparte de eso, ¿cómo se explica esa simpatía? ¿A qué obedece? Los moderados, aparentemente tan apegados al dinero, a la salud y a los placeres del espíritu revolucionario, sólo temen a unos pocos contagios. ¿Será que ellos, en este caso, son idealistas abnegados, en el mal sentido de la palabra? Las apariencias dirían que no. Pero los hechos, bien observados, demuestran que éstas lo son en cierto modo, y que ese “idealismo” desempeña un profundo papel en su psicología y actitudes. ¿De qué modo?
El espíritu revolucionario constituye una grave deformación doctrinal y moral. Y esto, a pesar de coexistir en muchos casos, con costumbres incontaminadas y una indiscutible probidad en los negocios. San Pío X, en la Encíclica Pascendi, hizo notar este particular, en lo que respecta a los modernistas. Quien tenga este espíritu, aunque sea por participación, se incorpora a la misteriosa dinámica del mal. En su forma moderada, el espíritu revolucionario, si no suscita aquella capacidad de mutuo conocimiento y articulación dinámica, produce un fenómeno análogo, pero más débil. Este fenómeno es una antipatía profunda, aunque discreta y sutil, contra todo lo que se opone a la Revolución. Tal antipatía tiene de particular el hecho de que casi nunca se engaña, y que cualquier manifestación del espíritu contrarrevolucionario, aunque leve y velada, la discierne, rechaza, y hasta la hostiliza. Es por esto que, sin llegar a tomar la iniciativa de sacrificar sus intereses en pro de la Revolución, acepta, sin más protestas, este sacrificio, y quizá se consuela con ello, por el mero hecho de que su profunda antipatía frente a la Contrarrevolución quede satisfecha con los progresos de la Revolución.
El hecho es espantoso. Y sería, incluso, increíble, si no fuese patente en el mundo entero. Cuántas estirpes aristocráticas o burguesas hay, destrozadas y expulsadas por la Revolución, que renuncian a cualquier lucha y viven resignadas y casi alegres, en una situación oscura y casi proletaria, perfectamente integradas en el mundo revolucionario, del cual son víctimas. Recuérdese el caso del rey Alfonso XIII, en la foto marchando al exilio. Por esto se ve que no es el interés el que guía a la Historia, y que ésta no es, sobre todo, un gran conflicto de intereses, sino de principios, una lucha entre la verdad y el error, entre el bien y el mal, la luz y las tinieblas.
EL PRESENTE ARTICULO CONTIENE ENTRE OTRAS COSAS ALGUNOS EXCERTOS DE COMENTARIOS DEL PROF. PLINIO CORRÊA DE OLIVEIRA SIN SU REVISION.
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