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jueves, 28 de noviembre de 2019
PADRE – 29/11/2019
Antes, el padre, dentro de su casa, siempre se mantenía un poco distante, enigmático y majestuoso con relación a sus hijos. Y no por eso los hijos dejaban de amarle. Padre indigno de amor es el que se guía por lemas como "soy el mejor amigo de mi hijo, no tenemos relaciones de padre e hijo, sino de amigos". Un padre así profana su propia autoridad, porque el padre es mucho más que un amigo. Se comprende porqué Dios manifiesta de vez en cuando su severidad, y la manifiesta de manera terrible.
Un antiguo obispo escribió en una carta pastoral: "la misericordia de Dios ha hecho que se condene al infierno más gente que su justicia". La frase es un poco desconcertante, pero significa que más almas van al infierno por abusar de la misericordia de Dios que por temer demasiado su justicia. Los abusos de la misericordia son más frecuentes que los defectos morales del miedo excesivo de la justicia.
Se podría objetar, pero entonces, ¿dónde está la bondad? La respuesta la encontramos en la figura de Santa Teresa del Niño Jesús, que tenía un profundo amor por la bondad de Dios, pero también una profunda noción de su justicia. Hasta el punto de que se estremeció al oír hablar de ella, incluso sabiendo que es adorable. Tenía tal sentido de la justicia de Dios que, por así decirlo, apartó sus ojos de la justicia, cuya tremenda grandeza, sin embargo, le llenaba de admiración.
Esta no es la actitud del relajado que tiene el hábito de pecar, desprecia la justicia de Dios, se burla de ella y no la teme. Para los relajados, la meditación sobre la justicia tiene un efecto muy diferente del que produjo en el alma insondablemente sensible y delicada de Santa Teresita. Si tenemos razones para creer que no somos tan sensibles ni tan inocentes como Teresa de Lisieux respecto a la justicia de Dios, haremos bien en meditar sobre el infierno.
Una objeción que alguien podría hacer es que le beneficia más meditar sobre la bondad de Dios que sobre el infierno. Esta es una vía espiritual legítima y completamente respetable, pero frecuentemente las personas se ponen así mismas ese sofisma para evitar mirar la justicia de Dios, de tal forma que es aconsejable examinarse a sí mismo con mucho cuidado antes de admitir esta conclusión.
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