13 de febrero de 2017
¿Por qué la XL tiene que ser más grande que la L?
¿Por
qué la XL tiene que ser más grande que la L?
Ha comenzado a circular, con la boca pequeña y
entre guiños, la propuesta de adoptar el latín como lengua oficial de Europa
EL PAIS - JORGE
MARIRRODRIGA
Vista general del Parlamento Europeo. VINCENT KESSLER REUTERS
Algo ha comenzado a cambiar de manera
imperceptible en la cabeza de muchos europeos. La decisión de los británicos de
abandonar el proyecto europeo y la de los estadounidenses de optar por un
aislacionismo político similar al existente antes de la I Guerra Mundial
está haciendo variar la percepción respecto a la lingua
franca del
siglo XXI. Estamos comenzando a mirar de otra forma al inglés. Claro que una
hirundo non facit ver. Una golondrina no hace verano.
Reconozcámoslo, lo nuestro con el inglés
nunca ha sido un camino de rosas. Un colega aseguraba —con razón— que el inglés
le servía para comunicarse con cualquier persona del mundo, siempre y cuando
esta no fuera ni británica, ni australiana, ni norteamericana (salvo con
mexicanos, que también son Norteamérica).
Tenemos el récord europeo de primeros
ministros incapaces de comunicarse en esa lengua durante el ejercicio de su
cargo. Esto otorga una ventaja inestimable en los corrillos de las cumbres en
Bruselas a los jefes de Gobierno de Lituania, Malta o Chipre. El de España
siempre aparece en las fotos sentado solo y concentradísimo mirando unos
papeles mientras los demás comparten risas. Tal vez cuentan chistes de
españoles. Pero nuestro representante asegura que estamos en la pomada. Homines
libenter quod volunt credunt. Los hombres creen lo que quieren creer.
Ahora, a lomos del éxito de un libro de un
profesor italiano, ha comenzado a circular, con la boca pequeña y entre guiños,
la propuesta de adoptar el latín como lengua oficial de Europa, en respuesta al
plantón anglófono. La cosa tiene su punto gamberro de resistencia al sistema.
Así, por ejemplo, podríamos comenzar por
escribir en todos los formularios oficiales la fecha en números romanos, o
presionar a las marcas de ropa para que la talla XL no sea mayor que la L, o
hacer que los aeropuertos anuncien sus vuelos en latín, o exigir que se
renombren las autovías, haciendo además que los GPS hablen latín. Que no es
igual ir a Salou por la AP-7 que a Salauris por la Vía Augusta. Y,
naturalmente, nuestro representante en Eurovisión debería cantar en latín. El
corte de mangas es opcional.
Pero, tomada seriamente, tal vez no sea una
buena idea. Y por una cuestión de fondo. El latín, pese a quien pese, en más de
XX siglos nunca ha sido una lengua de exclusión, sino de inclusión. Hasta hace
muy poco fue la lengua de la ciencia, de la religión y de la ley. Ya los
romanos tenían la suficiente seguridad en sí mismos para no preocuparse por
quién lo aprendía, y no necesitaban contestar con el arma del idioma a nadie.
El latín es mucho más grande que el Brexit y Trump y no merece ser hablado contra
nadie. Lo de Britannia es habitual a lo largo de la Historia. Boadicea siempre acaba perdiendo. Roma vincit!
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