9 de septiembre de 2008

Ex jefes de ETA presos se unen a la revuelta contra la dirección y admiten la «derrota»

ABC.es - Lunes 8, septiembre 2008 - Últ. actualización 16:30h

Ex jefes de ETA presos se unen a la revuelta contra la dirección y admiten la «derrota»

JAVIER PAGOLA
MADRID
Domingo, 07-09-08
«El autodenominado colectivo de presos políticos vascos se ha convertido en un explosivo en mal estado, caducado, que puede estallar en las manos de ETA en cualquier momento». Así describe un experto en la lucha antiterrorista el creciente malestar detectado entre esos individuos, y que se ha acelerado tras la decisión de los actuales cabecillas etarras de dinamitar la tregua sin contar con ellos. El último episodio de esta escalada lo protagoniza el documento firmado por varias decenas de estos reclusos, en el que se critica la «lucha armada» por razones tácticas, que no éticas.
La decisión de hacer saltar por los aires el denominado «proceso de paz» está pasando factura a la banda, tanto en lo que se refiere a su capacidad operativa como a la retaguardia, incluido el «frente de makos». Los presos se sienten traicionados, porque la decisión de dinamitar la tregua se adoptó a sus espaldas, y abandonados, porque el regreso al terror aleja considerablemente el horizonte de libertad.
En ello coinciden los distintos expertos antiterroristas consultados, que subrayan que, por primera vez, este descontento entre los presos tiene distintos focos y, además, cada vez implica a un mayor número de antiguos dirigentes, que aún conservan su influencia. Askatasuna, descabezada, se muestra incapaz de sofocar tantos frentes.
Lo cierto es que la carta enviada en agosto de 2004 por varios ex cabecillas presos -Francisco Múgica Garmendia, «Pakito»; Ignacio Arakama Mendía, «Makario»; Iñaki Bilbao Beaskoetxea, «Iñaki de Lemona»; Carlos Almorza Arrieta, «Pedrito de Andoain», Kepa Solana y Koldo Aparicio- a la cúpula etarra, en la que se abogaba por el fin de la «lucha armada» y su sustitución por la «lucha institucional», parece haber tenido el efecto dominó que tanto temían los actuales dirigentes etarras. Las perspectivas suscitadas entre los reclusos por el inicio del denominado «proceso de paz» puso en suspense la llamada a la insurrección de «Pakito», pero la vuelta a las armas no ha hecho sino reactivarla, con más impulso.
En efecto, en noviembre de 2007, el ex jefe de ETA José Luis Álvarez Santacristina, «Txelis», y el antiguo responsable del «servicio de espionaje» etarra -la red sarea-, Kepa Pikabea, «Lartun», arremetían contra la dirección etarra por haber dinamitado la tregua y haberlo hecho, además, a espaldas del colectivo de presos. En una carta distribuida en las cárceles anunciaban su decisión de desertar. A ello se suma el tenso debate mantenido a principios de verano del pasado año entre varios antiguos dirigentes de ETA recluidos en prisiones de Francia, a través del cruce de mensajes. En ellos atacaban con dureza a la actual cúpula por la mala administración de la tregua.
Impulsada probablemente por estos movimientos, en los últimos meses se viene gestando otra rebelión de consecuencias aún imprevisibles, que de momento parece haber enganchado a varias decenas de presos de diferentes cárceles.
Enfrentamiento
El epicentro de esta última revuelta ha sido la cárcel de Córdoba, pero no es el único foco, y se inspira en el mencionado documento impulsado por «Pakito». En el centro penitenciario andaluz el debate fue más que tenso. De un lado, etarras como José Luis Urrusolo Sistiaga, «Langile», jefe del «comando Madrid» en su etapa más brutal; Carmen Guisasola Solozábal, «Gorda», sanguinaria pistolera del «comando Vizcaya»; Íker Casanona, dirigente de Ekin; Antxón Sasiaín, antiguo responsable de Batasuna, y el etarra Álvaro Arri Pascual defendieron la conveniencia de abandonar la actividad terrorista. En el frente opuesto, Igor Portu Jaunena, asesino de la T-4; Harriet Iragi, pistolero del «comando Andalucía», o Fernando García Jodrá y Nerea Bengoa Ziarsola, ambos del «Barcelona», abogaban por la continuidad del terror hasta que la «acumulación de fuerzas» lleve al Gobierno de turno a sentarse en la enésima mesa de imposición.
Los etarras que refrendan el abandono del terror han conseguido difundir su iniciativa en otras cárceles, a través de familiares o abogados de confianza que se mueven al margen de las directrices que intentan imponer los letrados-comisarios que trabajan para Askatasuna.
En el centro penitenciario de Puerto III la propuesta de firmar el finiquito de la «lucha armada» parece haber tenido buena acogida, al ser apoyado, en principio, por reclusos como José Javier Zabaleta Elósegi, «Baldo», ex máximo cabecilla etarra; Jesús Arkauz Arana, «Josu de Mondragón», antiguo jefe del «aparato militar»; José María Dorronsoro; el infanticida Henry Parot y el asesino en serie del «comando Gohierri Kosta» Juan Antonio López Ruiz, «Kubati». Sobre este último las fuentes consultadas se muestran reticentes, ya que durante su ya larga estancia en prisión ha compaginado conatos de rebelión con muestras de sumisión a los dirigentes, hasta el punto de ser designado en algún momento negociador suplente.
Situación similar
En el vecino centro de Puerto I la situación es similar. Apoyan el fin del terror y su sustitución por la «lucha institucional» reclusos como Carlos Almorza, «Pedrito de Andoain»; Jesús Amantes Arnaiz, «Txirlas», y Santiago Arróspide Sarasola, «Santi Potros».
En la cárcel de Huelva, Ignacio Bilbao Beaskoetxea lo ha asumido por cuanto supone un refrendo al documento que suscribió con «Pakito». El asesino en serie Jesús María Zabarte Arregi, «Carnicero de Mondragón», y Antonio Troitiño, coautor de la matanza de Hipercor, no lo han rechazado. Como tampoco se han opuesto, de momento, antiguos cabecillas como Isidro Garalde, «Mamarru»; Juan Luis Aguirre Lete, «Itsuntza»; Miguel Ángel Gil Cervera, «Kurika», o Juan María Insausti Múgica, «Karpov». En Jaén, lo suscribe José María Arregi Erostarbe, «Fiti», quien junto a «Pakito» y «Txelis» completó el colectivo «Artapalo». Lo rechaza en este mismo centro penitenciario, por el contrario, Matin Sarasola, el otro asesino de la T-4.
Las fuentes consultadas creen que si no ha llegado ya, el documento está a punto de ser distribuido también entre los etarras recluidos en cárceles de Francia.
En las diferentes prisiones se observa, como una constante del debate, la pugna entre los etarras condenados a penas milenarias por sus muchos crímenes, que están ya hastiados después de tantos años en prisión, y los pistoleros de nueva generación, que aún llevan poco entre rejas y les queda en las venas el «ardor gudari». Es la paradoja. Los cabecillas en las etapas más sanguinarias, los pistoleros con más crímenes, son los que apuestan por el abandono de la «lucha armada», porque aún no ven cercano el horizonte de su libertad y sólo confían en salidas personales previa desaparición del terrorismo. En el lado opuesto están aquellos etarras de última generación. Su inexperiencia les llevó a ser detenidos, en muchos casos, antes de matar, y en otros, con poca trayectoria tras de sí, por lo que confían en que sus condenas no serán tan largas. Se permiten, pues, mantener la ortodoxia. El tiempo dirá hasta cuándo.
Así las cosas, la propuesta no está inspirada en razones éticas, en un arrepentimiento público por el mal causado, sino en el reconocimiento de la «derrota militar». «Nuestra estrategia político-militar ha sido superada por la represión del enemigo, nunca en la historia de esta organización nos hemos encontrado tan mal», concluyen quienes ahora abogan por el abandono de la «lucha armada».
«Tampoco se podía esperar mucho más de ellos», apuntan los medios consultados por ABC que , no obstante, consideran que para el Ejecutivo de Zapatero sería suficiente una rebelión en las cárceles sustentada en criterios de oportunismo, y no en principios éticos. El objetivo, al fin y al cabo, es provocar una deserción masiva en el «frente de makos» que dejaría a la banda más vulnerable, si cabe.
De hecho, la última revuelta iniciada en la cárcel de Córdoba es, en parte, consecuencia de un minucioso trabajo realizado en el «frente carcelario» por el Ejecutivo de Zapatero, conocedor del malestar que entre los presos etarras había provocado la decisión de la banda de hacer saltar por los aires el «proceso de paz». Y consciente también de que la inexperiencia de los últimos cabecillas, que han llevado a ETA «al peor momento de su historia», ha ido generando una mayor indisciplina en las cárceles. Especialmente en aquellos presos que estuvieron al frente de la banda en los momentos de mayor capacidad operativa. ¿Cómo un «Mamarru», «Josu de Mondragón», «Baldo» o «Fiti» van a obedecer una orden de «Txeroki» para que realicen una huelga de hambre o un «chapeo» en su celda?
Movimientos de Interior
En una primera fase, los emisarios de Moncloa informaron a los presos del plan que tenía ultimado el Gobierno para trasladarlos progresivamente al País Vasco y Navarra, y que la salvajada de la T-4 frustró. En una segunda, los funcionarios transmitieron a varios presos el mensaje, para que se lo transmitieran al resto, de que un pronunciamiento inspirado en el documento de «Pakito», siempre y cuando recibiera el apoyo de un número importante de reclusos, y de forma nítida, sería tenido muy en cuenta por el Gobierno para replantearse su política penitenciaria. No se exigía arrepentimiento, sino rechazo claro a la actividad terrorista y una apuesta por la vía política.
Con todo, las fuentes consultadas por ABC han mostrado su temor al hecho de que la prematura filtración de los movimientos iniciados la cárcel de Córdoba puedan abortar la operación. Existen precedentes, ya que cuando se airean antes de tiempo los conatos de rebelión, muchos presos, por temor, tienden a cerrar filas.