9 de octubre de 2015
La ola de acuchillamientos de israelíes se extiende con cuatro nuevos ataques
EL PAIS - JUAN CARLOS SANZ Jerusalén 8 OCT 2015 - 20:59 CEST
Los llamamientos a la calma de los Gobiernos de Benjamín Netanyahu y Mahmud Abbas no parecen haber surtido efecto para frenar la ola de violencia, que en la última semana se ha cobrado la vida de cuatro israelíes y ha causado una docena de heridos, y amenaza con desencadenar una nueva Intifada. Este jueves se registraron cuatro acuchillamientos de israelíes por jóvenes palestinos. Un estudiante rabínico resultó gravemente herido en Jerusalén, mientras cinco viandantes en Tel Aviv, entre ellos una mujer soldado, sufrieron cortes ligeros. Otra persona más recibió heridas graves en el asentamiento de Kyriat Arba, próximo a Hebrón (Cisjordania), mientras en otro apuñalamiento en Afula, al norte de Israel, un soldado sufrió lesiones graves. Los ataques se han extendido desde la Ciudad Santa y Cisjordania hacia el resto de Israel, donde se han producido nueve agresiones con arma blanca desde el pasado sábado.
En el campo palestino se contabilizan hasta ahora tres manifestantes muertos en Belén y Tulkarem, el último este jueves en el campo de refugiados de Shuafat de Jerusalén Este en un enfrentamiento con los soldados, y cuatro agresores abatidos por la policía tras los acuchillamientos, el último también este jueves en Tel Aviv. Otros atacantes fueron tiroteados o detenidos por las fuerzas de seguridad. Centenares de jóvenes palestinos han resultado heridos, además, en los disturbios que se reproducen a diario en Cisjordania y Jerusalén Este.
En este clima cercano al levantamiento, responsables de seguridad palestinos e israelíes han mantenido reuniones para intentar impedir que la violencia se desborde. El presidente palestino, Mahmud Abbas, rechazó la violencia y pidió contención en una entrevista concedida al diario israelí Haaretz. Fuentes de los servicios de inteligencia israelíes citadas por Yediot Ahronot destacan que las fuerzas palestinas están cooperando con el Ejército israelí para intentar rebajar la tensión. Abbas pidió ante el comité central de su partido, Fatah, que los israelíes se mantengan alejados de los lugares sagrados musulmanes y cristianos de Palestina.
El Gobierno de Netanyahu, por su parte, ha suprimido las restricciones de acceso para los palestinos a la Explanada de las Mezquitas y ha prohibido a los ministros y diputados israelíes, entre los que se incluyen los miembros de la Lista Conjunta Árabe, que visiten ese recinto islámico de la Ciudad Vieja de Jerusalén para evitar provocaciones. Varios miembros del Gabinete acudieron durante las últimas fiestas judías al recinto. Uno de ellos fue el titular de Agricultura, Uri Ariel. En la Explanada de las Mezquitas se sitúan también los restos de los templos bíblicos del judaísmo. Las protestas de los palestinos por el aumento de la presencia de judíos en el considerado tercer lugar sagrado del islam no ha dejado de crecer desde entonces.
Netanyahu compareció la noche del jueves en una conferencia de prensa convocada pocas horas antes con el objetivo no confesado de intentar tranquilizar a la población en un horario de máxima audiencia. El primer ministro aseguró que la ola de violencia no responde a una campaña de "terrorismo organizado", aunque responsabilizó a Hamás, a la Autoridad Palestina y a algunos países de la región de haber incitado los ataques. El líder del Likud, que admitió que "no existe una solución mágica para acabar con el terrorismo", confió en poder contar con la cooperación del Gobierno palestino en materia de seguridad e hizo también un llamamiento a la formación de un Gobierno de unidad nacional para afrontar la actual situación, en un claro guiño al líder laborista Isaac Herzog.
El alcalde de Jerusalén, el populista Nir Barkat, ha recomendando a los ciudadanos israelíes que poseen armas que salgan con ellas a calle para reforzar la seguridad. Sectores nacionalistas que representan a los colonos de los asentamientos en Cisjordania, mantienen una protesta desde el lunes ante la residencia del primer ministro en Jerusalén.
La sensación de inseguridad entre los israelíes se ha extendido por todo el país. Además de Jerusalén, escenario habitual de la tensión entre israelíes y palestinos, en la habitualmente tranquila llanura costera del centro del país se han producido acuchillamientos en Tel Aviv y su región metropolitana y de Ashkelon, en el sur, y la región de Haifa, en el norte. A todo ello se suman los disturbios protagonizados por árabes israelíes, por primera vez en 15 años, en Jaffa y Lod, en las inmediaciones de Tel Aviv.
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