30 de julio de 2008

«No vale de nada que a los etarras los condenen a 2.000 años y cumplan sólo 20»

ABC.es - 29/07/08

Martes 29, julio 2008 - Últ. actualización 16:29h

«No vale de nada que a los etarras los condenen a 2.000 años y cumplan sólo 20»

ETA asesinó a 12 guardias civiles en la plaza de la República Dominicana de Madrid en 1986
De Juana durante su intervención en la Audiencia Nacional en el año 2006

El etarra fue acusado de pertenencia a banda armada y delitos de amenazas

De Juana Chaos durante su primera huelga de hambre
Imagen del atentado
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E. DE LEÓN/A. PÉREZ MADRID
Actualizado Martes, 29-07-08 a las 11:59
El reguero de violencia dejado por el terrorista Ignacio De Juana Chaos —hasta 25 asesinatos— se completa con el dolor de los familiares de sus víctimas y el de los supervivientes de sus atentados. De Juana abandonará la prisión de Aranjuez el próximo sábado y podría cruzarse con cualquiera de los afectados por su barbarie. ABC ha querido acercarse a esas historias con una serie de testimonios. Ángel Larios y Santiago Busqué, supervivientes de los atentados de la plaza de la República Argentina y de la plaza de la República Dominicana (Madrid), respectivamente, cuentan su experiencia.
«Yo lo que quiero es olvidar», explica con voz entrecortada Ángel Larios, guardia civil víctima de uno de los atentados de De Juana. A sus 47 años, este agente recuerda cómo ese asesino truncó su carrera y su vida. Tenía sólo 24 años cuando sufrió el atentado de ETA perpetrado en la madrileña plaza de la República Argentina, que lo dejaría marcado de por vida. «Sólo llevaba dos años en el cuerpo y quince meses desarrollando el trabajo en los servicios de seguridad de la embajadas de la zona: varios países árabes, Rusia y EE.UU.».
Como cada mañana, el 9 de septiembre de 1985, el microbús que transportaba a la Benemérita se dirigía a las 7.30 horas de la mañana desde la Castellana, pasando por la calle Carboneros y Sol, hasta la plaza de la República Argentina. Un coche bomba, estacionado en doble fila en Carboneros, estalló al paso del vehículo de la Guardia Civil. El semáforo que siempre estaba en ámbar, esa mañana no había sido modificado, se encontraba en rojo. El conductor se lo saltó, pues no pasaba nadie. «Los etarras debieron pensar que la Benemérita nunca se lo saltaría», opina el agente. Pero, al hacerlo, «nos salvó a todos». La onda expansiva «que salió por los bajos del vehículo» mató al ciudadano estadounidense Eugene Kenneth Brown mientras realizaba «footing». «En el momento del atentado no pensamos que se tratara de una bomba, nuestro primer pensamiento fue que el vehículo se había estrellado. Nos levantamos porque nos quemábamos. Yo iba sentado justo en la zona donde se encontraba el tanque de gasóil y sólo pensaba en salir de allí», recapitula.
El horror del atentado ha dejado a Larios una herencia de por vida: secuelas tanto físicas como psicológicas. Tiene las extremidades superiores afectadas, lo que le impide coger peso y, por lo tanto, manejar armas —imprescindible en su profesión—. Asimismo, sufre una lesión en el menisco derecho y pérdida de visión. «Tuve cristales detrás del globo ocular durante cuatro o cinco días tras el atentado», explica. Respecto a las secuelas psicológicas sigue «bastante afectado, me da miedo cualquier lugar donde se aglomere mucha gente, tengo claustofobia, temo entrar en un ascensor. En esos momentos quiero escapar, como cuando estaba en el microbús».
Destino: País Vasco
Larios estuvo hospitalizado veinte días y pasó mil de rehabilitación. Por si no fuera suficiente su calvario, le destinaron a Pasajes (Guipúzcoa). «Estuve allí dos o tres días. Mi capitán y el médico de mi destino se percataron de que no podía usar armas, de que no estaba en condiciones de ejercer mi trabajo». Su destino fue un jarro de agua fría: «Sentí miedo nada más salir de Burgos».
Que estas situaciones de terror cambien depende «de los políticos. Ellos deberían hacer las leyes para que los etarras cumplieran sus condenas. No vale de nada que le impongan 2.000 ó 3.000 años para que luego cumplan sólo 20». Además, de la última tregua han salido reforzados: «Sólo ha servido para reconstruir la banda, para que se hagan más fuertes. Sólo hacen chantajes y un Estado de Derecho como el español no debe dejarse embaucar». «Los políticos pueden hacer las leyes, los jueces sólo las aplican, pero a los políticos —agrega— no les conviene poner cadena perpetua. Existen muchos intereses de por medio y mientras ETA se ríe de nosotros».
«Los políticos pueden hacer las leyes,(...) pero no les conviene poner cadena perpetua. Existen muchos intereses de por medio y mientras ETA se ríe de nosotros»
El mejor ejemplo de esa actitud etarra lo encuentra en De Juana. «No tengo palabras para hablar de él, es un chantajista. El Gobierno se lo ha permitido todo. Podríamos hacer igual las víctimas, así tal vez nos harían el mismo caso». En cuanto a la puesta en libertad del etarra que le pudo quitar la vida se indigna «no sólo porque consiga la libertad, sino porque no se arrepiente» de sus actos. Incluso ha llegado a festejar atentados, como «cuando pidió champán para celebrar la muerte de unos asesinados por ETA en Sevilla».
Existen momentos muy crudos para los supervivientes; no es sólo el atentado, sino también el momento en el que tienen delante al terrorista. «Yo he visto a De Juana frente a frente en la Audiencia Nacional y no tiene corazón. Es una persona a la que no habría que permitir estar dentro de la sociedad. La humanidad necesita que nos respetemos los unos a los otros». Por eso, afirma que «aunque me pidiera perdón, no le perdonaría porque me truncó la vida». En la actualidad, este agente ha conseguido obtener la invalidez absoluta, tras pasar primero por una exclusión temporal. Sigue a la espera de la indemnización total.
«Con lo cariñoso que tú eras»
Otro superviviente de los atentados de De Juana es Santiago Busqué. El 14 de julio de 1986, cuando el etarra cometió su atentado más sangriento, con doce muertos, tenía 19 años. Busqué se dirigía en autobús a realizar un servicio de vigilancia, con otros 59 compañeros de la Guardia Civil. A su paso por la plaza de la República Dominicana, el coche bomba de ETA cambió su vida.
De ser una persona agradable y con buen humor constante, se convirtió en un «hombre arisco, que padece ataques de ira, que se sobresalta por nada», como él mismo explica. Su madre se lo recuerda a menudo: «Con lo cariñoso que tú eras, hijo...». La razón de ese cambio está en el estrés postraumático que le acompaña desde el mismo día del atentado. No se lo pudo tratar hasta hace bien poco porque «cuando ocurrió el atentado debía ser un problema desconocido. Me lo diagnosticó un forense de la Audiencia Nacional hace cuatro años».
Las doce víctimas mortales del atentado iban en su autobús. Busqué lo recuerda todo: «No hay día que no me acuerde del atentado. No escuché la explosión porque la onda expansiva te revienta los tímpanos. Ni siquiera sientes dolor en el momento, sino al recuperarte».
Tras el atentado siguió en la Guardia Civil «sin privilegios ni traslados», y continuó hasta el año pasado. Sólo hubiera abandonado la Benemérita por un motivo: el País Vasco. «Nunca lo he pisado. Dicen que es muy bonito, pero aunque fuese el último sitio donde vendiesen cigarrillos, no iría. Si me hubiesen destinado allí, lo habría dejado».
Precisamente en la Comunidad Autónoma Vasca vivirá, previsiblemente, De Juana Chaos cuando salga en libertad el sábado. «El día de mi cumpleaños, un regalo excepcional», comenta irónicamente Busqué, quien también compadece a los nuevos vecinos del asesino, algunos víctimas de ETA. «Lo siento por ellos. Es una lástima que no se haya hecho nada». Lo peor de todo, a su juicio, es que la situación no parece «que se vaya a solucionar» y De Juana volverá a ser libre. «Primero se le reduce la pena por los asesinatos, y encima con mentiras. Después —se lamenta— ocurre lo mismo con las amenazas: se le condena a varios años y se quedan en tres. Es indignante».