PERISCOPIO
Blog Contra-Revolucionario
domingo, 5 de mayo de 2019
RICHELIEU – 06/05/2019
Sacado al azar de la inmensa producción artística de los siglos pasados tenemos aquí un cuadro que representa un hombre en su madurez. Y mucho más que el físico de este hombre, su estado de espíritu, su carácter moral.
Es Richelieu, pintado por Philippe de Champaigne, en tres actitudes diferentes. Todas las cualidades y también los defectos del gran estadista se reflejan en este admirable estudio, en que el alma humana pudo ser retratada en lo que tiene de más íntimo, vivo y sutil, sin que el artista necesitase recurrir a deformaciones que degradan la propia naturaleza humana como suele ocurrir en el arte moderno.
Que haya en el universo deformidades físicas y morales terribles, y que sea lícito al artista representarlas, siempre que no se ofenda las buenas costumbres, nadie lo contesta. Sin embargo, pintar sólo el horror, no pintar ni esculpir más que para deformar, como si el universo fuese sólo un receptáculo de ignominias, es lo que revela un estado de espíritu equivocado, y una concepción indiscutiblemente falsa y peligrosa, sea de los hombres o del mundo. Esta tendencia para lo hediondo tiene en su raíz una visión desesperada y blasfema de la creación, que es obra de Dios. Las pinturas o esculturas hechas bajo la influencia de esta visión deforman el alma y los ambientes impregnados de este estado de espíritu sólo pueden degradar al hombre, extinguiendo en él todos los brotes de inteligencia y de voluntad para un ideal verdaderamente noble, puro y elevado. Huyendo de copiar la realidad con las formas en que las ve habitualmente el ojo humano, la representan con alteraciones destinadas a manifestar el aspecto más profundo. Tomado en tesis, este proceso nada tiene de malo. Sin embargo, llama la atención que, cuando alteran los aspectos corrientes de la realidad, muchos artistas, de los más típicamente modernos, de hecho, deforman la realidad casi hasta lo horrendo. Así, en los cuadros modernos, no es difícil encontrar figuras humanas totalmente cónicas, cabeza minúscula, hombros poco más anchos que la cabeza, cintura mucho más ancha que los hombros, piernas que parecen ir ensanchándose hasta el tobillo en el cual se entroncan pies literalmente inmensos. En ciertas esculturas, los cuellos no son sólo gruesísimos, sino deformados, presentando en uno u otro punto bocios alarmantes.
EXTRACTOS DE COMENTARIOS DEL PROF. PLINIO CORRÊA DE OLIVEIRA AUTORIA DE NACHO ALDAY SIN REVISION DEL AUTOR.
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