9 de junio de 2008

ETA intenta amordazar a «El Correo» con una bomba de cinco kilos en sus rotativas


ABC - 9/6/08


ETA intenta amordazar a «El Correo» con una bomba de cinco kilos en sus rotativas

Estado en que quedaron las instalaciones de la rotativa de El Correo tras la explosión
ANTONIO SANTOS. BILBAO.
Todos los medios de Vocento, así como el Ayuntamiento de Zamudio y otros medios de comunicación e instituciones, han secundado hoy las concentraciones de repulsa al atentado contra «El Correo».
Ha sido en la concentración frente a la sede madrileña del grupo, donde el presidente, Diego del Alcázar ha querido dejar constancia del compromiso de todos los medios de Vocento con la libertad.
Del Alcázar, en nombre de «los trabajadores, periodistas, directivos de Vocento, miembros de los distintos consejos de administración y demás personas vinculadas al grupo» ha manifestado «su completa solidaridad con los trabajadores a los que han intentado amedrentar con la bomba colocada en la rotativa de El Correo».
«Además de nuestro apoyo, queremos transmitirles nuestra gratitud por la profesionalidad y compromiso con la libertad que, una vez más, han vuelto a demostrar, al hacer posible que su periódico pudiera llegar a los kioscos por la mañana y también pudieran hacerlo El Mundo y Marca, cuyas ediciones para el País Vasco se imprimen en nuestra planta de Zamudio», ha dicho el presidente de Vocento.
«Los trabajadores de la rotativa volvieron la madrugada del domingo a sus puestos tan pronto como las labores policiales lo permitieron», relató Del Alcázar.
«Anoche, a las 22.15 horas, regresaron puntuales a los talleres donde sólo la fortuna evitó la tragedia. No estaban dispuestos a ceder al chantaje terrorista: se pusieron manos a la obra, dando a los violentos, pero también a todos nosotros, una lección de valor, decencia y responsabilidad con los miles de lectores que esperan cada mañana su trabajo».
El «ejemplo de los redactores»
«También este mediodía queremos reconocer el ejemplo de los redactores de El Correo. Desde sus ordenadores, micrófonos o cámaras han vuelto a decir que las libertades en su conjunto y, en particular, la de expresión, no se humillan ni acobardan por más bombas o amenazas que se desplomen sobre ellas», ha elogiado el presidente de Vocento.
«La edición del periódico este lunes ha sido la más severa condena a ETA y una nueva muestra a la sociedad vasca y del resto de España, de que el derecho a la información está garantizado por profesionales excepcionales», recordó.
«La sociedad española en su conjunto ha reaccionado con innumerables muestras de apoyo al diario y condena a los terroristas: desde la Casa Real, a todos los partidos democráticos, numerosas instituciones, organizaciones sociales, colegas de otros medios y cientos de ciudadanos anónimos han repetido en sus mensajes de solidaridad con EL CORREO su apuesta incondicional por la libertad y su hartazgo hacia quienes se empeñan en arrebatar la paz y la convivencia que anhela la sociedad española».
Del Alcázar ha querido transmitir «nuestro sincero agradecimiento», «a los muchos que han inundado la redacción del periódico con sus palabras de cercanía».
Pero tampoco ha eludido «un mensaje, claro y alto a los pocos que siguen sin condenar el chantaje y la violencia»: «desde Vocento vamos a seguir defendiendo las libertades consagradas por la Constitución y, muy particularmente, porque es nuestro oficio y compromiso con la sociedad, la libertad de expresión y el derecho de los ciudadanos a recibir información veraz, plural e independiente», ha dicho.
«La defensa de las libertades es nuestra supervivencia y el único camino hacia el progreso. La sociedad vasca y del resto de España no entienden otro modelo que la democracia y no se van a plegar a la minoría que la rechaza. Al hacer público nuestro apoyo desde cada una de las empresas de este grupo a los compañeros de Vizcaya, apoyamos también tanto a las personas como a los valores superiores que han animado y seguirán animando el espíritu de Vocento», concluyó.
El atentado
La banda terrorista ETA quiso en la madrugada del domingo acallar una voz y ensordecer miles de oídos. La bomba con cinco kilos de explosivo colocada en la rotativa donde se imprime «El Correo», cabecera vasca de Vocento, en Zamudio tenía un único objetivo: silenciar a miles de vascos. Los mismos que compran este diario, el de mayor difusión en el País Vasco. No tuvo éxito. La voz se escuchó. Como siempre. Como cada día.
Los terroristas buscaron la mayor repercusión posible. Eligieron el domingo, el día de mayor tirada para cualquier periódico, y una hora significativa, las tres de la mañana. Era el momento de mayor tránsito en las instalaciones del diario en el polígono industrial Torrelarragoiti, situado junto a la vieja carretera nacional que une Zamudio y Lezama, justo en la entrada principal al parque tecnológico. Decenas de vehículos de reparto acudían a esa hora a la rotativa -al cabo de toda la noche acceden a su interior algo menos de un centenar de furgonetas- para comenzar la jornada, recoger miles de ejemplares y distribuirlos por los kioscos.
Los terroristas de ETA aprovecharon esa ida y venida de automóviles para adentrarse en la zona industrial y detenerse en una de las calles del polígono cercanas a las instalaciones del diario. Según las primeras hipótesis que maneja la Ertzaintza, los etarras detuvieron su coche en una de las calles laterales. Con una pequeña mochila a la espalda, uno de ellos saltó una primera valla para cruzar por entre dos pabellones, uno lleno de palés de madera. Luego, recorrió alrededor de cien metros y volvió a escalar una segunda verja metálica para adentrarse en la parte trasera de la rotativa. Tras caminar veinte metros más, dejó la bomba en una esquina, entre dos paredes. Con celeridad.
Fácil huida
Antes de huir activó el temporizador que haría explosionar el artefacto apenas unos minutos después, con tiempo suficiente para recorrer el camino a la inversa y emprender la huida. El polígono industrial tiene una conexión directa con el corredor del Txorierri, una de las principales vías de circunvalación del Gran Bilbao y que favorece una rápida salida hacia San Sebastián, por la autopista A-8, hacia Vitoria y hacia Cantabria.
Los investigadores de la Policía autónoma han comenzado a revisar las cintas de las cámaras de videovigilancia que rodean las instalaciones de este periódico y las de las empresas situadas en las inmediaciones. Tratan de averiguar la identidad de los autores materiales del atentado, si emplearon uno o dos coches y el rumbo que tomaron al escapar. También tratarán de obtener pistas del servicio de seguridad privado que cubre todo el polígono. Durante toda la mañana de ayer tomaron muestras y buscaron huellas del rastro dejado por los terroristas.
Las primeras sospechas policiales apuntan a que se trataría de miembros «legales» -no fichados- de ETA, que estarían bajo la tutela de los responsables del «comando Vizcaya» Jurdan Martitegi y Arkaitz Goikoetxea. El «talde» utilizó ayer el mismo «modus operandi» de algunas de sus acciones más salvajes en el último año. Como en los ataques a los cuarteles de la Guardia Civil en Legutiano, Calahorra y Durango, la banda no hizo aviso previo, en un intento de causar el mayor daño posible. Como en esas tres ocasiones, el grupo se desplazó con rapidez, colocó el artefacto explosivo y huyó mientras la bomba detonaba.
El estallido
El estallido se oyó a varios kilómetros a la redonda. Eran las 3.05 horas de la madrugada. El «terrible» estruendo despertó a decenas de vecinos de Zamudio, entre ellos a la alcaldesa de la localidad, Sorkunde Aiarza, que vive en una casa cercana y fue una de las primeras en llegar a la empresa. Y paralizó la actividad en las instalaciones del periódico, las únicas en marcha a esas horas en todo el polígono.
La bomba causó un enorme boquete de 40 metros cuadrados y arrancó un muro de hormigón, además de desvencijar varias puertas metálicas. La onda expansiva lanzó los cascotes a más de veinte metros a la redonda, golpeando y agujereando las paredes de los pabellones cercanos. Las esquirlas también cruzaron de lado a lado el interior del centro de impresión del periódico, atravesando algunos postes metálicos y rompiendo lámparas fluorescentes y parte de la instalación eléctrica. Los cascotes también golpearon un gran depósito de aire comprimido que ha quedado inutilizado, aunque sin causar daños personales. Los restos de piedra y grandes trozos de chapa metálica retorcidos seguían ayer aún en el exterior del edificio, como vivo retrato de la barbarie.
Cinco trabajadores realizaban sus tareas en el momento de la explosión, a apenas una veintena de metros, ajenos al artefacto que los terroristas acababan de depositar fuera. Ninguno resultó herido. «Por fortuna», repetían ayer varios empleados. Junto a su puesto de trabajo llamaba la atención una imagen: la de un pequeño lavabo reventado junto a la pared que sufrió el mayor impacto de la bomba. Los operarios lo utilizan a diario para limpiarse las manchas que la tinta deja en sus manos.
Cegados por una enorme columna de humo y polvo, todos ellos abandonaron la nave por su propio pie y se dirigieron hacia la puerta de la rotativa, en el otro extremo del inmueble. Allí les esperaba el resto del medio centenar de trabajadores que se encontraba en toda la planta. Apenas tardaron unos minutos.
Zona acordonada
Fuera permanecerían durante dos horas, mientras la Ertzaintza acordonaba la zona afectada de forma directa por la bomba. Los agentes buscaron en un primer momento un segundo artefacto, ante el temor de que los etarras hubieran colocado una trampa contra la Policía autónoma. El cordón de seguridad no se levantó hasta pasadas las cinco de la madrugada. La historia, a partir de entonces, es bien conocida. Como cualquier otro día los empleados volvieron al tajo para acabar la tarea y completar la tirada. Con notables cambios. Por primera vez en muchos años el titular principal tenía a «El Correo» como protagonista. El periódico llegó con cierto retraso a los kioscos. Pero llegó. Como cada día. Como siempre.