12 de diciembre de 2016
ANDREA RIZZI - ANÁLISIS La disolución de la izquierda occidental
ANÁLISIS
La
disolución de la izquierda occidental
Hace 20 años, la socialdemocracia empezaba un
periodo de gran auge. Hoy está en desbandada, dividida sobre cómo responder a
los desafíos de la era global
ANDREA RIZZI – EL PAIS
Manuel Valls, candidato a representar los socialistas en las
presidenciales francesas. VINCENT KESSLERREUTERS
A pasos agigantados, la dicotomía
izquierda/derecha pierde protagonismo en la política occidental frente a la
creciente centralidad de la dicotomía sociedades abiertas/cerradas. El choque
de visiones sobre la gestión de la globalización, de los flujos migratorios, el
libre comercio, la pervivencia de derechos socioeconómicos establecidos en
otras décadas ocupa el ágora y desdibuja categorías políticas pasadas, forjando
imprevistas alianzas entre izquierda y derecha extrema –y entre moderados de
ambos bandos-. La izquierda occidental, dividida y en busca de una nueva
identidad, parece sufrir especialmente esta transición.
Hace justo 20 años, en Europa empezaba una
poderosa crecida de unas izquierdas moderadas y reformistas. En 1996
conquistaba el poder en Italia Romano Prodi; en 1997, Tony Blair desembarcó en
Downing Street y Lionel Jospin se convirtió en primer ministro de Francia
(aunque bajo la presidencia de Chirac); en 1998, Gerhard Schröder se hizo con
la cancillería alemana. Todo ello, mientras al otro lado del Atlántico
gobernaba Bill Clinton, y otros importantes países europeos como Holanda,
Suecia o Austria eran liderados por socialdemócratas. Veinte años después, las
izquierdas occidentales se hallan en estado de desbandada.
Matteo Renzi acaba de dimitir
en Italia; en Reino Unido Jeremy Corbyn entusiasma a la militancia pero el
laborismo es menos influyente que nunca en décadas; en Francia es probable que la
izquierda no logre pasar siquiera a la segunda vuelta de las presidenciales; en Alemania no se vislumbra ninguna
opción de que pueda volver a ser líder; en España vive una dolorosísima
transición lejos del poder, entre un PSOE en declive y la izquierda alternativa
de Podemos. En Grecia, el Gobierno con
Alexis Tsipras sufre un durísimo desgaste. En Estados Unidos, triunfó Trump. ¿Qué
está pasando?
En primer lugar, el dilema sociedades
abiertas o cerradas ha abierto una honda división en las izquierdas. El
desacuerdo en su seno sobre cómo responder a las consecuencias de la
globalización, a la desigualdad, a la erosión de los derechos laborales es
grande. El arco ideológico que envuelve a Tsipras, Corbyn, Iglesias o Sanders
observa con desconfianza el libre comercio y con espanto la flexibilización de
los mercados laborales. El eje de los Valls, Renzi o Clinton siguen una órbita
diferente. Son dos izquierdas separadas, irreconciliables y ambas con taras
importantes: la primera no supera el escepticismo de los moderados; la segunda paga
el fuerte desgaste de sus responsabilidades de gobierno (y, en su evolución,
parece poco distinguible del centroderecha).
En segundo lugar, destaca la creciente
competencia en la defensa de derechos socioeconómicos por parte de la propia
ultraderecha. En esta materia, por ejemplo, Marine Le Pen se halla claramente
más a la izquierda del candidato conservador ortodoxo François Fillon,
probablemente más a la izquierda que el exministro del gobierno socialista Emmanuel Macron, y posiblemente también más a la izquierda
de Manuel Valls. Es tan proteccionista como la izquierda más alternativa. Un
cuadro que evidencia la creciente irrelevancia del eje izquierda/derecha.
En tercer lugar, se yergue la propia
metamorfosis de las sociedades occidentales, que se disgregan y atomizan,
eviscerando las bolsas de votos naturales de la socialdemocracia tradicional,
desgarrado las instancias colectivistas que mantenían aglutinado su apoyo.
En cuarto lugar, la resaca de su propio
éxito histórico: muchos de sus objetivos tradicionales (por ejemplo en materia
de derechos civiles) no solo se lograron, si no que han sido aceptados por la
derecha moderada, lo que aumenta una dañina indiferenciación.
Hay muchos otros factores. Entre ellos,
quizá, una coyuntura infeliz en términos de carisma de los líderes del sector.
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