PERISCOPIO
Blog Contra-Revolucionario
martes, 29 de enero de 2019
NACHO ALDAY - EJECUCIÓN – 30/01/2019
La ejecución de Luis XVI tuvo lugar el 21 de enero de 1793, cuatro días después de que la Convención Nacional le sentenciase a muerte en una votación casi unánime y fue uno de los acontecimientos más importantes de la Revolución francesa.
El rey se despertó a las 5 de la mañana y se vistió asistido por su ayudante. Posteriormente se reunió con el sacerdote irlandés no juramentado Edgeworth para confesarse. Oyó su última misa y recibió la comunión. A las 7 expresó sus últimas voluntades al capellán, su anillo con el sello real sería destinado al delfín y su anillo de bodas a la reina, tras lo cual recibió la bendición. A su salida de la prisión del Temple, donde la familia real llevaba recluida desde el mes de agosto, el rey se sentó en un coche de caballos destinado a su servicio estacionado en uno de los patios del edificio. El sacerdote se sentó a su lado, mientras dos militares ocuparon los asientos opuestos. El carruaje salió de la prisión sobre las 9.
Durante más de una hora, la comitiva, precedida por el redoblar de tambores destinado a silenciar cualquier muestra de apoyo al rey y escoltado por una tropa de caballería con sables desenvainados, realizó el trayecto hasta la plaza de la Revolución, que en la actualidad es llamada absurdamente plaza de la Concordia, siguiendo un trayecto a cuyos lados se agolpaban alrededor de 80.000 personas entre hombres armados, soldados de la Guardia Nacional y “sans culotes”, los desarrapados.
A las 10 el carruaje llegó a la plaza y se adentró en la zona donde había sido erigido el cadalso que se hallaba rodeado por una multitud armada con picas y bayonetas. Después de que su cabello fuese cortado y el cuello de la camisa retirado, el rey fue subido al cadalso. Una vez allí avanzó con paso firme e intentó pronunciar un discurso ante la multitud diciendo que moría inocente de los crímenes que se le imputaban, pero fue interrumpido por el sonido de los tambores temiendo un levantamiento del pueblo en ese último momento. Tras negarse inicialmente a que sus manos fuesen atadas, Luis XVI cedió ante la propuesta del verdugo de emplear su pañuelo en lugar de una cuerda. El monarca fue entonces tumbado sobre la plancha de madera de la guillotina, siéndole colocado un cepo con forma de media luna sobre el cuello para mantener fija la cabeza, tras lo cual la cuchilla cayó. Pasaban 21 minutos de las 10. Hubo testigos que afirmaron haber oído en ese momento a su confesor decir: subid al Cielo hijo de San Luis. Uno de los ayudantes del verdugo mostró la cabeza real a la gente, mientras se gritaba ¡viva la nación, viva la república! y se escuchó una salva de artillería anunciando el fin de la monarquía que llegó a los oídos de la familia real encarcelada.
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