El obispo Fidel García Martínez, en una imagen de juventud
La policía franquista simuló varias visitas de un prelado antinazi a un prostíbulo de Barcelona para obligarlo a retirarse
JUAN G. BEDOYA 25/10/2008
Que un obispo famoso en la España de Franco, nacionalcatólica a machamartillo, sea sorprendido en una casa de citas cohabitando "en una cama de las llamadas de matrimonio" con una prostituta produjo "sensación y estupor por la personalidad del hallado" a los policías encargados de redactar el informe, calificado de "reservadísimo". Ocurrió, según el atestado, el 18 de agosto de 1952. Diez años más tarde, Franco se hizo entregar otro informe, éste del Servicio de Información Militar, reconociendo que todo había sido un montaje, con "dobles del obispo", para acabar con un prelado incómodo para el régimen franquista por sus doctrinas antinazis.
Franco ofreció a Fidel García una reparación por el 'montaje', y el cardenal Tarancón no quiso remover el escándalo
A Franco, curado en 1962 de entusiasmos fascistas por razones geopolíticas, le remordía la conciencia aquella canallada y ordenó a su ministro de Justicia, Antonio Iturmendi, que ofreciese al desgraciado prelado la reparación que precisase, siempre que no fuera pública. Éste, ya anciano, rechazó con energía el ofrecimiento. Prefirió continuar "con el martirio hasta la muerte". El dictador lo habló más tarde con Manuel Fraga, su ministro de Información, que lo cuenta en las Memorias. Para entonces, la mala fama del obispo era vox populi. Paul Preston alude al "lujurioso incidente" en la biografía de Franco, dándolo por cierto.
El obispo con el que quería acabar la dictadura en 1932 tenía entonces 72 años y se llamaba Fidel García Martínez. Hijo de un humildísimo peón caminero, había nacido en 1880 en Soto y Amío (León) y estudiado en la Universidad Pontificia de Comillas, donde fue el alumno mimado de los jesuitas por su extraordinaria inteligencia. Brillante teólogo y escritor, llega pronto a obispo, con sede en Calahorra. Él mismo aborta, en cambio, su ascenso a la sede primada de Toledo para sustituir en 1931 al cardenal Pedro Segura, pese a la insistencia de Roma, que
lo consideró siempre entre los más inteligentes del episcopado. Lo demostró con creces en el Concilio Vaticano II, donde se destacó de entre los prelados españoles, según escribe el historiador Josep M. Piñol en La transición democrática de la Iglesia católica española. Para entonces, Fidel García llevaba retirado con los jesuitas en Deusto (Bilbao) varios años, tras las brutales maquinaciones del franquismo contra él. Murió en 1973, a los 93 años.
El golpe militar del 18 de julio de 1936 sorprende al obispo Fidel García
en Calahorra. Viaja enseguida a Logroño con la idea de mitigar matanzas y represiones. En 1937 publica en su boletín diocesano la encíclica Mit Brennender Sorge (Con ardiente preocupación), con la que Pío XI condena severamente el nazismo. Franco había dado órdenes tajantes de evitar la publicación en los territorios bajo su control de la famosa execración papal contra su socio bélico Adolf Hitler. El prelado de Calahorra fue el único que ignoró las órdenes del caudillo golpista. Para subrayar su combate contra todo totalitarismo ateo, dio un paso más. Publicó una larga y vibrante Instrucción pastoral sobre algunos errores modernos, entre otros el nazismo y el comunismo, y en defensa de "la libertad y la dignidad del hombre frente al Estado".
Era más de lo que el generalísimo Franco y la Gestapo hitleriana, que campaba en España a sus anchas, podían soportar. Incluso los obispos de la época, en su mayoría entregados al nuevo régimen, consideraron la pastoral de su colega un "gran error". "¿No decían que era tan listo? ¿A quién se le ocurre meterse en esos temas?", criticaron.
Ahí empieza el calvario del obispo de Calahorra. Pese a llevar treinta años en la sede riojana y recibir en ese tiempo varios homenajes de respeto y admiración por "su santidad", empezaron a circular rumores sobre andanzas por prostíbulos de Barcelona y París y sobre su vida disoluta. La campaña de calumnias arreció en los momentos más críticos del franquismo, aislado internacionalmente y entregado sin condiciones a los alemanes. "Me lo voy a acabar creyendo hasta yo", confió a varios de sus acongojados colaboradores el paciente prelado.
"Entre 1950 y 1952 se culminó la canallada", en palabras del magistrado emérito del Tribunal Superior de Madrid Antonio Arizmendi, que acaba de publicar con el historiador Patricio de Blas un minucioso informe sobre el caso con el título Conspiración contra el obispo de Calahorra. Denuncia y crónica de una canallada (Editorial Edaf). Hijo del abogado de la diócesis de Calahorra cuando Fidel García decidió dimitir, Arizmendi lleva décadas denunciando "la felonía que sufrió el prelado" y ofrece datos, documentos y nombres de una trama en la que aparecen Franco y la Gestapo, los ministros Fraga e Iturmendi, e incluso el yerno de éste, Alfonso Osorio, más tarde vicepresidente del Gobierno con Adolfo Suárez.
El informe policial "reservadísimo" que se guarda en el archivo de la diócesis de Barcelona (hoy, arzobispado) relata el descubrimiento del supuesto prelado en una "casa non santa" de Barcelona, donde era "un pupilo frecuente con el nombre de don Manolo". Todas las prostitutas conocían "su jerarquía eclesiástica". El supuesto prelado fue llevado "al siguiente día ante el obispo de la diócesis, doctor Modrego, ante el que reconoció sus faltas". ¿Estaba en el secreto del montaje el arzobispo Modrego, franquista redomado? Lo seguro es que su actitud, como mínimo crédula, dolió sobremanera al verdadero Fidel García. La policía concluye relatando "las andanzas mujeriegas anteriores" del supuesto prelado en los mejores hoteles y cabarés de Barcelona y París. El informe relata incluso cómo "efectuaba sus rápidos cambios de personalidad en los retretes de las estaciones".
"En esta historia de canallas hay dos montajes igualmente vituperables. El primero, el que culminó en agosto de 1952, es el más infame de los dos. Pero el segundo, el de 'cuanto más tarde se sepa, mejor', es el más cobarde porque, además, lo han querido disfrazar de prudencia", afirma Arizmendi. Incluso ahora, denuncia, los obispos no quieren saber nada de rehabilitar el buen nombre de su ilustre predecesor. Quien peor se portó es el cardenal Tarancón, al que señala como "amigo de Franco". En carta a Arizmendi, de 14 de febrero de 1982, el famoso prelado dice: "Monseñor Fidel García fue un gran obispo, pero la verdad es que no sé cómo se pueden encauzar las cosas para reivindicar su memoria". -
"Canallada" a un obispo es un reportaje del suplemento 'Domingo'