16 de enero de 2020

OBEDIENCIA

miércoles, 15 de enero de 2020


OBEDIENCIA – 16/01/2020

Nuestro Señor vino a completar la ley y no a revocarla. Los Diez Mandamientos no pasarán, nada será quitado. En la Nueva Ley nuestro Señor agregó algo en la moral católica, pero dejó intactos los Diez Mandamientos.

En el Antiguo Testamento Dios dio a los hombres una serie de normas, como el modo de organizar el Estado de Israel, que no eran impuestas por el orden natural, como es el caso de la circuncisión. Sin embargo, el Señor quiso ser un modelo perfecto de obediencia al Padre Eterno, sujetándose no sólo a los Mandamientos, sino también a sus consejos.

En el Santo Evangelio vemos como Él se dirigía al Padre Eterno con expresiones de una gran unión, de una gran obediencia. Cuando dijo en el Huerto de los Olivos, representado en el cuadro por Heinrich Hoffmann: Padre mío, si es posible que pase de mi este cáliz, pero sea hecha a vuestra voluntad y no la mía. Y al final de su agonía, exclamó: Padre mío, en vuestras manos encomiendo mi espíritu. Le pedía esto en un acto de adoración y de su misión en el último instante de su vida.

Ese es el espíritu de obediencia, el espíritu de respeto y de amor entusiasmado a las leyes que están de acuerdo con el orden, que están de acuerdo con la voluntad de Dios. Por designios misteriosos de la Providencia, aunque una simple gota de sangre suya pudiese tener un efecto redentor, Dios no quiso que la Redención se diese de esa manera. Fue necesario que ella se realizara por un diluvio de sangre derramado durante su Pasión. El ejemplo de obediencia dado por Él es lo contrario del espíritu revolucionario.

El espíritu de la Revolución, que es contrario a todas las leyes, no ama la autoridad que legisla y la considera como la que le impone las esposas de la ley, que considera cada acto de obediencia como una coerción, como una cosa desagradable contra la cual uno debe levantarse, debe rebelarse, y que enseña que cada hombre debe ser dirigido exclusivamente de acuerdo con su razón, lo que quiere decir según su capricho.

Aquí vemos una enseñanza profundamente contrarrevolucionaria que nos da Nuestro Señor, la de una obediencia continua a Dios, a la Ley Eterna, de amor también a las leyes del orden civil, en la medida en que estas leyes son una extensión, una aplicación y el desarrollo de lo que se encuentra en la Revelación y en la tradición.

Hay dos formas de sumisión. Algunas veces se inclina la cabeza porque el amor es tanto que casi se vela el rostro, otras veces se levanta la cabeza para analizar y para entusiasmarse, para emocionarse. Todo acto de obediencia a la verdadera ley implica una adhesión interna, implica una contemplación, una unión de alma, no solo un acto externo. Así es como se debe amar la Ley.

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