7 de octubre de 2008
ETA supera su récord y acumula 750 presos en cárceles de Francia y España
ABC - 02/10/08
ETA supera su récord y acumula 750 presos en cárceles de Francia y España
Interpol pierde el rastro de De Juana y el juez ordena localizarlo
Golpe a Segi y al terrorismo callejero en Navarra
B. TORQUEMADA/J. PAGOLA
MADRID
Jueves, 02-10-08
ETA ha conseguido agrupar en las cárceles de España, Francia e incluso Canadá a más de 750 presos, máximo histórico en sus cuarenta años de sanguinaria trayectoria. En conversaciones mantenidas con sus familiares, algunos de estos reclusos han mostrado su desmoralización y no han escatimado, en privado, críticas hacia la «inoperancia» de las Gestoras pro Amnistía-Askatasuna, pero no se atreven a dar el paso definitivo para romper la férrea disciplina, por temor a represalias. «Con coches bombas no nos saca de aquí ni Dios», llegó a comentar uno de estos presos a su compañera sentimental.
El derrotismo se extiende por las prisiones: «Con coches bomba no nos saca de aquí ni Dios», dice un etarra
Tradicionalmente, ETA ha basado su estrategia criminal en la «acumulación de fuerzas» para forzar al Gobierno de turno a una negociación y sentarse en la mesa desde una posición de fuerza máxima. Pero a la banda se le está torciendo su estrategia, la ruptura de la tregua le sigue pasando factura y, por mucho daño que haya causado, por mucho dolor que aún pueda provocar, el caso es que tras su más de cuatro décadas de terror lo que verdaderamente está consiguiendo es «acumular» presos, a los que ya no puede mantener económicamente como hace unos años.
Cifra récord
Un estudio elaborado por la Fundación Víctimas del Terrorismo (FVT), según datos obtenidos en círculos penitenciarios, desde la aprobación de la Constitución en 1978, un total de 3.082 especímenes han sido encarcelados en cumplimiento de las condenas impuestas por la Justicia por diferentes delitos como miembros o colaboradores de ETA.
Los 750 presos acumulados en la actualidad constituyen la cifra récord, que en no mucho tiempo podría quedar pulverizada, porque en la actual coyuntura el número de etarras que desfilan en dirección a la cárcel es notablemente superior al de aquellos otros que toman camino hacia la libertad.
Es más, los 750 internos actuales constituyen más del doble de los poco más de 300 presos que llegaron a registrarse en 1999, coincidiendo con la tregua anunciada por ETA tras la firma de Estella. Teniendo como referencia una banda que no cometía atentados, algunos magistrados decretaron libertad provisional para etarras que estaban a la espera de juicios terroristas.
En las listas ya no figuran «Txelis», Pikabea, Urrusolo y Guisasola, que se han atrevido a discrepar
Así las cosas, el último informe de «Etxerat», correspondiente al pasado mes de agosto distribido el 28 de septiembre, revela la preocupación existente en la «izquierda abertzale» por el elevado número de reclusos, pero también pone de manifiesto que el entorno de ETA dispone aún de recursos para controlar el «colectivo de presos políticos vascos», pese al desmantelamiento de las Gestoras pro Amnistías-Askatasuna. El citado informe de la organización que se ocupa de los presos alude a que a finales de agosto pasado había un total de 742 internos etarras. De ellos, 608 estaban dispersados en 55 cárceles, y otros 158 en Francia, distribuidos en 35 centros penitenciarios, a los que habría que sumar otro recluido en una prisión de Canadá.
Cifra en alza
Pero con el paso de los días aumenta el número de etarras puestos a buen recaudo, ya que una vez concluido el informe de «Etxerat», a mediados de septiembre ingresaban en prisión once de los cabecillas de las Gestoras pro Amnistía condenados, y más recientemente, eran arrestados en el centro de Francia los pistoleros Unai Fano y María Lizarraga. La cifra podría incrementarse si al final entran también en la cárcel los cuatro «borrokas» detenidos ayer en Navarra. Y ello pese a que el denominado «movimiento pro amnistía», siguiendo consignas de ETA, ha excluido de sus listas a reclusos como José Luis Álvarez Santacristina, «Txelis»; Pedro Pikabea Uralde, «Larun», ambos en el centro penitenciario de Logroño; así como José Luis Urrusolo Sistiaga, «Langile», y Carmen Gisasola Sorozábal, «Gorda», que cumplen condena en el de Córdoba. Los dos primeros decidieron desmarcarse de la banda criminal por considerar inútil en las actuales circunstancias la «lucha armada», y los otros dos les defendieron del linchamiento al que habían sido sometidos por el resto de reclusos etarras, en una reciente carta enviada al diario «Gara».
Son varias las razones que explican este incremento del número de etarras en las cárceles, en una coyuntura en la que precisamente la actividad terrorista de la banda es notablemente inferior. Por ejemplo, la aplicación de la «doctrina Parot» está prolongando la estancia en prisión de terroristas que, de haberse beneficiado por la más que generosa política de redenciones, estarían ya en libertad y habrían recibido en su pueblo el correspondiente «ongi etorri» (bienvenida). Los etarras juzgados tras la entrada en vigor del nuevo Código Penal también ven demorada su puesta en libertad. Además, ya no ingresan en prisión sólo los cabecillas y pistoleros de la «ETA de los comandos», sino que ahora corren la misma suerte los dirigentes y cargos de la «ETA política» que hasta no hace mucho campaban impune en España. Asimismo, aunque desde hace ya tiempo, engrosan el llamado «colectivo de presos políticos vascos» los terroristas callejeros, cuando en la década de los ochenta, incluso principios de los noventa, eran juzgados en los lugares donde actuaban, esto es, San Sebastián, Vitoria, Bilbao o Pamplona, ya que no se consideraba terrorismo a sus actos ni integrantes de banda armada a sus autores.
La incipiente revuelta que se detecta en las cárceles está sostenida por antiguos cabecillas, y de ahí su importancia, ya que otros presos han comenzado a apoyarles tímidamente aunque no se esperan pasos espectaculares ni a corto ni a medio plazo. Hay otro sector que, en privado, muestra a sus familiares su desmoralización, pero no se atreven a discrepar en alto por miedo a represalias -«ninguno somos «Yoyes»» podrían muy bien decir-. Hay otro sector que viene a decir a la dirección de ETA que lo deje o siga matando, pero si decide esta última opción, que lo cumpla y no se quede en el amago. A este último sector ha dedicado la banda los últimos tres coches bomba.
ETA supera su récord y acumula 750 presos en cárceles de Francia y España
Interpol pierde el rastro de De Juana y el juez ordena localizarlo
Golpe a Segi y al terrorismo callejero en Navarra
B. TORQUEMADA/J. PAGOLA
MADRID
Jueves, 02-10-08
ETA ha conseguido agrupar en las cárceles de España, Francia e incluso Canadá a más de 750 presos, máximo histórico en sus cuarenta años de sanguinaria trayectoria. En conversaciones mantenidas con sus familiares, algunos de estos reclusos han mostrado su desmoralización y no han escatimado, en privado, críticas hacia la «inoperancia» de las Gestoras pro Amnistía-Askatasuna, pero no se atreven a dar el paso definitivo para romper la férrea disciplina, por temor a represalias. «Con coches bombas no nos saca de aquí ni Dios», llegó a comentar uno de estos presos a su compañera sentimental.
El derrotismo se extiende por las prisiones: «Con coches bomba no nos saca de aquí ni Dios», dice un etarra
Tradicionalmente, ETA ha basado su estrategia criminal en la «acumulación de fuerzas» para forzar al Gobierno de turno a una negociación y sentarse en la mesa desde una posición de fuerza máxima. Pero a la banda se le está torciendo su estrategia, la ruptura de la tregua le sigue pasando factura y, por mucho daño que haya causado, por mucho dolor que aún pueda provocar, el caso es que tras su más de cuatro décadas de terror lo que verdaderamente está consiguiendo es «acumular» presos, a los que ya no puede mantener económicamente como hace unos años.
Cifra récord
Un estudio elaborado por la Fundación Víctimas del Terrorismo (FVT), según datos obtenidos en círculos penitenciarios, desde la aprobación de la Constitución en 1978, un total de 3.082 especímenes han sido encarcelados en cumplimiento de las condenas impuestas por la Justicia por diferentes delitos como miembros o colaboradores de ETA.
Los 750 presos acumulados en la actualidad constituyen la cifra récord, que en no mucho tiempo podría quedar pulverizada, porque en la actual coyuntura el número de etarras que desfilan en dirección a la cárcel es notablemente superior al de aquellos otros que toman camino hacia la libertad.
Es más, los 750 internos actuales constituyen más del doble de los poco más de 300 presos que llegaron a registrarse en 1999, coincidiendo con la tregua anunciada por ETA tras la firma de Estella. Teniendo como referencia una banda que no cometía atentados, algunos magistrados decretaron libertad provisional para etarras que estaban a la espera de juicios terroristas.
En las listas ya no figuran «Txelis», Pikabea, Urrusolo y Guisasola, que se han atrevido a discrepar
Así las cosas, el último informe de «Etxerat», correspondiente al pasado mes de agosto distribido el 28 de septiembre, revela la preocupación existente en la «izquierda abertzale» por el elevado número de reclusos, pero también pone de manifiesto que el entorno de ETA dispone aún de recursos para controlar el «colectivo de presos políticos vascos», pese al desmantelamiento de las Gestoras pro Amnistías-Askatasuna. El citado informe de la organización que se ocupa de los presos alude a que a finales de agosto pasado había un total de 742 internos etarras. De ellos, 608 estaban dispersados en 55 cárceles, y otros 158 en Francia, distribuidos en 35 centros penitenciarios, a los que habría que sumar otro recluido en una prisión de Canadá.
Cifra en alza
Pero con el paso de los días aumenta el número de etarras puestos a buen recaudo, ya que una vez concluido el informe de «Etxerat», a mediados de septiembre ingresaban en prisión once de los cabecillas de las Gestoras pro Amnistía condenados, y más recientemente, eran arrestados en el centro de Francia los pistoleros Unai Fano y María Lizarraga. La cifra podría incrementarse si al final entran también en la cárcel los cuatro «borrokas» detenidos ayer en Navarra. Y ello pese a que el denominado «movimiento pro amnistía», siguiendo consignas de ETA, ha excluido de sus listas a reclusos como José Luis Álvarez Santacristina, «Txelis»; Pedro Pikabea Uralde, «Larun», ambos en el centro penitenciario de Logroño; así como José Luis Urrusolo Sistiaga, «Langile», y Carmen Gisasola Sorozábal, «Gorda», que cumplen condena en el de Córdoba. Los dos primeros decidieron desmarcarse de la banda criminal por considerar inútil en las actuales circunstancias la «lucha armada», y los otros dos les defendieron del linchamiento al que habían sido sometidos por el resto de reclusos etarras, en una reciente carta enviada al diario «Gara».
Son varias las razones que explican este incremento del número de etarras en las cárceles, en una coyuntura en la que precisamente la actividad terrorista de la banda es notablemente inferior. Por ejemplo, la aplicación de la «doctrina Parot» está prolongando la estancia en prisión de terroristas que, de haberse beneficiado por la más que generosa política de redenciones, estarían ya en libertad y habrían recibido en su pueblo el correspondiente «ongi etorri» (bienvenida). Los etarras juzgados tras la entrada en vigor del nuevo Código Penal también ven demorada su puesta en libertad. Además, ya no ingresan en prisión sólo los cabecillas y pistoleros de la «ETA de los comandos», sino que ahora corren la misma suerte los dirigentes y cargos de la «ETA política» que hasta no hace mucho campaban impune en España. Asimismo, aunque desde hace ya tiempo, engrosan el llamado «colectivo de presos políticos vascos» los terroristas callejeros, cuando en la década de los ochenta, incluso principios de los noventa, eran juzgados en los lugares donde actuaban, esto es, San Sebastián, Vitoria, Bilbao o Pamplona, ya que no se consideraba terrorismo a sus actos ni integrantes de banda armada a sus autores.
La incipiente revuelta que se detecta en las cárceles está sostenida por antiguos cabecillas, y de ahí su importancia, ya que otros presos han comenzado a apoyarles tímidamente aunque no se esperan pasos espectaculares ni a corto ni a medio plazo. Hay otro sector que, en privado, muestra a sus familiares su desmoralización, pero no se atreven a discrepar en alto por miedo a represalias -«ninguno somos «Yoyes»» podrían muy bien decir-. Hay otro sector que viene a decir a la dirección de ETA que lo deje o siga matando, pero si decide esta última opción, que lo cumpla y no se quede en el amago. A este último sector ha dedicado la banda los últimos tres coches bomba.