7 de julio de 2017
LEONOR DE BORBÓN: ASÍ ES LA FUTURA REINA DE ESPAÑA
08 / 06 / 2017 Lara Alba
Lee a Stevenson y Carroll, le gustan las películas de Kurosawa, domina el inglés y tiene una perrita llamada Sara.
Leonor de Borbón Ortiz no era hace 35 años, cuando la revista TIEMPO salió a los quioscos en 1982, ni brizna de algo, ni idea proyectada ni planificada, ni era, en realidad, nada, como es natural. Hace 35 años la foto de la Familia Real española se parecía poco a la de hoy. Felipe tenía 14 años, peinaba largos mechones rubios y le entregaba en Oviedo el premio Príncipe de Asturias a Miguel Delibes. Un año antes, el 3 de octubre de 1981, pronunciaba en ese acto sus primeras palabras en público y resaltaba que esa ceremonia de entrega de los galardones simbolizaba una gran esperanza de futuro.
Hoy, el Rey se asoma a los 50 años rodeado de su personal guardia pretoriana: tres mujeres, tres, que lo secundan en lo familiar y en lo institucional. Su esposa, la reina Letizia, y sus dos hijas, Leonor y Sofía. Es la mayor la que ocupa el primer lugar en la línea de sucesión. Es por ello la que despierta más curiosidad entre una sociedad que quiere saberlo todo de todo, en un mundo en el que la información se ha desbocado y circula con una velocidad vertiginosa y, en ocasiones, con dudosa orientación en cuanto al rigor y a la responsabilidad.
De ahí que los equilibrios de sus padres por lograr que las dos niñas tengan una infancia tranquila chocan, a menudo, con los requerimientos permanentes e insaciables de medios de comunicación deseosos de relatar hasta el detalle más nimio sobre la vida de Leonor y Sofía.
Leonor es lo que parece: tranquila, serena y observadora. El 31 de octubre cumplirá doce años. Termina este año la etapa de Primaria y camina hacia la adolescencia de la mano de unos padres que, desde siempre, le han dado naturalidad a la condición singular de haber nacido Infanta de España y estar avalada por la Constitución para asumir en su día la Jefatura del Estado.
Es buena estudiante, pero destaca sobre todo por su impecable y estricto sentido de la responsabilidad, una virtud que a veces prioriza renunciando a juegos y ocio para llevar siempre al día sus deberes. No falla ni en sus obligaciones familiares ni en las educativas.
Todo el mundo muestra interés por conocer cómo es exactamente su rutina diaria, qué siente, qué piensa, cómo se está formando, qué libros lee o cuántas veces ve a sus abuelos y otros familiares a la semana. Para su entorno familiar más íntimo, la divulgación de este tipo de detalles es irrelevante e incluso pueden resultar morbosos si representan un manoseo de la vida privada de una niña que, como todas las personas de 11 años de este país, despierta a la vida con ilusión y energía.
La hemos visto formal y sonriente en un buen puñado de actos institucionales junto a sus padres y su hermana. Se divierte como lo hacen las niñas de su edad: con su propia familia, compartiendo lecturas, juegos y películas; y, por supuesto, con sus amigas, ya sea en la casa de La Zarzuela o en los domicilios de ellas, dentro de la más fluida naturalidad, confianza y sencillez, sin ningún tipo de boato ni ostentación.Sus padres se encargan de que el cine y los libros refuercen su formación educativa: una película puede sembrar imágenes evocadoras y poderosas que ayudan a formar en ocasiones el carácter con más eficacia que las lecciones de una pizarra electrónica. Las obras cinematográficas del director japonés de animación Hayao Miyazaki (El viaje de Chihiro) o la bella Dersu Uzala, de Akira Kurosawa, un ejemplo limpio del valor de la amistad y de la naturaleza, son piezas delicadas de la creación más selecta que, según ha confesado su madre en algún corrillo, dotan de valores las mentes en formación de cualquier niño de esa edad.
Los comentarios públicos de los Reyes van siempre en el mismo sentido: la educación formal y convencional es necesaria, pero el acceso a un conocimiento más amplio y profundo excede de esas fronteras. Por eso, y lo dicen sin restricción alguna, amplían las lecturas obligatorias del colegio con obras de autores como Roald Dahl; James M. Barrie, padre del personaje Peter Pan; Lewis Carroll, autor de Alicia en el país de las maravillas; J. R. R. Tolkien y sus novelas como El señor de los anillos; Charles Dickens, el gran narrador de cuentos; o Robert Louis Stevenson y su Isla del tesoro. Y es edad también de empezar poco a poco a bucear en los escritores estadounidenses del siglo XIX, como Nathaniel Hawthorne y Edgar Allan Poe, o en el checo del siglo XX Frank Kafka.
Teatro alternativo
Se ha visto a Leonor y Sofía con su madre en la Filmoteca de Madrid para asistir a la proyección de El mago de Oz, de Víctor Fleming. Y en los documentales de animación europea de los cines Verdi. Y en teatros alternativos como las salas Cuarta pared o La escalera de Jacob. ¿Da esto una idea del alcance de una educación abierta, con las convenientes dosis de convencionalismo y de singularidad que las dos niñas reciben?
El objetivo es estar ancladas con amor y pasión a su país, España, y poner el foco de su visión muy alto, sin cortapisas, sin estrecheces. Así es la guía que subyace en la intención educativa de sus padres, preocupados sobre todo por su bienestar, su formación en valores y una comprensión profunda del tablero y de la realidad que les ha tocado vivir, sin distorsión ni censura.
Leonor, como también Sofía, estudia varios idiomas. Ya habla, lee y entiende el inglés perfectamente. Se adentra en el chino y tiene conocimientos de otras lenguas del Estado. Recibe clases de música, se siente atraída por el esquí, practica ballet y maneja con facilidad los principios básicos de la robótica y la programación. Le gustan los animales y tiene una perrita labrador llamada Sara.
En su rostro refleja la dulzura de una niña con una atracción innata por la reflexión y que se toma su tiempo hasta para la tarea más corriente. Dicen que esta templanza que desprende en su forma pausada de hablar, en su tono de voz y en sus movimientos proviene de su padre, hombre moderado y prudente. Y es Sofía quien se adorna con la viveza y el dinamismo de su madre.
Como sea, conocemos a Leonor desde los siete días de vida y la vemos ahora, casi 12 años después, como una niña alegre y sosegada a la que se le observa con excesivo detalle y minuciosidad. Es la niña a la que, probablemente, la historia reserve el lugar de Jefa del Estado español en algún momento de la segunda mitad del siglo XXI. Ya empieza a ser consciente de la responsabilidad que puede asumir en el futuro y sabe también que la ejemplaridad debe y tiene que ser para ella la raíz de todas las virtudes.
Opinión
Las funciones de la heredera
Antonio Torres del Moral
Catedrático de Derecho Constitucional
La figura del Heredero en una monarquía está siempre desdibujada porque no suele tener atribuidas funciones importantes, y las que tiene reconocidas son nominales. Así, por ejemplo, en el Reino Unido y en Bélgica los hijos del Rey pertenecen a la Cámara Alta, aunque no suelen asistir (así lo hacían también los textos españoles de 1837, 1845 y 1876), y la Constitución noruega prevé la asistencia del Heredero al Consejo de Ministros y su eventual presidencia, facultades que, con buen criterio, tampoco ejerce.
La única función, meramente eventual, que le reconoce la Constitución española vigente, artículo 59.1 (también con claros precedentes en el constitucionalismo comparado y en el histórico español), es la asunción de la Regencia si es mayor de edad y el Rey se encuentra inhabilitado para el ejercicio de sus funciones, y solo por el tiempo que dura esta situación.
Así, pues, conforme al ordenamiento español vigente, el cometido principal de la princesa Leonor es el de ir formándose adecuadamente hasta que le llegue la hora de suceder al Rey. No parece que esta fuera, en su momento, la mejor opción constitucional posible; recuérdese la enorme actividad que desplegó don Felipe, mientras fue Príncipe de Asturias, sin cobertura jurídica o con una inadecuada, dando conferencias en universidades extranjeras, entrevistándose con jefes de Estado, realizando visitas oficiales (¿cómo de oficiales si no tenía oficio?) a Comunidades Autónomas y un extenso etcétera.
Hace tiempo que vengo abogando en vano por la adopción de un estatuto jurídico del Heredero. Actualmente, igual que ocurre con la preferencia sucesoria del varón, esta cuestión ha perdido visibilidad por la minoría de edad de la princesa. Pero llegará el momento en que ambos retoques sean de nuevo necesarios y lo prudente sería anticiparse a los acontecimientos para evitar posibles problemas.
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