4 de septiembre de 2013
Vuelve la moda ‘made in Spain’
La moda española desfila a velocidad de vértigo, pero esto no les pasa a las industrias del textil y de la confección, que fabrican las prendas con las que España conquista los mercados mundiales. Mientras las marcas escribían una historia de éxito, centenares de talleres de ropa cerraban sus puertas. España, que tenía en los noventa más de 300.000 trabajadores en el sector, ahora cuenta con poco más de 135.000, un desplome que se debe, ya se sabe, a la deslocalización de la industria a los países asiáticos, sobre todo a China. Sin embargo, cuando se pensaba que la tendencia era inexorable, hay señales de que está cambiando. Dos décadas después del boom de la deslocalización, cada vez más voces hablan de la posibilidad de que España recupere parte de esa producción. Algo que ya está ocurriendo. Según Ángel Asensio, presidente de la Federación Española de Empresas de la Confección (Fedecom), el 15% de la producción que se deslocalizó ya ha regresado a España y a Portugal.
De hecho, más y más empresas anuncian el traslado de su confección a plantas españolas: pequeñas firmas como Lenita (moda de baño), Dándara, Vega Cárcer (bolsos) o Rebeca Sanver (calzado), pero también grandes comoLVMH, que decidió en 2010 abrir una planta en España donde fabricará cinturones para todo el mundo. Otra de las grandes que ha aumentado su exposición a los proveedores españoles es Inditex, que subió sus encargos de 2.000 a 3.400 millones de euros entre 2011 y 2012.
Se trata de un fenómeno, por supuesto, no exclusivo de España. En Estados Unidos, que aún produce fuera el 97% del vestuario que consume, marcas de moda como Karen Kane, Abercrombie, Levi's, American Giant o Brooks Brothers están trayendo o van a traer producción a casa. Según un estudio de The Boston Consulting Group (BCG), el 48% de las firmas de Estados Unidos con facturación superior a 10.000 millones de dólares han anunciado su intención de relocalizar producción en el país. En Europa hay movimientos similares.
La clave es China, que ya no es tan atractiva como plataforma de producción para exportar. La fuerte subida de los salarios, junto con la apreciación del yuan, y una vez sumados los costes de transporte o arancelarios, ha borrado los diferenciales de hace años. Según el BCG, los salarios en la industria china han subido el 19% anual entre 2005 y 2010, mientras que en Estados Unidos caían un 2,2%. Esto ha llevado, según Asensio, a que “en solo una década, los salarios en el textil en China hayan pasado de 150 a más de 400 dólares”. También las condiciones laborales son más exigentes: hay más huelgas, la disposición de los chinos a trabajar muchas horas es menor y la legislación laboral se ha endurecido. Al revés que en Europa y EE UU, donde la desregulación laboral y salarial va en aumento. Todo esto no significa que las marcas occidentales vayan a abandonar China, que tiene un mercado interno de 1.500 millones de personas, sino que ahora resulta más competitivo que antes fabricar en Europa o en Estados Unidos.
Pero los costes no lo explican todo. Muchas empresas no tienen volumen suficiente para encargar series largas (lo obligado en China), otras carecen de crédito para subcontratar en el extranjero, y otras aún se quejan de problemas de calidad. “Hemos decidido traer la producción aquí”, explicaron en Vega Cárcer, “porque los acabados son mejores y todo resulta más fácil de controlar”. Se ha impuesto, además, el pronto-moda, que exige proximidad: las marcas reponen las existencias con más frecuencia y “no pueden estar meses esperando los envíos desde China”, indica Asensio. No hay que obviar las cuestiones de imagen. El traslado de producción a terceros países recibe críticas crecientes, sobre todo tras la tragedia del edificio de Bangladesh. Hay una tendencia a defender el empleo comprando lo hecho en casa. Un estudio de ARG revela que el 75% de los consumidores norteamericanos están dispuestos a pagar algo más por productosmade in US. De hecho, las grandes empresas sufren una creciente presión de sus opiniones públicas, stakeholders y hasta Gobiernos para que cesen en la destrucción de empleo industrial y retornen producción a casa.
Estados Unidos y el Reino Unido han puesto en marcha iniciativas para lograr este regreso de la confección. El Ejecutivo británico presentó un plan para impulsar la industria textil y crear 200.000 empleos. En Estados Unidos, algunas ciudades han creado iniciativas locales como la de manufacture in New York. Y en España, miembros de CIU han sugerido que el Gobierno central aumente los incentivos fiscales a las empresas que quieran relocalizarse. Muchas organizaciones empresariales del sector empiezan también a actuar. En Valencia, la patronal de productos infantiles, ASEPRI, promovió un centro de producción multiempresa que se dedicará en una primera fase a confeccionar moda infantil. Ya se han apuntado seis empresas.
Aun así, el proceso genera dudas. El gran desafío en España es el de reconstruir un sector industrial desaparecido en buena parte con la deslocalización. Y para que sea efectivo ahora “habrá que hacer”, explica Asensio, “una reorganización que dé capacidad de respuesta a las nuevas demandas de la producción”. Harán falta enormes inversiones en equipos de última generación y en la formación de personal en las nuevas técnicas. Algo que se ve difícil por las restricciones crediticias. Un estudio de Cluster Development especificaba en 2012 que, para tener una cadena productiva eficiente, habrá que desarrollar “acuerdos de colaboración entre empresas, invertir en nuevos tipos de maquinaria, mejorar la capacidad de diseño de los proveedores y ofrecer servicios integrales de gestión de la producción”.
Esto tardará más en conseguirse en la confección, que sigue perdiendo empleo y cerrando talleres y plantas, que en el calzado, que ha logrado crear incluso empleo en España (pasó de 22.800 a 24.300 trabajadores en los últimos dos años). Tan grande ha sido la pérdida de capacidad industrial (actualizada) en la confección, que muchas empresas, necesitadas de producir al lado de casa, no han podido encargar su fabricación en España, optando por Portugal o Marruecos. Todo un contrasentido cuando siguen cerrando fábricas ([Farrutx, Fuentecapala…) y cuya resolución depende, señalan en el sector, de que “las grandes cadenas como Mango, Inditex o Cortefiel, que aún producen más del 90% fuera de España, decidan apostar más por la producción doméstica”. Pese a las dificultades del proyecto de inshoring,la opinión general es que volveremos a tener una industria de la confección digna de ese nombre en España.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario