10 de noviembre de 2009

Un hongo y las largas sequías amenazan la dehesa española

ELPAIS

Un hongo y las largas sequías amenazan la dehesa española

El mal de la encina suma 500 focos en Extremadura y Andalucía - Los productores alertan del peligro para el cerdo ibérico

CRISTINA CASTRO - Madrid - 10/11/2009

La encina está amenazada. La phytophthora, un hongo procedente de Australia, no es el único pero sí el principal culpable de la seca, la mayor enfermedad de la dehesa, donde vive principalmente este árbol. Junto al hongo, algunos insectos, otros hongos y el cambio climático completan la fatal receta.

La encina está amenazada. La phytophthora, un hongo procedente de Australia, no es el único pero sí el principal culpable de la seca, la mayor enfermedad de la dehesa, donde vive principalmente este árbol. Junto al hongo, algunos insectos, otros hongos y el cambio climático completan la fatal receta. En estos momentos hay más de 500 focos de enfermedad y lo peor es el futuro: los expertos reconocen que no se conoce solución al problema y que podría afectar a la producción del cerdo ibérico. Tan sólo la regeneración y una gestión más sostenible pueden ayudar a reducir su gravedad.

La phytophthora actúa sobre las raíces de los árboles como el colesterol lo hace sobre las venas y arterias humanas. Cierra el paso de agua y dificulta su absorción. Aunque este hongo está presente en la mayor parte de las áreas forestales, sólo se produce el ataque si intervienen una serie de factores. Gerardo Moreno, doctor en Biología y profesor de la Universidad de Extremadura, recoge los principales motivos que debilitan a la encina: "El hecho de que hayamos compactado excesivamente los árboles, que los suelos hayan sido labrados, que las sequías sean cada vez más prolongadas y la contaminación del aire contribuyen a la extensión de la enfermedad".

Uno de los factores que sin duda ha contribuido a aumentar el fenómeno de la seca es el impacto de las condiciones climáticas. De acuerdo con la Agencia Estatal de Meteorología, el último verano ha sido el tercero más cálido desde 1961, con una temperatura 1,9 grados superior a la media. Además, es un proceso acumulativo, ya que los otros dos más calurosos han sido también recientes: en 2003 y 2005. Al acotar el fenómeno a las zonas con encinares, el aumento es todavía mayor. Al fuerte calor se ha unido un descenso en las lluvias, que fueron un 20% inferiores a las normales de otros veranos. Aunque en este caso, la parte occidental de Extremadura fue tan seca como siempre; no así el resto, donde llovió todavía menos de lo habitual.

En 2008, la seca afectaba a 246.000 de los 2,5 millones de hectáreas de dehesa, según los datos de la web del Foro para la defensa y conservación de la dehesa, Encinal. Los expertos alertan de la gravedad del problema pero, sobre todo, de unas perspectivas nada halagüeñas. Un factor agrava seriamente el problema en nuestra dehesa: los encinares son viejos. No hay regeneración y eso provoca que cuando un foco ataca a una masa arbórea afecte a todos o casi todos los árboles. "Los jóvenes resisten mejor, pero si la edad de los árboles es homogénea, la muerte también lo es", indica Francisco Vázquez, biólogo del centro de investigación La Orden.

En la misma línea habla Moreno: "Quizás la mortandad no sea tan excesiva, pero el problema es que no hay nacimientos, se considera a la dehesa una arboleda fosilizada". La Junta de Andalucía, que gestiona en estos momentos una Ley de la Dehesa (Extremadura ya tiene la suya), también aboga por atacar estos factores. El director general de Gestión del Medio Natural de la Junta de Andalucía, Javier Madrid, habla de "la pobre regeneración y la gestión de las masas forestales" como los agravantes y la sequía como "la espoleta". Andalucía se propone promover un "uso racional de la dehesa que sea compatible con el mantenimiento sostenible del ecosistema", indica Madrid.

Gerardo Moreno asegura que "la gran longevidad de estos árboles, que tienen una apariencia muy bonita, hace que no se perciba que son viejos y que los propietarios tampoco se hayan preocupado por la regeneración". También la achaca al cambio en la socioeconomía de la dehesa en las últimas décadas: "Actualmente pasta en la dehesa el doble de ganado, y no está cuidado por personas sino que campa a sus anchas y puede acabar con cualquier pequeña encina o alcornoque incipiente". Resulta curioso que, como apunta el experto, "sea donde hay abandono donde se percibe cierta regeneración".

Uno de los sectores que, lógicamente, pueden verse perjudicados si el fenómeno se extiende es el de los productores de cerdo ibérico, ya que este animal se alimenta de bellotas. Miguel Villafaina, técnico de la Unión de Pequeños Agricultores (UPA) de Badajoz, y que precisamente se dedica a vigilar la explotación de una dehesa, lo explica así: "La seca es un proceso progresivo, que lleva produciéndose unos 20 años. No es que haya ocurrido este año de golpe, aunque es posible que ahora sea cuando le estemos prestando más atención, sobre todo por el auge que ha tenido el sector del ibérico", informa Emilio de Benito.

El técnico cree que el proceso tiene dos causas. "Por un lado la climatología; y, por otro, la sobreexplotación". El resultado es que "si hace unos años había 10.000 cerdos auténticos de bellota, ahora puede haber un 5% o un 10% menos". Pero al ser un proceso progresivo, Villafaina afirma que no supone un riesgo inmediato, ya que los productores "se van adaptando". Lo que el técnico ha observado en los últimos años es que con el auge de estos productos ha aumentado la explotación, lo que a medio plazo puede tener un impacto en el ecosistema.

Más importancia da al problema Alejandro Hernández Matamoros, cuya familia engorda con bellota para la venta unos 500 cerdos al año en Jerez de los Caballeros (Badajoz): "Hay zonas en las que la seca está haciendo un daño enorme. Es un problema que puede ser gravísimo, es muy serio, donde no hay bellotas, no hay cerdo ibérico. Hay que buscar soluciones, hay mucha gente que vive de eso, se necesitan las encinas".

Y, por ahora, soluciones no hay. "La dificultad para conocer las causas últimas de la enfermedad y cómo combatirla es lo que más nos preocupa, hay mucha incertidumbre y estamos lejos de saber cómo atajarla", advierte Moreno. Según el biólogo, además, faltan inversiones: "Hay una excesiva dependencia de las subvenciones y, al tratarse de una superficie tan extensa, hacer frente al problema sólo con ayudas no me parece viable. Haría falta un mayor esfuerzo inversor pero lo ideal sería que también invirtieran los propietarios". Francisco Vázquez describe otro de los frenos de la investigación, la falta de coordinación. "Tenemos a bastantes grupos de trabajo investigando, pero cada uno por su cuenta. La situación mejoraría considerablemente si se abordase el problema desde una estrategia única, con profundidad y cohesión de criterios. Si no, nos vamos a encontrar en unos años con que la situación no ve mejora".