16 de mayo de 2008

Alcaldes del PNV ponen trabas a las obras para mejorar la seguridad de los cuarteles

ABC - 16/05/08

Alcaldes del PNV ponen trabas a las obras para mejorar la seguridad de los cuarteles

D. MARTÍNEZ/J. PAGOLA. MADRID.
Ayuntamientos del País Vasco, la mayoría del PNV, ponen trabas para que las Fuerzas de Seguridad puedan dotar a sus instalaciones de medidas preventivas ante posibles atentados. Ello, unido a la falta de medios, deja a los agentes que combaten el terror en primera línea a merced de ETA, como ha ocurrido en Legutiano.
Hay municipios, sobre todo en Guipúzcoa y Vizcaya, en los que el alcalde se niega a la colocación de bolardos en los aledaños del cuartel. ABC conoce el nombre de algunas de estas localidades, pero no las cita para no facilitar la más mínima pista a los asesinos. Ello, pese a que es evidente que ETA dispone en la mayoría de las poblaciones vascas de chivatos que delatan a la dirección de la banda la vulnerabilidad de las instalaciones de las Fuerzas de Seguridad, como ocurrió en el caso de Legutiano.
De acuerdo con las diferentes fuentes consultadas, uno de estos ayuntamientos se ha negado a autorizar la colocación de una cámara de seguridad en el exterior de la casa cuartel, en concreto, en el soporte de una farola. De esta forma, los responsables del puesto han tenido que montar el dispositivo visual desde el interior del acuartelamiento, obligando a una serie de «malabarismos» para que la cámara recoja los puntos conflictivos.
Este mismo ayuntamiento ha instalado una parada de autobús justo en el acceso a la casa cuartel y, además, se niega a que se pode el seto que interfiere la visión desde los puestos de vigilancia. Los fines de semana, de madrugada, la parada es muy frecuentada por jóvenes que salen de marcha, lo que dificulta aún más la labor preventiva de los agentes. «Cualquier día, entre ellos, se van a mezclar dos terroristas para dejar una bomba y nadie se va a enterar», comentan las fuentes consultadas.
Seguridad en Irún
Por el contrario, hay ayuntamientos que facilitan la mejora de la seguridad exterior. Es el caso de Irún, donde el Consistorio (PSE) ha colocado jardineras a lo largo de la bajada por la que se accede al cuartel, de tal forma que es inevitable el descenso «haciendo eses». Hace años, el «comando Ipar Haizea» precipitó contra este edificio un coche «kamikaze».
Una de las casas cuarteles que carece de las necesarias medidas de seguridad es la de Durango, que el pasado 24 de agosto sufrió el zarpazo de otro coche bomba. Precisamente, esta misma semana, nueve meses después, han concluido las labores de reconstrucción del edificio y, pese a que el atentado desveló su vulnerabilidad, no se observa que la seguridad exterior haya mejorado.
Y es que, a las trabas de algunos ayuntamientos nacionalistas, se une una política por parte de los sucesivos gobiernos que, a la vista está, se ha mostrado altamente insuficiente.
La casa cuartel de Legutiano, al borde de una carretera, sin un muro de contención que delimitara un perímetro de seguridad con garantías, «estaba vendida». Expertos subrayan, por ejemplo, que con una o dos tanquetas apostadas permanentemente junto a la instalación, ETA, ni por un asomo, se habría atrevido a perpetrar un atentado como el del miércoles. Los terroristas nunca tendrían la certeza de si en el momento elegido para su acción, los blindados están ocupados por agentes que pueden repeler el ataque. En el remoto caso de que decidieran atentar, estos vehículos harían de escudo. ¿Por qué se decidió retirar las tanquetas que la Policía y la Guardia Civil tenían desplegadas por el País Vasco? Los expertos aseguran que fue una decisión política para transmitir la imagen de que en esta Comunidad «no hay un conflicto bélico», cuando en realidad lo que hay es una guerra, eso sí, sucia, la de ETA. ¿Por qué, sin embargo, junto a la Embajada de Estados Unidos en Madrid hay permanentemente una o dos tanquetas de la Policía?
Dotarse de más personal
Las fuentes consultadas advierten, también, de que para evitar este tipo de atentados las dependencias de las Fuerzas de Seguridad del Estado necesitan, con urgencia, dotarse de más personal. Probablemente, los chivatos de ETA sabían que los cuarteles de Durango y Legutiano sólo disponían, en labores de vigilancia, de un guardia fijo en la puerta y otro en garita encargado, este último, de moverse dentro del perímetro de seguridad para detectar posibles movimientos sospechosos. Sin embargo, como mínimo, debería destinarse a dos agentes para esta segunda misión, ya que es una regla de oro que en toda identificación participen, al menos, dos personas, una de ellas para cubrir a su compañero.
Con una ampliación de plantilla, además, se podría destinar cuatro o seis agentes a patrullar constantemente las inmediaciones de las dependencias como labor preventiva y para reaccionar ante posibles ataques terroristas.