20 de mayo de 2008
Científicos españoles explican la lluvia de bloques de hielo de los últimos años
ABC - 20/05/08
Científicos españoles explican la lluvia de bloques de hielo de los últimos años
A. PASCUAL. MADRID.
Sevilla, Valencia, Soria o Madrid ya han recibido la visita de estos «megacriometeoros», generosos trozos de hielo que impactan súbitamente contra el suelo bajo un cielo despejado. Se intuye que el fenómeno ha existido siempre, si bien los primeros casos documentados datan de los años 50. En España se han registrado al menos nueve impactos en este siglo, la mayoría en los primeros meses de 2000. La lluvia de conglomerados de hielo supone un riesgo para personas y bienes materiales, pero constituye una amenaza especialmente aguda para la aviación.
Hasta ayer apenas conocíamos el fenómeno más allá de su peligrosidad, sin embargo, un estudio dirigido por Jesús Martínez-Frías, del Centro de Astrobiología del Instituto Nacional de Técnica Aerospacial (INTA), ha arrojado algo de luz sobre el misterio.
Un fenómeno nuevo
El término, «megacriometeoros» fue acuñado por el propio Martínez-Frías en 2002 en colaboración con David Travis, climatólogo de la Universidad de Wisconsin. «Hemos utilizado un término nuevo porque se trata de un fenómeno no estudiado hasta el momento. No es granizo, porque el análisis de su estructura indica lo contrario; además, el granizo se forma en las nubes, y estos impactos a menudo se dan en días solados», señaló el investigador a ABC.
Esta explicación sería suficiente para desmontar los postulados de voces críticas como la de Charles Knight, de la Corporación Universitaria para la Investigación Atmosférica en Colorado (EE.UU.), quien ha señalado que «no se puede formar hielo sólido en ausencia de nubes gruesas y claramente visibles».
Tras ocho años de investigación multidisciplinar —en ella han colaborado el Servicio de Criminalística de la Guardia Civil (SECRIM), el CSIC y varias universidades— todos los datos apuntan al origen atmosférico de los proyectiles. Los especialistas del SECRIM, que han tenido gran relevancia en el proceso, ya se decantaron por esta posibilidad en el informe pericial elaborado tras el impacto de un «megacriometeoro» en Mejorada del Campo el 13 de marzo de 2007.
Diversas teorías
En un primer momento se valoró la posibilidad de que todo fuese obra de un grupo de bromistas, pero la diversidad geográfica de los impactos, unida a la afinidad química de los bloques encontrados, hizo deshechar esta suposición.
Posteriormente, y al auspicio de los medios de comunicación, se empezó a hablar de «aerolitos», esto es, material procedente del espacio que llega a nuestro planeta. El término desagrada especialmente a la comunidad científica pues, como sostiene Josep Mª Trigo, de la Universidad de Valencia, «el hielo se hubiese destruido durante la entrada atmosférica. Además, la velocidad de caída no concuerda en absoluto con la de un objeto entrante».
Descartadas estas dos tesis, hubo quien señaló a los residuos producidos por el tráfico aéreo como causa. No obstante, el análisis químico de los «megacriometeoros» reveló la naturaleza inorgánica del compuesto. «No hay rastro de desinfectantes en el líquido, ni de cualquier otra materia orgánica. Es más, los primeros casos documentados proceden de épocas donde no existía la aviación», apuntó Martínez-Frías.
La investigación sitúa la formación de estas «rocas heladas» en la tropopausa, denominación que reciben los límites de la troposfera, la más cercana de las capas de la atmósfera.
Fluctuaciones de la troposfera
Según el equipo del INTA, las fluctuaciones térmicas experimentadas en esta zona provocarían ondulaciones extrañas en los vientos, así como un incremento súbito de la humedad y anomalías en la capa de ozono. En estas determinadas condiciones, la estela creada por los reactores de un avión sí podría favorecer la formación de las masas heladas, pero este hecho se encuentra todavía en una fase temprana de estudio.
«Desconocemos cómo empieza el proceso de nucleización de los trozos de hielo, y como se sostienen en la atmósfera pese a su elevado peso», comenta Martínez-Frías, para concluir: «Pero el caso es que caen». La ausencia de un modelo geofísico que lo explique todo no menoscaba su veracidad, pues el análisis isotópico de los elementos recogidos ha revelado una composición idéntica a la del agua de lluvia. El interior de las bolas de hielo está estratificado en capas, contiene burbujas de amonio y partículas de sílice, algunos de éstos son materiales compartidos con las partículas de granizo. La importancia de los resultados de la investigación ha sido destacada en numerosas publicaciones especializadas. El geólogo Roger Buick, en un artículo publicado en «Science», considera que «las investigaciones realizadas por los científicos españoles contituyen un avance importante que proporciona una explicación a tan espectacular fenómeno».
Indicios del cambio climático
El aumento de temperatura en determinadas áreas de la troposfera podría ser un nuevo indicador del fenómeno de cambio climático que sufre la Tierra. Un ascenso de la temperatura provocaría la emisión de más vapor de agua a la atmósfera, que a su vez provocaría ciertas ondulaciones en la troposfera.Desde el Centro Mediterráneo de Estudios Ambientales, el profesor Millán Millán bosqueja otra hipótesis. A tenor de lo observado por su equipo de trabajo, los seis casos sufridos en España durante enero de 2000 tienen una respuesta ambiental. En aquel mes, la baja estratosfera presentaba una humedad fuera de lo común, por lo que una condensación de agua, en caída libre durante 19 kilómetros a través de una atmósfera saturada, sería motivo suficiente para formar una bola de hielo de más de un kilogramo de peso.
Este conglomerado de circunstancias favorecería la creación de los «megacriometeoros», pero no «no se puede ser concluyente —advierte Martínez-Frías— al respecto, porque influyen muchos otros factores. Pero no me sorprendería que fuese un fenómeno en aumento.»
Científicos españoles explican la lluvia de bloques de hielo de los últimos años
A. PASCUAL. MADRID.
Sevilla, Valencia, Soria o Madrid ya han recibido la visita de estos «megacriometeoros», generosos trozos de hielo que impactan súbitamente contra el suelo bajo un cielo despejado. Se intuye que el fenómeno ha existido siempre, si bien los primeros casos documentados datan de los años 50. En España se han registrado al menos nueve impactos en este siglo, la mayoría en los primeros meses de 2000. La lluvia de conglomerados de hielo supone un riesgo para personas y bienes materiales, pero constituye una amenaza especialmente aguda para la aviación.
Hasta ayer apenas conocíamos el fenómeno más allá de su peligrosidad, sin embargo, un estudio dirigido por Jesús Martínez-Frías, del Centro de Astrobiología del Instituto Nacional de Técnica Aerospacial (INTA), ha arrojado algo de luz sobre el misterio.
Un fenómeno nuevo
El término, «megacriometeoros» fue acuñado por el propio Martínez-Frías en 2002 en colaboración con David Travis, climatólogo de la Universidad de Wisconsin. «Hemos utilizado un término nuevo porque se trata de un fenómeno no estudiado hasta el momento. No es granizo, porque el análisis de su estructura indica lo contrario; además, el granizo se forma en las nubes, y estos impactos a menudo se dan en días solados», señaló el investigador a ABC.
Esta explicación sería suficiente para desmontar los postulados de voces críticas como la de Charles Knight, de la Corporación Universitaria para la Investigación Atmosférica en Colorado (EE.UU.), quien ha señalado que «no se puede formar hielo sólido en ausencia de nubes gruesas y claramente visibles».
Tras ocho años de investigación multidisciplinar —en ella han colaborado el Servicio de Criminalística de la Guardia Civil (SECRIM), el CSIC y varias universidades— todos los datos apuntan al origen atmosférico de los proyectiles. Los especialistas del SECRIM, que han tenido gran relevancia en el proceso, ya se decantaron por esta posibilidad en el informe pericial elaborado tras el impacto de un «megacriometeoro» en Mejorada del Campo el 13 de marzo de 2007.
Diversas teorías
En un primer momento se valoró la posibilidad de que todo fuese obra de un grupo de bromistas, pero la diversidad geográfica de los impactos, unida a la afinidad química de los bloques encontrados, hizo deshechar esta suposición.
Posteriormente, y al auspicio de los medios de comunicación, se empezó a hablar de «aerolitos», esto es, material procedente del espacio que llega a nuestro planeta. El término desagrada especialmente a la comunidad científica pues, como sostiene Josep Mª Trigo, de la Universidad de Valencia, «el hielo se hubiese destruido durante la entrada atmosférica. Además, la velocidad de caída no concuerda en absoluto con la de un objeto entrante».
Descartadas estas dos tesis, hubo quien señaló a los residuos producidos por el tráfico aéreo como causa. No obstante, el análisis químico de los «megacriometeoros» reveló la naturaleza inorgánica del compuesto. «No hay rastro de desinfectantes en el líquido, ni de cualquier otra materia orgánica. Es más, los primeros casos documentados proceden de épocas donde no existía la aviación», apuntó Martínez-Frías.
La investigación sitúa la formación de estas «rocas heladas» en la tropopausa, denominación que reciben los límites de la troposfera, la más cercana de las capas de la atmósfera.
Fluctuaciones de la troposfera
Según el equipo del INTA, las fluctuaciones térmicas experimentadas en esta zona provocarían ondulaciones extrañas en los vientos, así como un incremento súbito de la humedad y anomalías en la capa de ozono. En estas determinadas condiciones, la estela creada por los reactores de un avión sí podría favorecer la formación de las masas heladas, pero este hecho se encuentra todavía en una fase temprana de estudio.
«Desconocemos cómo empieza el proceso de nucleización de los trozos de hielo, y como se sostienen en la atmósfera pese a su elevado peso», comenta Martínez-Frías, para concluir: «Pero el caso es que caen». La ausencia de un modelo geofísico que lo explique todo no menoscaba su veracidad, pues el análisis isotópico de los elementos recogidos ha revelado una composición idéntica a la del agua de lluvia. El interior de las bolas de hielo está estratificado en capas, contiene burbujas de amonio y partículas de sílice, algunos de éstos son materiales compartidos con las partículas de granizo. La importancia de los resultados de la investigación ha sido destacada en numerosas publicaciones especializadas. El geólogo Roger Buick, en un artículo publicado en «Science», considera que «las investigaciones realizadas por los científicos españoles contituyen un avance importante que proporciona una explicación a tan espectacular fenómeno».
Indicios del cambio climático
El aumento de temperatura en determinadas áreas de la troposfera podría ser un nuevo indicador del fenómeno de cambio climático que sufre la Tierra. Un ascenso de la temperatura provocaría la emisión de más vapor de agua a la atmósfera, que a su vez provocaría ciertas ondulaciones en la troposfera.Desde el Centro Mediterráneo de Estudios Ambientales, el profesor Millán Millán bosqueja otra hipótesis. A tenor de lo observado por su equipo de trabajo, los seis casos sufridos en España durante enero de 2000 tienen una respuesta ambiental. En aquel mes, la baja estratosfera presentaba una humedad fuera de lo común, por lo que una condensación de agua, en caída libre durante 19 kilómetros a través de una atmósfera saturada, sería motivo suficiente para formar una bola de hielo de más de un kilogramo de peso.
Este conglomerado de circunstancias favorecería la creación de los «megacriometeoros», pero no «no se puede ser concluyente —advierte Martínez-Frías— al respecto, porque influyen muchos otros factores. Pero no me sorprendería que fuese un fenómeno en aumento.»