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Blog Contra-Revolucionario
viernes, 17 de mayo de 2019
CAFÉS – 18/05/2019
Las viejas revistas tienen a veces un encanto profundo. Incluso, o sobre todo, cuando de ellas nos llegan sólo hojas sueltas, sin fecha definida, que nos traen andrajos de un pasado remoto como el de la parisinaL'Illustration Universel con un artículo titulado asiduos al Café Valois, firmado por Belloy, cuya memoria el tiempo tragó. ¿De qué época datan estas hojas? Los elementos que nos proporcionan son de los más vagos, entre 1860 y 1870.
De cualquier manera, ellas tienen el mérito de evocar para los lectores contemporáneos ciertos valores de la convivencia social, que desaparecieron a medida que se constituían las grandes ciudades del siglo pasado y de los cuales no quedan ni siquiera vestigios en el gran público de las babeles de cemento, hierro y asfalto de nuestros días. Valores preciosos que hacen humana la convivencia social y que resultan del hecho de que otrora la civilización se centraba alrededor de los bienes del alma, más que de los del cuerpo. Mientras que posteriormente el materialismo fue moldeando cada vez más las costumbres y las instituciones.
Como incitación a reaccionar contra esa situación, que hace sufrir tantos espíritus nobles y comprime dolorosamente tantas energías sanas, nos hacemos eco de esas hojas.
Después de evocar lo pintoresco de los cafés parisinos del siglo XIX, centros unos de vida social exquisita y otros de una efervescencia ideológica riquísima, el articulista lamenta que ellos hubieran sido sustituidos por cafés más nuevos, de un lujo pesado y banal, sin ninguna expresión que no sea la de un establecimiento en el que los clientes sólo piensan en comer o beber y los propietarios sólo piensan en ganar dinero.
En contraposición a ese ambiente materializado, el artículo evoca los tipos pintorescos y las relaciones profundamente afables y confiadas que eran frecuentes en los cafés antiguos.
Por ejemplo, el comendador Odoard de La Fère, a medio día en punto, cuando sonaba el cañón del Palacio Real, aparecía en el umbral de la puerta deteniéndose un momento mientras paseaba por el salón una mirada afable seguro de sí mismo. Con la mano derecha firmemente apoyada en una bengala, con empuñadura de porcelana blanca y azul, echaba para atrás con un gesto de la mano izquierda su vieja capa de marrón descolorido. Eso era como una señal y el camarero, en un tono respetuosos y con voz de barítono, anunciaba gravemente: el comendador Odoard de la Fère, el chocolate con la crema de costumbre. Y otro camarero retransmitía a la cocina la fórmula sacramental. Después de un amistoso saludo de cabeza se ponía a saborear la taza de chocolate con nata junto a la cual le ponían una lechera caliente.
Y no se piense que esas pequeñas atenciones eran un privilegio pues cada uno era mimado de análogas maneras.
EXTRACTOS DE COMENTARIOS DEL PROF. PLINIO CORRÊA DE OLIVEIRA AUTORIA DE NACHO ALDAY SIN REVISION DEL AUTOR.
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