AMANDA MARS 27/09/2008
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Keita, el centrocampista del Barcelona, está atravesando la recta final del ramadán, el noveno mes del calendario lunar musulmán en el que los creyentes ayunan y no mantienen relaciones sexuales desde que sale el sol hasta que se pone. Pero Keita sigue el ayuno como puede. Si no puede cumplir porque tiene que jugar un partido de fútbol o les espera doble sesión de entrenamiento, come y lo recupera más adelante. Como sus compañeros de equipo, también musulmanes, Touré o Abidal.
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En algunos centros, la jornada empieza antes y se hacen pausas para rezar
La Junta Islámica Catalana impulsa un congreso sobre feminismo
El matadero Escorxador de Girona lleva 20 años adaptándose. El gerente, Josep Maria Puigvert, se encontró con que la mitad de sus trabajadores eran musulmanes y llegó a un pacto para los rezos que hace poco elevó a la categoría de convenio: "Durante el Ramadán empiezan antes la jornada, para poder irse antes de descansar, y tienen las pausas que necesitan para los rezos especiales, que el resto utiliza para almorzar. Es sólo una cuestión de flexibilidad laboral", explica.
Ya hay alrededor de un millón de musulmanes en España que celebran el Ramadán sin que se generen mayores conflictos. Cada vez más, los colectivos más aperturistas dentro del islam aprovechan estas fechas para organizar fiestas como las de la ruptura del ayuno (el Iftar, cada atardecer durante el mes de ramadán) que congracien a la sociedad española con una religión islámica, cuya imagen es controvertida. "La comunidad musulmana es mucho más diversa de lo que la gente cree, y esto lo queremos reflejar aquí", explica Fuad Saour, de Nador, en plena fiesta de Iftar en el barrio barcelonés de El Raval. Es jueves y acaban de servir 400 raciones de dátiles y harira a los vecinos del barrio.
Ha organizado la fiesta la entidad sociocultural de la que es portavoz, IBN, junto con una retahíla de entidades entre las que se mezclan los musulmanes con vecinos de Barcelona que no lo son.
La normalidad con la que discurre el Ramadán no significa que no existan conflictos religiosos en España, ni que la apertura de una mezquita haya dejado de provocar rechazo en algunos vecindarios, pero sí que esta época del año, que este año acaba el 30 de septiembre, se ha instalado como una rutina más.
Yusuf Mustafa coincide desde la Unión de Comunidades Islámica de España (UCIDE), en Madrid, que los musulmanes no se encuentran grandes problemas cuando quieren celebrar el Ramadán y que la adaptación del horario laboral depende de la buena voluntad de trabajador y empresario: "En la construcción, por ejemplo, sólo implica que en lugar de parar a la ahora de la comida sigan adelante y se puedan ir antes a casa".
El derecho de flexibilidad queda recogido en el convenio firmado entre el Estado y las comunidades islámicas en 1992 y contempla el cese de la jornada laboral una hora antes de la puesta de sol. También se recomienda que los centros públicos adapten el horario de comida durante el mes de ayuno.
En los colegios, según explican desde la consejería de Educación en Andalucía, no suele ser necesaria esta adaptación porque los niños están exentos de cumplir con el Ramadán, así como las embarazadas, los enfermos o las personas mayores. "El Ramadán es sacrificio, no tortura", recalca Yusuf.
En las prisiones, por ejemplo, la adaptación es total. Julio Zino, del departamento de Servicios Educativos, Culturales y Religiosos de Prisiones en Cataluña, apunta que un 15% de los presos catalanes (más de 1.300) es musulmán, y durante este mes se les prepara un turno de cena extra cuando cae el sol y un pic-nic para que puedan tomar la última comida al alba. Además, se intenta agrupar a todos los que lo celebran en la misma celda para compartir los rezos. Y la sorpresa que se llevan los funcionarios "es que hay muchos no musulmanes que piden celebrar el Ramadán atraídos por la espiritualidad de ese mes".
Hay un gran colectivo en España atraído por el islam. Según las entidades musulmanas, hay al menos unos 50.000 conversos, y algunos de ellos, españoles, están también detrás de iniciativas para dar un revolcón a los lugares comunes que giran en torno su religión en España.
Hay otro islam, del que no se habla. Isabel Romero, de la Junta Islámica de Córdoba, abrazó la fe islámica hace 14 años y sostiene que las prácticas y discursos represivos "no vienen del islam ni de la palabra de Mahoma, sino de los países arcaicos". Por eso, asegura, no hay conflicto alguno con su marido, cristiano animista. "Hay un respeto mutuo, durante la celebración del Ramadán y en general: cuando cae el sol se rompe el ayuno y el que fuma, fuma, y el que come, come y si quiere, y si quieres un encuentro con tu marido, pues lo tienes estupendo".
Eso sí, Isabel explica que todo debe hacerse con moderación: "El sacrificio del ayuno, que sirve para ponerse en el lugar de los otros, no sirve de nada si luego te das un atracón". Ella no lleva velo, y aprueba que lo lleven aquellas mujeres "que lo sienten por su fe, pero no presionadas por la sociedad o la familia".
No oculta que los musulmanes más "progresistas" tienen conflictos "a veces pequeños, y a veces grandes" con el ala más conservadora de la población musulmana. Jairo Din Riaza, un funcionario madrileño que se convirtió al islam hace 15 años, a los 33, sostiene que "hay integrismo en el islam, claro, y discrepancias, las mismas que con algunos obispos católicos muy cerrados".
La religión musulmana le atrajo porque la vio "menos contradictoria". A su juicio, en muchos Estados islámicos "los hombres utilizan la religión para justificar los privilegios y mantener a la mujer a su servicio; el totalitarismo utiliza la religión en su interés".
En Barcelona, Abdenmur Prado, de la Junta Islámica Catalana, está organizando ni más ni menos que el II Congreso Internacional de Feminismo Islámico, y asegura que "la visión machista viene de la transformación del islam en religión de Estado".
"Mahoma dijo: quien no hace el amor, no es de los míos, ¿es eso represivo? Lo de que las mujeres no pueden entrar en las mezquitas, por ejemplo, no viene del Corán original. Una mezquita sin mujeres no es una mezquita para mí", se despacha.
El reconocido arabista Juan Vernet Ginés, doctor en Filosofía y catedrático en Lengua y Literatura Árabes por la Universidad de Barcelona desde 1954, entona el mea culpa. "En el Corán hay ciertos capítulos que ciertamente hablan con dureza, pero también algunas partes de la Biblia. Un problema que hay es que buena parte de las traducciones del Corán, y yo soy culpable también, se han hecho con textos medievales en la mano".