9 de noviembre de 2013

Una encuesta transnacional revela que el antisemitismo sigue vivo en Europa

Una encuesta transnacional revela que el antisemitismo sigue vivo en Europa

El odio a los judíos ha crecido en los últimos cinco años, según el 76% de los consultados

Fotografía de una sinagoga en llamas en una exposición dedicada a la Noche de los Cristales rotos de 1938 en el museo Topografía del Terror, en Berlín. / MAURIZIO GAMBARINI (EFE)
En vísperas de cumplirse el 75º aniversario del comienzo de la persecución de la comunidad judía en Alemania y que está grabada en la memoria colectiva como la noche de los cristales rotos, una encuesta realizada por la Agencia Europea de Derechos Fundamentales en ocho países europeos revela que el antisemitismo en el continente sigue vigente y que el odio hacia los judíos sigue creciendo.
El sondeo se llevó a cabo entre septiembre y octubre de 2012 en Bélgica, Alemania, Francia, Hungría, Italia, Lituania Suecia y Reino Unido, países donde vive el 90% de la población judía europea. Según la Agencia, el 66% de los encuestados cree que el antisemitismo sigue siendo un problema importante y un 76% afirmó que el odio hacia los judíos se había incrementado en los últimos cinco años.
La encuesta indica que el país más antisemita de Europa es Francia, donde un 73% de los encuestados admitió que el conflicto árabe israelí ha influido en el sentimiento antijudío, mientras que en Alemania, el porcentaje disminuye a un 23%. “Pensaba que el antisemitismo había muerto en Auschwitz”, dijo Serge Cwajgenbaum, secretario general del Congreso Judío Europeo, al comentar el resultado de la encuesta. “Hablar en pleno 2013 sobre casos de antisemitismo en ciudades como Londres, París o Budapest, me hace sentir miedo por el futuro de Europa”.
La encuesta, que fue dada a conocer en Viena, coincide con las conmemoraciones que se inician el sábado en Alemania para recordar el comienzo del primer pogromo contra la comunidad judía bajo la dictadura nazi en la noche del 9 al 10 de noviembre de 1938 y que marcó un punto de inflexión en la política antisemita que nació en el país inmediatamente después de la llegada de Hitler al poder en 1933. Esa noche, miles de fanáticos nazis se lanzaron a las calles para quemar sinagogas, destruir locales comerciales y atacar a sus propietarios judíos. El ataque de la noche de los cristales rotos, en alusión a los restos de ventanas y vitrinas que tapizaban las calles, marcó el comienzo de la exterminación de los judíos en Europa.
Según los archivos históricos, más de 100 judíos murieron esa noche y otros 30.000 fueron enviados en los días posteriores a los campos de concentración de Dachau, Sachsenhausen y Buchenwald. La dictadura justificó los ataques como un arranque espontáneo de violencia popular al asesinato de un diplomático alemán en París, que murió el 9 de noviembre a causa de los disparos de Herschel Grünspan, un judío polaco de 17 años. Cuando la noticia del asesinato llegó a Berlín, Goebbel visitó a Hitler en la cancillería para diseñar un plan de acción. La conversación aparece en su diario. “Le expongo el asunto al Führer. Él decide permitir las manifestaciones y retirar a la policía. Los judíos deben sentir la ira popular”, escribió el ministro de Propaganda.
El aniversario será recordado con actos oficiales y con una exposición que reúne los informes que enviaron los diplomáticos acreditados en Alemania en la Vieja Sinagoga de Berlín. Los despachos diplomáticos informan a sus Gobiernos sobre la “erupción de la crueldad sádica” del régimen contra los judíos, como escribió el cónsul general de EE UU en Fráncfort, Robert Townsend Samllbones. Los británicos calificaron el pogromo como una “barbaridad de la Edad Media”, mientras los franceses lo compararon con el genocidio turco contra los armenios. España se excusó de enviar la documentación, según el curador de la muestra, Christian Dirks, porque el edificio que contiene los archivos está siendo sometido a trabajos de renovación. Ninguna potencia rompió sus relaciones con Berlín o aplicó sanciones. Washington llamó a su embajador, pero casi todos los países cerraron sus fronteras a 400.000 judíos alemanes.


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