3 de febrero de 2017
El peligro de hablar en español en Estados Unidos
El
peligro de hablar en español en Estados Unidos
El uso de esta lengua, hablada por 40 millones de
personas, no para de crecer. Es dudoso que Trump logre invertir esa tendencia
Valla publicitaria con una bandera de EE UU
que tapa parte del anuncio en español. GLENN KOENIG (GETTY IMAGES) QUALITY
Entre los 308 millones de estadounidenses
censados, hay 57 millones de latinos, de los que 40 son hispanohablantes. El
resto tiene un conocimiento desigual, aunque patente, de nuestro idioma. Estos
datos de conjunto ponen de relieve una constante histórica: la capacidad de
resistencia del español frente a un entorno institucional que, como sucede
ahora, le ha sido a veces hostil. Las leyes encaminadas a erradicar la
educación bilingüe han acabado sistemáticamente en fracaso, porque el uso del
habla depende del pueblo y no se puede legislar.
Son innumerables los datos de toda índole
que dan fe de la vitalidad del español en Estados Unidos, desde su uso en el
entorno familiar y comunitario hasta su presencia en los medios, sobre todo la
televisión. Su fuerza es, asimismo, muy considerable en el entorno académico
universitario. ¿Qué significa entonces la noticia de la eliminación del español de la web de la Casa Blanca, que luego ha
quedado atemperada con la vuelta del idioma al Twitter oficial de la residencia
de Trump?
En un vídeo de 1960 que se puede encontrar
fácilmente en YouTube y que visto hoy resulta entrañable, Jacqueline Kennedy se dirige en español a los hispanos, pidiéndoles el voto para su
marido, entonces senador. No es un caso aislado. En el más de medio siglo
transcurrido desde entonces, las intervenciones en español han tenido lugar con
cierta regularidad en el entorno presidencial, independientemente del partido
que ocupara el poder. Todo el mundo recuerda los esfuerzos de George W. Bush
por congraciarse con los hispanos en nuestro idioma. Obama juzgó importante que
la página presidencial hiciera justicia a la realidad bilingüe de EE UU,
integrando al español en su diseño, por puro sentido de la realidad. El
español no es lo único que ha desaparecido de la web presidencial también
lo han hecho las alusiones a Cuba, al cambio climático, o al tratado nuclear
con Irán, entre otras cosas.
Negar la importancia del español en aquel
país es un disparate equiparable a negar el cambio climático, cosa que por lo
demás la nueva Administración hace con total impunidad. El peso histórico,
político, social, económico y cultural del español en el país norteamericano es
un hecho incuestionable, sólo que los hechos no cuentan para una agenda que
ignora de manera sistemática la realidad.
Por lo que se refiere a la fuerza
demográfica de las comunidades latinas de EE UU, Gabriel García Márquez resumió
lapidariamente la situación hace años cuando afirmó: "No somos nosotros
quienes vinimos a Estados Unidos. Fueron los Estados Unidos quienes vinieron a nosotros".
¿Y cómo lo hicieron? Mediante una simple operación de compraventa. En 1848,
tras un conflicto bélico fulminante, México cedía la mitad de su territorio a
su vecino del norte por 15 millones de dólares en virtud del Tratado de
Guadalupe-Hidalgo. De la noche a la mañana una ingente masa de población
hispanohablante pasó a formar parte del territorio del Norte, no sin que la
toponimia se erigiera en testigo mudo del atropello. En Las
sergas de Esplandián (1510), novela de caballerías de Garci Rodríguez de Montalvo, California
es una isla habitada por mujeres negras súbditos de la reina Calafia. Nombres
como Los Ángeles, San Francisco, Nevada, Colorado entre otros muchos, cada uno
con su propia historia, son parte del corolario. Si la geografía es inequívoca,
no cabe decir lo mismo de la historia, que los anglosajones siempre han contado
mal, priorizando la visión de un movimiento expansivo horizontal de costa a
costa, en dirección oeste.
La visión hispánica, centrada en el examen
de un eje vertical Sur-Norte, ha sido resaltada por investigadores como el
profesor Fernández Armesto, en Nuestra América (el título, como es sabido, procede de
Martí), pero es sistemáticamente ignorada. Más datos. California, que a veces acaricia el sueño de la independencia es, además del
Estado más rico de la unión, un territorio preeminentemente hispanohablante. En
Miami se puede prescindir por completo del inglés (eco quizá de otro dato
revelador: el primer texto literario sobre lo que hoy es territorio
estadounidense es una descripción en español de Florida escrita por Cabeza de
Vaca en 1542). Un hecho importante que conviene resaltar es que, en contra de
lo que se suele afirmar, invocando estadísticas imprecisas, el uso del español
no decrece de una generación a otra de manera lineal, porque lo contrarresta el
constante flujo de nuevos inmigrantes. Otros idiomas, como el yiddish, en tiempos muy extendido en lugares como
Nueva York, han desaparecido sin dejar huella: el español, por el contrario, no
ha dejado nunca de crecer, tendencia que se propone interrumpir la nueva
Administración. En la cambiante historia de las relaciones de los
hispanohablantes de Estados Unidos con su lengua materna se pasó del complejo
de inferioridad a una fase de afirmación y orgullo. Ahora hay un elemento
adicional: el miedo. Hablar en español en público puede ser peligroso ante la
amenaza de una ola masiva de deportaciones.
Eduardo
Lago es
escritor y exdirector del Instituto Cervantes en Nueva York.
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