2 de julio de 2017
Un Rey en el «gallinero» A Don Juan Carlos se le ofreció seguir la ceremonia desde la tribuna de invitados, y prefirió no asistir
A Don Juan Carlos se le ofreció seguir la ceremonia desde la tribuna de invitados, y prefirió no asistir
El problema estalló el miércoles de la peor forma posible. Don Felipe y Don Juan Carlos transmitieron una imagen de enfrentamiento que no se corresponde con la realidad, y la Corona se presentó ante la opinión pública como una institución sometida al protocolo por encima del sentido común, algo que tampoco es cierto. A la Casa del Rey le llovió un chorreo de críticas por no haber evitado un problema previsible, pero que encerraba más dificultades de las que han transcendido.
La noticia era que el Rey que trajo la democracia a España, el Rey que se despojó de sus poderes para devolver la soberanía al pueblo, había sido excluido de la celebración del 40 aniversario de las primeras elecciones. España celebraba por todo lo alto el momento estelar del reinado de Don Juan Carlos, pero sin Don Juan Carlos, que a sus 79 años seguía los acontecimientos decepcionado desde el Palacio de La Zarzuela.
La celebración de esa efeméride se había torcido desde el principio. El primer error fue fijar la moción de censura para el 13 de junio, lo que impidió que el aniversario de las elecciones se celebrara el día 15, que era exactamente la fecha histórica. Por eso, la presidenta del Congreso, Ana Pastor, tuvo que aplazarlo y la Casa del Rey eligió el 28. En ese momento, Zarzuela pidió a Don Juan Carlos y a Doña Sofía que reservaran esa fecha, y así lo hicieron.
Después había que elegir el formato del acto y, en un principio, se pensó en celebrar una sencilla ceremonia en el Salón de los Pasos Perdidos del Congreso, a la que estaba previsto que asistieran los Reyes y los padres del Rey. Sin embargo, la ocasión histórica requería algo más solemne y finalmente se optó por copiar el formato del 30 aniversario, con discursos del Rey y del presidente del Congreso.
Fue entonces cuando se comunicó a Don Juan Carlos que el acto se celebraría en el hemiciclo. Ello implicaba alguna dificultad protocolaria, pero no insalvable, porque iban a coincidir dos Reyes en las Cortes, algo muy excepcional. La última vez que ocurrió algo parecido fue hace más de un siglo, el 17 de mayo de 1902, cuando coincidieron en el Hemiciclo del Congreso la Reina Regente María Cristina y su hijo Alfonso XIII, que estrenaba su reinado.
Cuando Don Juan Carlos fue informado del nuevo formato del acto, él mismo rechazó asistir porque, dijo, no quería seguir la ceremonia desde «el gallinero». Con esta expresión, se refería a los asientos de la tribuna de invitados del Congreso de los Diputados en cuyo espacio central, tras el reloj, se suele habilitar el Palco Real. Desde allí, Doña Sofía siguió la proclamación de Don Felipe. Sin embargo, nunca se ha visto allí sentado a un Rey. De hecho, hace tres años, cuando aún no se sabía si Don Juan Carlos asistiría o no a la proclamación de su hijo, la propia Zarzuela aseguró que la tribuna de invitados no era un lugar adecuado para el Rey Don Juan Carlos.
Tampoco Don Juan de Borbón ocupó esta tribuna cuando asistió a la jura de la Constitución por parte del Príncipe de Asturias. En aquella ocasión, el Conde de Barcelona siguió la ceremonia desde la tarima presidencial, a la derecha de los Reyes, junto a las Infantas Doña Elena y Doña Cristina. Aunque Don Juan sí contempló desde la tribuna la sanción de la Constitución en 1978.
La cuestión del protocolo la habría resuelto con mano izquierda la Casa del Rey, una institución experta en esos menesteres y consciente de que el protocolo nunca debe ser un problema, sino una solución. De hecho, así se ha venido haciendo durante los tres últimos años en las ceremonias en las que los dos Reyes han coincidido en el Palacio Real, en el del Pardo o en el Monasterio de El Escorial. También en la Escuela Naval Militar de Maríncoincidieron dos Reyes-Capitanes Generales de los Ejércitos el pasado 2 de junio, y el protocolo militar se supo adaptar a las circunstancias.
Pero llegó el miércoles, ocurrió lo previsible y se puso de manifiesto la necesidad de normalizar la presencia de Don Juan Carlos y Doña Sofía en la vida pública, así como su lugar protocolario, que debe estar siempre a la altura de lo que representan. Una cuestión difícil de abordar porque aún pesan las circunstancias que llevaron a Don Felipe a marcar diferencias con el reinado anterior. Ello le corresponderá al nuevo Rey y a su mano derecha, Jaime Alfonsín, que ante unas dificultades sin precedentes han sido capaces de recuperar la popularidad de la Corona a unos niveles cercanos a los de los mejores tiempos.
No obstante, el clamor que ha estallado esta semana, primero en la sede de la representación de la soberanía nacional y después en los medios de comunicación y en la opinión pública, es un indicio de que los logros institucionales de Don Juan Carlos están haciendo olvidar sus errores personales. Algo que también era previsible que ocurriera, tarde o temprano.
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