13 de noviembre de 2016
Vladimir Putin, el ideólogo mundial del nacionalismo aislacionista
Si hay algo que tengan en común populistas como Trump, Orban, Le Pen, Farage, es la admiración que todo ellos han manifestado públicamente hacia el presidente ruso
Si hay algo que tengan en común populistas como el presidente electo de Estados Unidos, Donald Trump, el líder húngaro, Viktor Orban, la prometedora aspirante a la Presidencia francesa, Marine Le Pen, o el ferviente defensor del Brexit, Nigel Farage, es la admiración que todo ellos han manifestado públicamente hacia el presidente ruso, Vladímir Putin. También le aprecia el primer ministro griego, Alexis Tsipras.
El jefe del Kremlin se ha convertido en un ídolo para los rupturistas de toda laya, en un icono de la inflexibilidad ante el orden mundial vigente y sus élites, en una especie de ideólogo del nacionalismo aislacionista y ultraconservador que él mismo aplica y promueve en su país.
Con el objetivo no declarado aunque evidente de desestabilizar a quienes discrepan con él y castigan la economía rusa con sanciones, Putin intenta crear un eje prorruso en el mundo. Emplea para ello la propaganda a través de sus medios de comunicación de ámbito internacional y financia «think-tanks» y partidos políticos de corte radical, populista, nacionalista e independentista. Sobre todo en Europa.
Se sospecha incluso que utiliza hackers para piratear información que después utiliza contra sus antagonistas. Así sucedió, según el Partido Demócrata, durante la reciente campaña electoral en Estados Unidos en detrimento de Hillary Clinton y en clara ventaja para su adversario republicano.
Según reconoció esta semana el viceministro de Exteriores ruso, Serguéi Riabkov, «hubo contactos» entre Moscú y el equipo de campaña de Trump en los últimos meses. El miércoles, cuando se supo que había ganado los comicios, la Duma, la Cámara Baja del Parlamento, estalló en aplausos, el único órgano legislativo del mundo que lo hizo como gesto de felicitación y bienvenida al nuevo presidente de Estados Unidos.
Y es que, de acuerdo con las palabras pronunciadas el jueves por el portavoz del Kremlin, Dmitri Peskov, Putin y Trump «tienen un enfoque muy próximo en política exterior». La OTAN y la Unión Europea, sobre todo los miembros situados más al este, temen que Washington desatienda a partir de ahora su compromiso con la defensa del Viejo Continente y lo deje desprotegido ante una Rusia cada vez más militarista y amenazante.
El presidente ruso sigue abrigando la esperanza de llegar a un acuerdo con Estados Unidos para repartirse el mundo en zonas de influencia porque cree que, si tal pacto hubiera existido, la crisis ucraniana nunca hubiese estallado. Putin considera Ucrania más que un patio trasero, ya que allí surgió la Rus de Kiev, el primer Estado ruso, y recrimina a Estados Unidos y a Europa por habérsela arrebatado.
Su lógica es la misma que empleó Stalin cuando propició la firma con la Alemania nazi, en agosto de 1939, del acuerdo Mólotov-Ribbentrop, convenio que permitió a la URSS anexionarse Estonia, Letonia, Lituania y Besarabia además de ocupar militarmente el este de Polonia.
Mientras tanto, Rusia utiliza a los populistas de todo el planeta como caballos de Troya, como arietes contra las actuales élites dirigentes. Ha intentado influir en las elecciones en Montenegro y ahora lo está haciendo en Moldavia y Bulgaria, en donde la probabilidad de éxito es muy alta. Los dos países celebran la segunda vuelta de sus presidenciales y los favoritos según los sondeos son los prorrusos: Rumen Radev en Bulgaria e Ígor Dodon en Moldavia, ambos se definen como socialistas.
Hasta la canciller, Angela Merkel, teme que Putin se inmiscuya en las legislativas alemanas del año que viene. «Sabemos que tenemos que enfrentarnos a informaciones falsas procedentes de Rusia y a ataques a través de la red», declaró Merkel el martes en Berlín y añadió que todo ello «podría tener peso durante la campaña electoral».
Igual que la Unión Soviética capitaneó o inspiró durante la «guerra fría» los movimientos de izquierda contra el capitalismo en el mundo, la Rusia de Putin pretende ahora aglutinar a los descontentos con el actual orden mundial para articular una internacional rupturista.
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