30 de noviembre de 2009

Y la Universidad española compitió

ELPAIS

Y la Universidad española compitió

La convocatoria de campus de excelencia representa el primer paso en la modernización del sistema - La especialización será una de las claves

J. A. AUNIÓN / P. ÁLVAREZ - Madrid - 30/11/2009

Por mucho que se hagan reformas normativas, por mucho que se insista en modernizar la universidad, si éstas no quieren, "harán un maravilloso juego de caderas" para volver al punto inicial. El ministro de Educación, ex rector, ex presidente de los rectores, Ángel Gabilondo, decía estas palabras el pasado miércoles para explicar que quien quiera cambiar el sistema universitario español primero tendrá con convencer a las universidades.

Por mucho que se hagan reformas normativas, por mucho que se insista en modernizar la universidad, si éstas no quieren, "harán un maravilloso juego de caderas" para volver al punto inicial. El ministro de Educación, ex rector, ex presidente de los rectores, Ángel Gabilondo, decía estas palabras el pasado miércoles para explicar que quien quiera cambiar el sistema universitario español primero tendrá con convencer a las universidades. Así, después de años en que los expertos señalaban por activa y por pasiva la necesidad de que las universidades españolas, muchas y muy iguales, se especialicen y compitan, se ha escenificado el primer paso en ese camino. Es decir, hacia la modernización de un sistema que, si bien ha conseguido en las últimas décadas extender enormemente la educación superior, ahora necesita centrarse en la calidad para competir internacionalmente.

Puede que sea un esfuerzo nuevo, o que simplemente se haya dado más visibilidad a bondades que ya existían. Puede que a más de uno, como a Jon Juaristi, director general de Universidades de Madrid, le hubiese gustado más variedad entre las propuestas, o puede que la financiación sea insuficiente. Pero el hecho es que la primera convocatoria de Campus de Excelencia Internacional ha puesto por fin a competir a las universidades, y éstas han respondido. "Nos ha obligado a repasar fortalezas y debilidades y a mostrar nuestras líneas estratégicas", señala el rector de la Autónoma de Madrid, José María Sanz.

La secuencia ha sido la siguiente: los ministerios de Educación y Ciencia, siguiendo la línea de iniciativas desarrolladas ya en Francia, Alemania o Reino Unido, habían puesto encima de la mesa un sello de calidad y unos recursos extra (unos 200 millones de euros entre subvenciones y créditos). Las universidades tenían que competir por ello con un proyecto concreto que involucrase a otras universidades, centros de investigación, hospitales, empresas, administraciones...

Y el pasado miércoles, en un acto que recordaba al de la presentación de candidaturas de los Juegos Olímpicos, los 18 finalistas mostraron sus iniciativas (en ocho minutos, vídeo promocional incluido) ante un comité internacional de expertos que debía evaluarlas. Y también ante el resto de universidades que se habían quedado fuera en la primera ronda, pero asistieron a tomar nota para las próximas convocatorias, destaca el rector de la Complutense, Carlos Berzosa.

Finalmente, los proyectos conjuntos de la Complutense con la Politécnica de Madrid, Campus Moncloa, y el Barcelona Knowledge Campus, de la Universidad de Barcelona y la Politécnica de Cataluña, se han llevado el sello y el monto mayor de crédito para 2009: 21 millones de euros cada una. Los otros tres campus de excelencia internacional son los de la Autónoma de Madrid (11 millones), Autónoma de Barcelona, y Carlos III (10 millones cada una). Deberán desarrollarlos en los próximos cuatro años e irán siendo evaluados. Tendrán financiación durante todo el proceso, pero la de los próximos años está aún por decidir.

El sistema universitario "es mejor de lo que la gente cree y sabe", aseguraba el miércoles el rector de la Politécnica de Cataluña, Antoni Giró, mientras Berzosa apoyaba la especialización -"es difícil despuntar en todos los aspectos"-, y el rector de Cantabria y presidente de los rectores, Federico Gutiérrez-Solana, destacaba el acierto de haber puesto a competir proyectos más que a las instituciones en sí.

Lo cierto es que ha habido reparto para no desanimar a nadie: otras cuatro universidades han recibido un sello y una subvención menor como campus de excelencia regional (Cantabria, Oviedo, Córdoba y Santiago de Compostela), y el resto de finalistas también reciben algo de dinero para que terminen de afinar sus proyectos para la próxima convocatoria. Pero el hecho es que, como en toda competición, ha habido quien ha ganado y quien ha perdido.

Màrius Rubiralta, secretario general de Universidades y también ex rector, uno de los principales impulsores de esta iniciativa, insiste en enfocarlo hacia la responsabilidad de las cinco ganadoras de tirar de todo el sistema en su modernización. Y dice que todo ello hay que colocarlo dentro de un contexto global, cuyos resultados tardarán en llegar, y cuyo esfuerzo continuará en las próximas tres convocatorias. Rubiralta espera tener resuelta la próxima en junio de 2010.

Hace un par de semanas, el décimo aniversario de la Cátedra Unesco de Política Universitaria reunió a Gabilondo, a dos ex ministras de Educación (Mercedes Cabrera y Pilar del Castilla) y al presidente de los rectores, entre otros responsables académicos. Allí se habló de un sistema que había hecho un gran trabajo en la extensión de la educación universitaria; se dijo que ahora el esfuerzo debía centrarse en mejorar la calidad -por supuesto, se usó el tan repetido sustantivo de excelencia-, se habló de esa necesidad de especialización y diferenciación entre las instituciones superiores, y de los méritos de la universidad, que a veces quedan sepultados bajo unos rankings internacionales que siempre dejan fuera de los 100 primeros puestos los campus españoles.

Y se habló, evidentemente, del efecto limitado de las reformas y los impulsos gubernamentales si éstos, como decía Gabilondo, no consiguen implicar a las propias universidades. Sólo el tiempo dirá si iniciativas como los campus de excelencia serán el motor de esos cambios que requieren, por otra parte y entre otras cosas, de un nuevo sistema de financiación que lleva años de retraso. Pero, de momento, lo que ha quedado demostrado es que, si quieren, las universidades pueden hacer su parte.