HISTORIA MILITAR
Sangre y cañón. Diez batallas navales que enfrentaron a españoles e ingleses
MANUEL P. VILLATORO / MADRID
Día 02/09/2013 - 03.27h
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Ya sea venciendo o sufriendo estrepitosas derrotas como la de Trafalgar, la armada de nuestro país lleva cientos de años enfrentándose a la Royal Navy
Día 19/07/2013 - 13.31h
Este marino consiguió resistir el ataque de la segunda flota más grande de la historia (195 buques) con sólo seis navíos en Cartagena de Indias
Valiente, honorable, buen estratega… muchos son los adjetivos que se pueden aplicar a grandes héroes como el almirante Nelson, cuyo nombre aún resuena en Gran Bretaña. Sin embargo, también son características de las que pudo presumir Blas de Lezo, un oficialtuerto, cojo y manco de la marina española que consiguióresistir el ataque de 195 navíos ingleses con apenas 6 barcosdurante el Siglo XVIII.
Esta historia, digna de salir en cualquier película de la conocida saga«Piratas del Caribe», es una de las muchas en las que se ha demostrado la capacidad estratégica de la marina española de la época. Sin embargo, se suma a las docenas de hazañas que han caído en el olvido.
Cojo, manco, y tuerto
Blas de Lezo nació en Pasajes, Guipúzcoa, el 3 de febrero de 1687, aunque aún existe controversia sobre el lugar y el año en que vino al mundo. «Las fuentes son confusas y señalan otro lugar posible de nacimiento y otra fecha dos años posterior, pero en lo que no hay duda es que es un marinero vasco que se convirtió en uno de los más grandes estrategas de la Armada española en toda su historia» determina Jesús María Ruiz Vidondo, doctor en historia militar, colaborador delGEES (Grupo de Estudios Estratégicos) y profesor del instituto de educación secundaria Elortzibar.
Su carrera militar empezó en 1704, siendo todavía un adolescente. En aquellos años, en España se sucedía una guerra entre la dinastía de los Austrias y Borbones por conseguir la corona tras la muerte del rey Carlos II, sin descendencia. «Blas de Lezo había estudiado en Francia cuando esta era aliada de España en la Guerra de Sucesión. Tenía 17 años cuando se enroló de guardiamarina al servicio de la escuadra francesa al mando del conde de Toulouse», destaca el historiador.
Ese mismo año se quedaría cojo. «La pierna la perdió en la batalla de Vélez-Málaga, la más importante de la Guerra de Sucesión, en la que se enfrentaron las escuadras anglo-holandesa y la franco-española» afirma Vidondo. «Fue una dura batalla en la que una bala de cañón se llevó la pierna izquierda de Blas de Lezo, pero él continuó en su puesto de combate. Después se le tuvo que amputar, sin anestesia, el miembro por debajo de la rodilla. Cuentan las crónicas que el muchacho no profirió un lamento durante la operación», cuenta Vidondo.
La pierna la perdió debido a una bala de cañón
El ojo lo perdió dos años más tarde, en la misma guerra, en la fortaleza de Santa Catalina de Tolón mientras luchaba contra las tropas del príncipe Eugenio de Saboya. «En esta acción y tras el impacto de un cañonazo en la fortificación, una esquirla se le alojó en su ojo izquierdo, que explotó en el acto. Perdió así para siempre la vista del mismo, pero quiso continuar en el servicio y no abandonarlo» determina Vidondo. Sin duda la suerte no estaba de su lado, pero Lezo siguió adelante.
Finalmente, cuando tenía 26 años, el destino volvió a ser esquivo con este marino. «La Guerra de Sucesión había prácticamente finalizado en julio de 1713 con la firma de la paz con Gran Bretaña, pero Cataluña seguía en armas por los partidarios de la casa de Austria. El marino participó en varios combates y bombardeos a la plaza de Barcelona. En uno de ellos, el 11 de septiembre de 1714, se acercó demasiado a las defensas enemigas y recibió un balazo de mosquete en el antebrazo derecho que le rompió varios tendones y le dejó manco para toda su vida», determina el experto. Así, y tras quedarse cojo, tuerto y sin mano, Blas de Lezo pasó a ser conocido como el«Almirante Patapalo» o el «Mediohombre». Su leyenda había comenzado.
Hazañas iniciales
Una vez finalizada la Guerra de Sucesión, Lezo se destacó por su servicio a España. Una de sus misiones más destacadas fue la que realizó en 1720 a bordo del galeón «Lanfranco». «Se le integró en una escuadra hispano-francesa al mando de Bartolomé de Urdazi con el cometido de acabar con los corsarios y piratas de los llamados Mares del Sur (Perú)», sentencia el historiador.
«Sus primeras operaciones fueron contra el corsario inglés John Clipperton. Éste logró evitarles y huir hacia Asia, donde fue capturado y ejecutado», finaliza el doctor en historia militar. Por esta y otras hazañas, el rey ascendió al «Almirante Patapalo» a teniente general en 1734. Sin embargo, su misión más difícil llegó cuando fue enviado aCartagena de Indias (Colombia) como comandante general.
El mayor reto de Lezo
El mayor desafío de Blas de Lezo se sucedió sin duda en Colombia, donde tuvo que defender Cartagena de Indias (el centro del comercio americano y donde confluían las riquezas de las colonias españolas) de los ingleses, ansiosos de conquistar el territorio. En este caso, los británicos aprovecharon una afrenta a su imperio para intentar tomar la ciudad.
El pretexto fue el asalto a un buque británico. «En este contexto se produjo en 1738 la comparecencia de Robert Jenkins ante la Cámara de los Comunes, un contrabandista británico cuyo barco, el Rebecca, había sido apresado en abril de 1731 por un guarda costas español, que le confiscó su carga. La oposición parlamentaria y posteriormente la opinión pública sancionaron los incidentes como una ofensa al honor nacional», determina Vidondo. La excusa perfecta había llegado y se declaró la guerra a España.
Los preparativos se iniciaron, y los ingleses no escatimaron en gastos. «Para vengar la oreja de Jenkins Inglaterra armó toda una formidable flota jamás vista en la historia (a excepción de la utilizada en el desembarco de Normandía), al mando del Almirante inglés Edward Vernon. La armada estaba formada por 195 navíos, 3.000 cañones y unos 25.000 ingleses apoyados por 4.000 milicianos más de los EEUU, mandados éstos por Lawrence, hermanastro del Presidente Washington», afirma el experto en historia militar.
Los ingleses contaba con 195 navíos, 3.000 cañones y unos 25.000 ingleses
Pero, lo que tenía a su favor el «Almirante Patapalo» era un terreno que podía ser utilizado por un gran estratega como él. Y es que la entrada por mar a Cartagena de Indias sólo se podía llevar a cabo mediante dos estrechos accesos, conocidos como «bocachica» y «bocagrande». El primero, estaba defendido por dos fuertes (el de San Luis y el de San José) y el segundo por cuatro fuertes y un castillo (el de San Sebastián, el de Santa Cruz, el del Manzanillo, el de Santiago -el más alejado- y el castillo de San Felipe).
Lezo se preparó para la defensa, situó varios de sus buques en las dos entradas a las bahías y dio órdenes de que, en el caso de que se vieran superados, fueran hundidos para que no fueran apresados y para que sus restos impidieran la entrada de los navíos ingleses hasta Cartagena de Indias. La guerra había comenzado y el «Mediohombre» se preparó para la defensa.
Comienza la batalla
«El 13 de marzo de 1741 apareció la mayor flota de guerra que jamás surcara los mares hasta el desembarco de Normandía. Para el día 15 toda la armada enemiga se había desplegado en plan de cerco. Al comienzo se notó la superioridad británica y fáciles acciones les permitieron adueñarse de los alrededores de la ciudad fortificada», afirma Vidondo.
«La batalla comenzó en el mar. Tras comprobar que no podían acceder a la bahía, los ingleses comenzaron un bombardeo incesante contra los fuertes del puerto. Blas de Lezo apoyaba a los defensores con la artillería de sus navíos, que había colocado lo suficientemente cerca. Usaba bolas encadenadas, entre otras artimañas, para inutilizar los barcos ingleses», narra el historiador.
Lezo incendió sus buques para obstaculizar la entrada de los ingleses
El ímpetu del ataque obligó al español a tomar una decisión dura: «Lezo incendió sus buques para obstruir el canal navegable de Bocachica, aunque el Galicia no prendió fuego a tiempo. Sin embargo,logró retrasar el avance inglés de forma considerable. Blas de Lezo decidió dar la orden de replegarse ante la superioridad ofensiva y la cantidad de bajas españolas», afirma Vidondo.
A su vez, en Bocagrande se siguió la misma táctica y se hundieron los dos únicos navíos que quedaban (el Dragón y el Conquistador) para dificultar la entrada del enemigo. «El sacrificio resultó en vano, pues los ingleses remolcaron el casco de uno de ellos antes de que se hundiera para restablecer el paso y desembarcaron», sentencia el experto. Las posiciones habían sido perdidas y los españoles se defendían en el fuerte de San Sebastián y Manzanillo. Además, como último baluarte, se encontraba el castillo de San Felipe.
Vernon se cree vencedor
Los ingleses habían conseguido acabar con varias fortalezas y asentarse en las bahías de Cartagena de Indias tras pasar los obstáculos puestos por los españoles. Sin duda, sentían la victoria cerca. «Vernon entró entonces triunfante en la bahía con su buque Almirante con las banderas desplegadas dando la batalla por ganada», narra el historiador.
Vernon envió en ese momento una corbeta a Inglaterra con un mensaje en el que anunciaba su gran victoria sobre los españoles. La noticia fue recibida con grandes festejos entre la población y, debido al júbilo, se mandó acuñar una moneda conmemorativa para recordar la gran victoria. En ella, se podía leer «El orgullo español humillado por Vernon» y. además, se apreciaba un grabado de Blas de Lezo arrodillado frente al inglés.
La victoria del «Mediohombre»
Vernon estaba decidido, la hora de la victoria había llegado. Por ello, quiso darle el broche final tomando el símbolo de la resistencia española: el castillo de San Felipe, donde resistían únicamente seis centenares de soldados, según cuenta el historiador. Sin embargo, el asalto desde el frente era un suicidio, por lo que el inglés se decidió a dar la vuelta a la fortaleza y asaltar por la espalda a los españoles. «Para ello atravesaron la selva, lo que provocó la muerte por enfermedad de cientos de soldados, pero al fin llegaron y Vernon ordenó el ataque», sentencia Vidondo.
Según narra el doctor en historia, el primer asalto inglés se hizo contra una entrada de la fortaleza y se saldó con la muerte de aproximadamente 1.500 soldados a manos de los 600 españoles que consiguieron resistir y defender su posición a pesar de la inferioridad numérica. Tras este ataque inicial, Vernon se desesperó ante la posibilidad de perder una batalla que parecía hasta hace pocas horas ganada de antemano. Finalmente, y en términos de Vidondo, el oficial ordenó una nueva embestida, aunque esta vez planeó que sus soldados usarían escalas para poder atacar directamente las murallas.
En la noche del 19 de abril los ingleses se organizaron en tres grupos para atacar San Felipe. «En frente de la formación iban los esclavos jamaicanos armados con un machete», explica el doctor en historia. Sin embargo, los asaltantes se llevaron una gran sorpresa: las escalas no eran lo suficientemente largas para alcanzar la parte superior de las murallas. «El ‘Almirante Patapalo’ había ordenado cavar un foso cerca de los muros para aumentar su altura y evitar el asalto», determina Vidondo. Los españoles aprovecharon entonces y acabaron con cientos de ingleses. La batalla acababa de dar un giro inesperado debido al ingenio de un solo hombre, o más bien, «Mediohombre».
Tras la derrota, Vernon maldijo a Lezo mientras huía
Después de esa batalla, se sucedieron una serie de intentos por parte de los ingleses de conquistar la plaza fuerte, pero fueron rechazados. «Vernon se retiró a sus barcos y ordenó un bombardeo masivo sobre la ciudad durante casi un mes, pero no sirvió de nada», determina el experto.
Finalmente, Vernon abandonó las aguas de Cartagena de Indias con, según los datos oficiales, unos 5.000 ingleses muertos. Sin embargo, según determina Vidondo, es difícil creer que la cifra sea tan baja, ya que el oficial tuvo que hundir varios navíos en su huída debido a que no tenía suficiente tripulación para manejarlos y no quería que cayesen en manos españolas. «Cada barco parecía un hospital», afirma el historiador.
De hecho, y según cuenta la leyenda, Vernon sentía tanto odio hacia el «Mediohombre» que, mientras se alejaba junto a su flota de vuelta a Inglaterra, gritó a los vientos «God damn you, Lezo!» (¡Que Dios te maldiga, Lezo!). Podía maldecir todo lo que quisiera, pero había sido derrotado.
La mentira del inglés
Además, según determina Vidondo, a Vernon todavía le quedaba un último mal trago: informar en Inglaterra de que la había perdido la batalla. Al llegar a su tierra, sin embargo, parece que no tuvo valor para dar a conocer la noticia públicamente, por lo que fue pasando el tiempo hasta que, finalmente, sus compatriotas descubrieron el engaño. Cuando salió a la luz, la vergüenza fue tan arrolladora para el país que se tomaron medidas más drásticas para acallar la gran derrota: «El rey Jorge II prohibió todo tipo de publicación sobre la batalla», finaliza Vidondo.
4 Preguntas a Jesús María Ruiz Vidondo
M.P.VMADRID
¿Cuáles fueron las últimas palabras de Vernon hacia Lezo tras la batalla?
Vernon optó por una retirada enviando una carta a Blas de Lezo: «Hemos decidido retirarnos para volver pronto a esta plaza después de reforzarnos en Jamaica». Lezo le contestó: «Para venir a Cartagena es necesario que el rey de Inglaterra construya otra escuadra, porque ésta sólo ha quedado para conducir carbón de Irlanda a Londres, lo cual les hubiera sido mejor que emprender una conquista que no pueden conseguir».
¿Qué fue de Vernon una vez acabada la contienda?
Vernon fue relevado y expulsado de la Marina en 1746, aunque la arrogancia y el orgullo inglés hizo que le enterraran en la Abadía de Westminster, panteón de los héroes, y en su tumba pusieron: «Sometió a Charges, y en Cartagena conquistó hasta donde la fuerza naval pudo llevar la victoria»; lo que era la forma más humillante de ocultar tan vergonzosa derrota.
¿Por qué cree que Blas de Lezo ha caído en el olvido en España?
La historia militar llena las estanterías de las librerías, pero muchas veces se trata de libros que tratan asuntos de fuera de España. Últimamente se han publicado muchos libros sobre Blas de Lezo, pero se lee poco en España y solamente se interesa una limitada cantidad de personas. En los institutos la historia de España se da solamente en 2º de Bachillerato y pensando en la selectividad. Si hoy en día se hiciese una película sobre este personaje pasaría a ser tremendamente conocido. La historia de estos héroes que ha tenido España vende mucho menos que otro tipo de programas o artículos.
¿Por qué cree que, mientras que los ingleses estudian por ejemplo a Nelson, en España no se cursa a Blas de Lezo?
Como he señalado anteriormente se han publicado últimamente algunos libros y artículos sobre este personaje, pero la historia de España no vende ni en los medios de comunicación, ni en la enseñanza en general. Los ingleses están orgullosos de su historia, y a los españoles, que tenemos una historia mucho más rica que la británica, no nos interesa nuestro pasado, solamente lo utilizamos para tergiversarlo o utilizarlo políticamente.
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Día 18/01/2013 - 17.49h
En una batalla clave para la independencia de EE.UU., el malagueño entró con 4 navíos en una bahía repleta de navíos británicos: «El que tenga honor y valor que me siga», dijo
El país que estos días dirime entre Obama o Romney vivió en Pensacolauna batalla decisiva para su independencia. Y, fíjense por donde, aquella lid de 1781 fue librada y ganada por la Infantería de Marina de la siempre olvidadiza España. Una vez más las casacas rojas de la Pérfida Albión se cruzaban en el rumbo de nuestra Historia. Esa vez, al inglés le tocó perder.
El de Pensacola, en tierras de la Florida occidental, fue un desembarcoaudaz y osado dada la dificultad de acceder a su bahía. Una empresa temeraria que, exitosa finalmente, alumbraría para siempre el arrojo ([...], que se dice ahora) de uno de los personajes más influyentes y desconocidos de la Historia común de España y de EE.UU: Bernardo de Gálvez Gallardo Madrid, vizconde de Galvestón y conde de Gálvez. Tras aquel fuego de Pensacola su escudo de armas siempre luciría el lema de«Yo Solo», porque así fue cómo entró en el bastión inglés de la Florida:«El que tenga honor y valor que me siga».
«Para entender el desembarco de Pensacola, antes debemos remontarnos a la Guerra de los Siete Años (1756-1763), ganada por el Reino Unido a una coalición de naciones entre las que se encontraba Francia y España», relata José María Moreno Martín, jefe de la sección de Cartografía del Museo Naval, que este mes exhibe como «pieza destacada» un mapa en ocho viñetas sobre la batalla de Pensacola.
Tras esa guerra, la España de Carlos III y la Francia de Luis XV, y después Luis XVI, aguardaban avizor una primera oportunidad para devolver el golpe a Inglaterra. Y esa vino con la sublevación de las Trece Colonias (1775) que para sufragar las guerras de la metrópli veían cómo sus cargas impositivas aumentaban sin cesar. La gota que colmó el vaso fue el nuevo impuesto del té, que originó un motín en Boston.
España ayudó con dinero a los rebeldes norteamericanos desde el inicio
Definitivamente se impusieron las tesis del Conde de Aranda y en 1779 España declaró la guerra a Gran Bretaña. Ya nada sería igual en la Guerra de Independencia de las Trece Colonias: Inglaterra se vería obligada a dividir esfuerzos en el Canal de la Mancha (contra Francia), el Mediterráneo (contra España) y el Golfo de México, donde Inglaterra había arrebatado años antes a España algunas plazas marítimas como era el caso de Pensacola, también conocida como San Carlos de Panzacola. Conclusión: las fuerzas de la guerra por la Independencia de las Trece Colonias se niveló. Por un lado, Reino Unido (120 navíos y 100 fragatas) y, por el otro, Francia (60 navíos y 60 fragatas) y España (60 navíos y 30 fragatas).
Es aquí donde saldrá a relucir el ingenio del entonces gobernador de la Luisiana, el malagueño Bernardo de Gálvez (Macharaviaya, 1746 - Tacubaya, en Ciudad de México,1786) quien comenzó a forjar su leyenda militar como capitán en tierras de Nueva España, llevando a cabo una campaña contra los indios Apaches. Con 24 añitos y heridas a doquier, el futuro «Yo Solo», ameritaba ya el galón de comandante de armas de Nueva Vizcaya y Sonora(aproximadamente el actual estado de Nuevo México). El héroe militar español en tierras del ahora EE.UU. forjaba su leyenda, aunque antes regresaría a España para participar en la fallida expedición de Argel (1775), foco central de la piratería en el Mediterráneo.
En su vuelta a América en 1776 Bernardo de Gálvez es destinado a la plaza de Luisiana. Y es por eso que cuando España decide librar batalla a Inglaterra en el Golfo de México todas las venturas se dirigen hacia él.Fijó como objetivo recuperar Pensacola; antes caerían las posesiones británicas de Manchac y Baton Rouge -en la desembocadura del río Mississipi- o Mobila (1779). El círculo se estrechaba así en torno a la capital de la Florida. Sin embargo, su disposición geográfica y su estrecho con escasa profundidad impedía acometer la empresa.
«Se trataba de una operación bastante complicada, por no decir inverosímil», destaca el jefe de cartógrafos. Un 28 de febrero de 1781 partía desde La Habana la expedición española con 36 buques de guerra con José Calvo Irazábal como de jefe de la escuadra. En sus tripas los ansiosos infantes de Marina aguardaban el desembarco. Por tierras otras tropas españolas y después francesas esperaban el desembarco para envolver la plaza de Pensacola.
En este momento nos dirigimos de nuevo al Museo Naval de Madrid. En el mapa de 8 viñetas que se exhibirá durante dos meses más como «la pieza detallada» (encargado a raíz del informe de la toma de Pensacola «con la clara intención de narrar la historia de una batalla») observamos en su parte central a los navíos españoles frente al escenario de la batalla. La ciudad de Pensacola en su bahía y la isla deSanta Rosa en la bocana de acceso, formando un estrecho con la posición fortificada de Barrancas Coloradas, desde donde provenía el principal riesgo de la empresa.
La toma de la isla de Santa Rosa
El trabajo se auguraba duro, ya que, para llegar hasta su objetivo, la escuadra tenía que pasar a través de un estrecho flanqueado por dos baterías de cañones. Una sentencia de muerte sin duda. Por ello, Bernardo de Gálvez se decidió a tomar el fuerte de la isla de Santa Rosa para así evitar ser aniquilados por un fuego cruzado.
Con valentía, las tropas del malagueño desembarcan en el terreno dispuestas a derramar sangre inglesa pero, para su sorpresa, lafortaleza estaba desmantelada. «Consiguieron tomar la isla sin ninguna baja y sin ningún disparo», sentencia Moreno Martín. La moral aumentó pues, para entrar hacia la bahía de Pensacola, ya sólo tenían que pasar a través de la batería de las Barrancas Coloradas.
«Yo solo»
«Una vez conseguido esto, lo que pretendía Bernardo de Gálvez espasar con toda la escuadra, eso sí, lo más cerca posible de la isla(ya española) para evitar el fuego de las Barrancas Coloradas», afirma el jefe de la sección de Cartografía. La empresa comenzaba a tomar forma, pero, al aventurarse por el estrecho, el fondo del casco del navío en el que viajaban el malagueño y Calvo (el San Genaro), tocó en el suelo: tenía demasiado calado para pasar. Por ello, fue necesario salir a aguas más profundas para no quedar encallados.
En ese momento comenzaron las discrepancias pues, mientras Gálvez quería entrar en la bahía y tomar Pensacola, José Calvo (al mando de la escuadra), se negaba en rotundo a atravesar el estrecho. Y es que argumentaban, no sin razón, que no se conocía bien el terreno y que una peligrosa tormenta tropical se aproximaba hacia el lugar. Además, la batería situada en el fuerte de las Barrancas Coloradas seguía activa y, en el caso de que un navío quedara encallado, toda la escuadra podría sufrir su fuego y ser seriamente dañada.
Gálvez entró en la bahía al grito de «El que tenga honor y valor que me siga»
No había vuelta atrás, Gálvez enarboló la bandera de Comandante y entró en el puerto junto dos pequeñas cañoneras y un buque de transporte. En contra de lo que se puede pensar, no sufrió serios daños por parte de las baterías enemigas y, además, atrajo el fuego sobre sus barcos. «De aquí es donde viene la leyenda que se puede leer en su escudo de armas: ‘Yo Solo’, porque pasó sin que le siguiera en principio ningún comandante», explica Moreno. «Después pasó toda la escuadra, ya que había buques que hacían frente al fuego de las Barrancas Coloradas y podían atravesar la zona con seguridad» determina el experto.
La marcha de Calvo y la llegada de refuerzos
Tras la entrada en la bahía de Gálvez, el resto de buques se decidieron a seguirle. ¿Todos? No. Hubo uno que se retiró, y es, según fuentes históricas, el navío en el que se encontraba José Calvo. Al parecer, el oficial decidió volver a La Habana tras ver el éxito del malagueño. Definitivamente, su misión había acabado, como más tarde le haría saber Gálvez mediante una misiva.
Antes de llegar a su destino, sin embargo, se detuvo en Matanzas (Cuba) donde preparó minuciosamente su defensa ante las posibles acusaciones que sufriera al llegar a territorio español. ¿Se apoderó la vergüenza de él?, probablemente, pero nunca se supo a ciencia cierta. Lo que es cierto es que, al partir, dejó a la flota española sin su navío, un gran activo en la contienda.
Una nueva escuadra llegó para reforzar a los españoles
Además, a los asaltantes también se les unieron cuatro fragatas francesas con casi 800 soldados. Y es que, Francia quería aportar también en esta batalla su pequeño granito de arena (o de pólvora), para favorecer la expulsión de Florida de los ingleses y, por lo tanto,luchar a favor de la independencia de los colonos.
La caída de Pensacola
Tras la entrada en la bahía, todo dependía ahora de las fuerzas terrestres, comandadas por José de Ezpeleta. Este, tenía órdenes de tomar los tres fuertes que defendían Pensacola: el de la «Media Luna», el del «Sombrero» y el del «Rey Jorge». «El siguiente episodio se produjo cuando las fuerzas españolas consiguieron tomar la fortaleza de la Media Luna, donde murieron 52 británicos», explica el jefe de Cartografía.
«A partir de ahí consiguieron pasar a la del Sombrero, luego a la del Rey Jorge y asaltar por detrás la ciudad», finaliza Moreno. La misión tocó a su fin, pues en menos de diez días Pensacola se rindió a los españoles. Las Barrancas Coloradas fueron las siguientes en abandonar la defensa, y es que, tras la caída de la ciudad, poco tenían que hacer ante el arrojo de Gálvez.
Una tormenta imperfecta
Una vez finalizada la contienda un nuevo enemigo se asomó entre las nubes: un huracán que causó grandes problemas a los españoles entre el 5 y el 6 de mayo de 1781, como bien puede apreciarse en una de las últimas viñetas del mapa. «Se puede ver como el autor dibuja una mar rizada y los barcos inclinados con sensación de movimiento», sentencia el experto. Sin embargo, no hubo que lamentar grandes daños, ya que los buques se retiraron de la costa y acudieron a proteger la entrada de la bahía frente a posibles refuerzos ingleses.
A pesar de las pocas bajas que sufrieron los dos bandos durante esta contienda (74 españolas por 145 inglesas), sin duda la de Pensacola fue una de las batallas que favoreció la independencia de los EE.UU. Y es que, gracias a la toma de la ciudad, se abrió otro frente para los ingleses, que se vieron obligados a destinar soldados a las inmediaciones de la zona descuidando en cierta manera la lucha contra los colonos.
La hazaña le valdría a José Solano y Bote el título de «Marqués del Socorro» por la ayuda prestada. A su vez, Gálvez recibiría gracias a la toma de Pensacola el nombramiento de mariscal de campo, además de un título que no le abandonaría jamás… «Yo solo».
En la España descafeinada de hoy, apenas nadie recuerda aquellos avatares acaecidos en la Florida a fines del siglo XVIII. Si preguntáramos en un instituto, Universidad o redacción de periódico (sí, también) qué es Pensacola nos sorprenderíamos con la respuesta. Eso será en España, porque en EE.UU. aún tienen claro que sin el arrojo de Bernardo de Gálvez quizás todo habría sido diferente.
PD- No se pierdan las conferencias sobre el Mapa de la Batalla de Pensacola los próximos 25 de noviembre y 30 de diciembre en el Museo Naval de la Armada, en Madrid.
4 preguntas al Comandante General de la Infantería de Marina, Pablo Bermudo y de Espinosa (General de División)
E.V./M.P.VMADRID
1. ¿Qué importancia tiene la Batalla de Pensacola para la Armada de hoy y la Infantería de Marina en particular?
Lo más destacable es, sin duda alguna, la trascendencia de haber participado de una manera directa y decisiva en el proceso de independencia de los Estados Unidos de América. Este vínculo histórico continúa presente hoy en día y se pone de manifiesto en las excelentes relaciones existentes entre la Fuerzas Armadas de ambos países, y en particular de la Infantería de Marina y el Cuerpo de Marines estadounidense.
2.¿Por qué cree que es tan desconocida en España esta batalla, por otra parte vital para la independencia nada menos que de EE.UU.?
A diferencia de lo que ocurre en EE.UU y en otros países de nuestro entorno, la atención prestada hacia la historia militar en España constituye todavía una asignatura pendiente en todos los ámbitos del sistema educativo. Nuestro pasado está repleto de hechos gloriosos de los que debemos sentirnos orgullosos, ya no solo como militares, sino como españoles y que deben ser rescatados del «baúl de los recuerdos» dado que constituyen un excelente ejemplo de valores tan importantes y necesarios hoy en día como son el honor, el valor, la disciplina y la lealtad.
3. ¿Cómo eran aquellos infantes de Marina del último tercio de siglo XVIII?
Me atrevo a decir que el lema actual del Cuerpo de Infantería de Marina define perfectamente cómo eran aquellos infantes de finales del Siglo de las Luces, unos «valientes por tierra y por mar».
4.¿Cómo definiría la personalidad y visión militar de Bernardo de Gálvez?
El carácter expedicionario que ha caracterizado a la Armada y, en particular a la Infantería de Marina prácticamente desde su creación en 1537 (recordemos que es la más antigua del mundo) ha marcado la personalidad de todos sus miembros desde siempre. Bernardo de Gálvez fue un militar destacó por su extraordinario valor y honor, virtudes humanas que han movido muchas veces la rueda de nuestra historia.
Día 19/07/2013 - 13.17h
Para escarnio del inglés, Canarias no es solo un lugar de «sol y playa», allí la Pérfida Albión sufrió una humillante derrota en su intento por someterlas. El héroe de Trafalgar prometió no volverlas a atacar
Hubo un tiempo en que los insignies habitantes de la Pérfida Albiónllegaban a las costas de España con otro propósito bien distinto al del «sol y playa». Eran ingleses a la caza de nuevos territorios para su Corona y sus intereses estratégicos en los mares y negocios hacia América y costa occidental africana. Tal fue el caso de aquellos días calurosos del 22 al 25 de julio de 1797 cuando el todavía contralmiranteHoratio Nelson -aquel que ya Londres exhibe con orgullo en su corazón de Trafalgar Square- se propuso conquistar Santa Cruz de Tenerife y con ello poner en jaque las siempre estratégicas Islas Canarias.
Pero el héroe británico se topó con el arrojo y determinación de todo un pueblo, el tinerfeño, que comandado por el General Antonio Gutiérrez de Otero (Aranda de Duero, 1729-Tenerife, 1799) puso fin a la osadía del inglés al que la escaramuza le costó la parte inferior del brazo derecho y apunto estuvo de costarle la vida que perdería ocho años más tarde en las aguas de Trafalgar.
«Labriegos, pescadores, artesanos, criados, en suma el pueblo llano de un extremo a otro de la isla defendió la ciudad de Santa Cruz de Tenerife», explica Jesús Villanueva Jiménez, autor de la novela histórica«El fuego de bronce» (Ed. Libros Libres) que recrea con minuciosidad la gran gesta del 25 de julio. Con su autor, nos adentramos en aquel episodio de la Historia de España difuminado y olvidado como tantos otros. Y con una figura que sobresalió sobre todas: el general burgalés Gutiérrez de Otero.
Razones estratégicas del ataque a Tenerife
Pero, ¿por qué decidió el Reino Unido lanzarse a la conquista de Tenerife? ¿Qué llevó a Nelson a plantarse frente a sus costas la madrugada del 22 de julio con 2.000 hombres y 393 bocas de fuego? La respuesta la encontramos en la derrota que sufrió la Armada española cinco meses antes en el Cabo de San Vicente.
«La oportunidad de tomar Santa Cruz, la plaza fuerte más importante y sede de la Capitanía General de Canarias, se presentó a comienzos de la primavera de 1797. Por entonces, la Armada española se encontraba bloqueada por la británica en la bahía de Cádiz,después ser vencida el 14 de febrero frente al cabo de San Vicente. La oportunidad la apreciaron tanto Nelson como su jefe directo, el almirante John Jervis, jefe de la flota del Mediterráneo. A partir de unacarta que Nelson dirige a Jervis, fechada el 12 de abril de 1797, se fragua el proyecto de invasión. En ésta y otras misivas, queda rotundamente demostrado que la intención británica era la de invadir Tenerife para por etapas tomar todas la islas».
La importancia geoestratégica de Tenerife y todo el archipiélago canario era la razón de peso para un Imperio británico con sede de dominios españoles en ultramar: «No sólo Tenerife, todo el Archipiélago Canario era ambicionado por Gran Bretaña, ya que sus islas podían suponeruna extraordinaria plataforma atlántica para el refugio y avituallamiento de la Royal Navy, dado los intereses británicos en el Nuevo Continente».
Madrugada del 22 de julio
Y así fue como la madrugada del 22 de julio las huestes británicas y sus ocho buques, aprovechando la absoluta oscuridad, se situaron frente a la costa tinerfeña para iniciar el desembarco. La escuadra inglesa la formaban los navíos de línea «Theseus» (donde enarboló su insignia el contralmirante), el «Culloden», el «Zealous», las fragatas «Seahorse», «Emerald» y «Terpsichore», el cúter «Fox» y la bombarda «Rayo» (el navío «Leander», procedente de Lisboa, se unió a la expedición la mañana del 24). Un total de 393 bocas de fuego y 2.000 hombres, instruidos, experimentados y bien armados. El plan parecía llegar a buen puerto.
Por su parte, las defensas de la ciudad de Santa Cruz de Tenerifela componían tan solo unos 60 artilleros veteranos y 320 de milicias (para servir 89 cañones en 16 baterías), 247 soldados del Batallón de Infantería de Canarias, 60 de las banderas de La Habana y Cuba, 110 de «La Mutine» (una corbeta francesa que fue capturada en la rada santacrucera dos meses antes por los británicos) y los regimientos de milicias de La Laguna, La Orotava, Garachico, Güímar y Abona, unos 900 campesinos (incluidos los agregados a las baterías) con escasísima formación militar y armados con aperos en su mayoría. Al frente de la defensa estaba el teniente general Antonio Gutiérrez de Otero, ya un hombre de 68 años.
«Aquella madrugada del 22 de julio los ocho buques ingleses se situaron frente a la costa de Santa Cruz; se botaron 30 lanchas con 900 hombres, al mando del capitán Trowbridge, comandante del Culloden. La marea contraria retrasó el avance y fueron descubiertos al amanecer. Desde el castillo de Paso Alto, el fuego de los cañones les hizo retroceder a los buques; la sorpresa se había frustrado».
A las 9 de la mañana, Nelson ordenó otro desembarco, costase lo que costase. El plan consistía en asaltar el castillo de Paso Alto y desde este cañonear al principal, el de San Cristóbal (donde se hallaba Gutiérrez y su plana mayor), mientras la infantería atacaba desde tierra. Esta vez los 900 hombres lograron desembarcar en la playa del Bufadero (al noreste de Santa Cruz), pero 200 españoles les cortaban el paso desde la vecina cumbre de Paso Alto, lo que obligó a los invasores a resguardarse en el alto del Ramonal. Entre ambas fuerzas el amplio Valleseco.
«Bajo un sol de justicia, se cruzaron disparos de mosquete y de algún cañón de campaña (llamados violentos). Sin agua ni alimentos, y ninguna posibilidad de avanzar, Trowbridge ordenó la retirada al atardecer. Nelson debía estar exasperado; sus planes no marchaban, así que decidió ordenar un ataque masivo», explica el autor de «El fuego de bronce».
A la 1.30h. del 25 de julio, fueron descubiertos los botes desde la batería de la cabeza del muelle. Bajo el fuego incesante de los cañones del muelle y de las baterías de San Cristóbal, Santo Domingo, San Pedro, Paso Alto, San Telmo y La Concepción, en torno a 700 hombres consiguieron desembarcar, la mayoría por la desembocadura del barranquillo del Aceite y por la caleta de Blas Díaz.
«Apenas un puñado de ingleses lograron hacerlo por la playa a la izquierda del castillo Principal, convertida en un infierno por la metralla del cañón “El Tigre”, cuya tronera, enfilando la playa, se había abierto el día anterior por iniciativa providencial del teniente Francisco Grandi Giraud. Nelson, gravemente herido, fue reembarcado al Theseus; a vida o muerte, el cirujano tuvo que amputarle el brazo derecho por encima del codo. Para colmo de males para los británicos, el cuter "Fox" fue hundido por la artillería española, yéndose a pique en pocos minutos con 150 hombres, más munición, armas y pertrechos para la toma del castillo de San Cristóbal».
La capitulación inglesa: palabra de Nelson
Durante la madrugada del 25 de julio, los enfrentamientos en las playas, las calles y plazas de Santa Cruz, fueron continuos y sangrientos. Desde las esquinas de las casas, en la penumbra, los del Batallón de Infantería de Canarias disparaban a los británicos que trataban de reorganizarse para asaltar el castillo. Éstos, desorientados, se dispersaron por el pueblo. El general Gutiérrez dividió en cuatro el Batallón de Infantería, a cuya sección agregó contingentes de milicianos, y los posicionó de forma que barrieran los británicos desperdigados por el pueblo.
La capitulación se firmó en el castillo de San Cristóbal esa mañana del 25 de julio de 1797. El general Gutiérrez por parte española, y el comandante del Zealous, Samuel Hood, por la británica. Gutiérrez aceptó un reembarque con armas, al toque de las cajas de guerra, con la condición, bajo la palabra de honor del propio Nelson, de que ninguna otra escuadra inglesa atacase Canarias, además de que los propios vencidos llevaran a Cádiz una misiva con destino Madrid, con la noticia de la victoria española. Palabra que cumplieron los ingleses.Los heridos fueron atendidos con total humanidad, hecho que el propio Nelson agradeció a Gutiérrez en la primera misiva que firmaba el inglés con su mano izquierda. Carta que se conserva.
¿Cuál fue el desenlace de la batalla que perdió Nelson? De los 1.300 británicos que desembarcaron, casi 700 resultaron muertos o heridos, por 24 españoles caídos. En Santa Cruz quedaron armas, pertrechos y, especialmente, dos banderas británicas (que hoy se exhiben en el museo del Centro de Historia y Cultura Militar de Canarias, en el establecimiento de Almeyda, en Santa Cruz de Tenerife) capturadas en combate aquella jornada del 25 de julio de 1797.
La importancia de Gutiérrez de Otero
En la defensa de Santa Cruz de Tenerife jugó un papel absolutamente fundamental el general Gutiérrez de Otero, quien conocía a la perfección las tretas y tácticas inglesas en la mar y frente a las costas españolas y a los que había vencido en dos ocasiones: «Al mando de las tropas de desembarco los expulsó de Puerto Egmont, en la Gran Malvina, en 1770, y en la recuperación de Menorca en 1782. Así quesupo anticiparse, tanto en la estrategia como en la táctica. Los términos de la capitulación son una muestra de su sensatez y sangre fría».
Otro de los personajes fundamentales de esta batalla fue una campesina del de San Andrés, cuya indentidad es desconocida, y que dio la voz de alarma al amencer del 22 de julio a los centinelas del castillo de Paso Alto cuando se dirigía a vender sus productos.
Pero sin duda si hubo un héroe gigante en esa contienda que reafirmaría más si cabe la españolidad de la isla de Tenerife fue su pueblo unido a su Ejército regular, que como nueve años más tarde en la Península -esta vez contra la locura de Napoleón en España- luchó con bravía y con un todos a una contra el invasor: «Mención especial quiero hacer de las valientes aguadoras de Santa Cruz, que la mañana del 22 de julio, jugándose literalmente la vida, subieron por tres veces agua, alimentos y pertrechos a los defensores españoles que cortaban el paso a los invasores en la escarpadísima cumbre de Paso Alto», puntualiza Jesús Villanueva Jiménez.
Ya sabe el lector... si acude a la siempre bendecida tierra canaria de Tenerife... recuerde que allí se defendió su pertenencia a España a sangre y fuego un caluroso julio de 1797, que allí el almirante venerado por el Reino Unido salidó derrotado y tullido, que el pueblo llano se aupó en la victoria junto a su Ejército en una de las grandes gestas de nuestra Historia.
Cuatro preguntas para el escritor Jesús Villanueva: «Nuestra Señora de la Candelaria no quiso ser inglesa»
E. VILLAREJO
- ¿Por qué falló el plan de Nelson?
- Falló por varios motivos. Primero por el acierto del plan de defensa elaborado con anticipación por el general Gutiérrez, quien sospechó que los británicos aprovecharían la oportunidad que ofrecía tener a la flota española bloqueada en Cádiz, con el consiguiente desamparo de las Canarias. El que durante meses antes de aquel julio buques británicos estudiaran la costa con descaro (fuera del alcance de los cañones españoles), e incluso robaran una fragata española y una corbeta francesa de la misma rada santacrucera, en dos noches muy oscuras, delataba sus intenciones. Ya en la madrugada del 19 de julio, el vigía Domingo Palmas, desde la atalaya de la punta de Anaga, avistó la flota enemiga y avisó a Santa Cruz. Esa atalaya, junto a otras que rodeaban la isla, era parte del plan de defensa. Cuando llegó la escuadra de Nelson, Santa Cruz los esperaba.
Por su parte, Nelson menospreció las fuerzas defensoras; no conocía las mareas extrañas de las costas Canarias; y, por supuesto, cometió una temeridad al tratar de desembarcar al frente de sus hombres la madrugada del 25. Le costó un brazo, casi la vida, y la incertidumbre y abatimiento de los ingleses que tomaron tierra.
Y además, de la misma manera que la Virgen del Pilar no quiso ser francesa, Nuestra Señora de la Candelaria, patrona de Canarias, cuya imagen ya se alzaba frente en Santa Cruz mirando al mar, no quiso ser inglesa sino capitana de las tropas chicharreras.
- Si Nelson hubiera muerto… ¡cómo hubiera cambiado la Historia! ¿Cómo se salvó?
- Se salvó porque junto a él iba su hijastro, el teniente Nesbitt, que le hizo un torniquete con su cinturón y ordenó a los marineros a dar la vuelta al bote y dirigirlo al «Theseus». De no ser así, se hubiese desangrado. Si Nelson hubiese muerto en la playa de Santa Cruz, no hubiese actuado de manera decisiva en las victorias británicas de Copenhage, Abukir y Trafalgar, por lo que el curso de la Historia podía haber cambiado y las pretensiones de Napoleón se podían haber visto favorecidas. Nada más y nada menos.
- ¿Por qué es tan desconocida esta historia en España?
- Porque, desgraciadamente, los historiadores españoles no se han ocupado de ella. De hecho, de no ser por la labor de investigación y divulgación que durante los últimos 17 años lleva realizando la Tertulia de Amigos del 25 de Julio, a la que tengo el honor de pertenecer desde hace dos, la Gesta, como en Canarias la llamamos, se hubiese perdido en el olvido y el desconocimiento más absoluto. En general, penosamente, los españoles desconocemos nuestra grandiosa Historia, cuando no la denostamos y menospreciamos, todo lo contrario de lo que sucede, por ejemplo, en el Reino Unido.
- Sin embargo, en Londres se venera aún a Nelson. Con una estatua en el corazón de la ciudad. ¿Cómo se valoran los hechos del 25 de julio de 1797 en la historia sajona?
- Los historiadores británicos han defendido, y siguen haciéndolo, la teoría de que a Santa Cruz de Tenerife se vino a apresar un valioso cargamento, poco menos que a saquear el puerto y a nada más. Semejante argumento no es más que una argucia (que ni ellos mismos se creen) para mitigar en lo posible el valor de la derrota sufrida, no sólo por la Royal Navy, sino por su idolatrado Lord Nelson.
Desde el día siguiente de su estrepitosa derrota, las publicaciones británicas multiplicaron hasta por cinco el número de los defensores españoles en Santa Cruz, valga como ejemplo del mal perder inglés. Hoy por hoy, siguen ocultando en las biografías de Nelson su única derrota, la sufrida en Santa Cruz. Y en el mejor de los casos se menciona como una refriega menor. De hecho, se ignora por la inmensa mayoría de británicos dónde perdió el brazo el más ilustre de sus marinos.
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