6 de octubre de 2016

EL PAIS: EDITORIAL ¿A qué juega el PP?

¿A qué juega el PP?
El presidente tiene que declarar ya su disponibilidad para la investidura
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El portavoz del PP en el Congreso, Rafael Hernando, en el pleno celebrado el 5 de octubre.
El portavoz del PP en el Congreso, Rafael Hernando, en el pleno celebrado el 5 de octubre. KIKO HUESCAEFE

Primar tan descaradamente los intereses de su partido por encima de los de España es lo último que cabía esperar del PP, la fuerza política que se presenta sistemáticamente como adalid de la estabilidad. Sin embargo, esto es lo que se desprende de las declaraciones realizadas por su portavoz parlamentario, Rafael Hernando, quien disparó ayer las alarmas sobre la formación de Gobierno al afirmar que ya no se conforma con una mera “abstención estratégica” o técnica del PSOE para permitir la investidura de Mariano Rajoy, sino que reclama “compromisos” que garanticen la estabilidad de la legislatura. El endurecimiento coincide con otros mensajes procedentes del mismo sector político, en el sentido de que el presidente en funciones debe ir a la investidura solo si obtiene una promesa de apoyo a los próximos Presupuestos Generales del Estado, entre otras condiciones.

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A la vista de estos planteamientos, urge un pronunciamiento del propio Rajoy sobre su disponibilidad a presentarse a la reelección parlamentaria. El presidente en funciones siempre ha exigido que se le permita gobernar como solución para no prolongar de manera indefinida el bloqueo político y evitar la convocatoria de otras elecciones navideñas, en lo cual ha enfatizado que debían comprometerse todos los grupos políticos. ¿Qué ha cambiado en pocas semanas para que el alegado sentido institucional dé paso a tan duras exigencias? No hay más hecho nuevo que la crisis interna del PSOE. Es inaceptable que dirigentes responsables del Partido Popular caigan en la tentación de plantear lo que tiene todo el aspecto de un chantaje político: o el PSOE les apoya en el conjunto de la legislatura —renunciando prácticamente a ejercer de oposición— o habrá nuevas elecciones generales, de las que sería víctima la debilitada organización socialista. El ánimo ventajista y oportunista que se desprende de esta actitud nos merece todos los reproches.

Mientras tanto, crece la inquietud de la ciudadanía por la falta de Gobierno, como pone de manifiesto el último sondeo facilitado por el CIS, que además refleja la preocupación de los españoles por todo lo que tiene que ver con la clase política. Solo el paro supera al desprestigio de los políticos y a la corrupción como principales problemas. El 87,1% de los españoles considera que la situación política del país es ahora mala o muy mala, cuando en el anterior barómetro (del mes de julio) esa sensación era 10 puntos inferior. El hartazgo y el desgaste por un bloqueo que no se resuelve pasan factura. Y el partido más votado no puede prestarse a colaborar al cuestionamiento del sistema constitucional.

Basta de juegos. Quedan poco más de tres semanas para que el Congreso pueda elegir a un presidente del Gobierno, único modo de alejar definitivamente el grotesco recurso a las terceras elecciones generales en un año. El presidente del PP tiene que decir claramente que va a ir a la investidura en las condiciones en que aceptó el intento anterior, esto es: con el apoyo de Ciudadanos y la abstención socialista. A lo que desde luego no está autorizado es a prolongar la interinidad ni la incertidumbre.


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