¿Y qué hago con mi deuda?
Por: Profesores IESE | 03 de junio de 2012
ANTONIO ARGANDOÑA, profesor de Economía y Ética en los Negocios.
¿Está usted preocupado con su deuda? No se preocupe: tiene usted cinco soluciones. Elija la que más le interese. Y, de paso, veremos cuál de ellas es la mejor para España.
1) Deje de pagar: Es la solución más socorrida. Tiene, eso sí, algunos inconvenientes: quedará usted fuera del acceso al crédito durante muchos años, le perseguirán sus acreedores, acabará en los tribunales, perderá su patrimonio, quizás incluso reciba la visita del cobrador del frac… Los griegos están a punto de hacerlo; ya les preguntaremos su experiencia.
2) Consiga que alguien se haga cargo de sus deudas. Quizás sus padres, o un primo rico. Nuestro país lo está intentando con Alemania, con los fondos europeos de estabilidad, con el Banco Central Europeo… El problema es que ellos no nos perdonarán la deuda: simplemente cambiaremos de acreedor. Poco dura la alegría en casa del pobre.
3) Que la deuda pierda valor, debido a la inflación. Ha sido el procedimiento más usado a lo largo de la historia. Problema: la deuda española es a tipo de interés variable, de modo que si sube la inflación, devolveremos la deuda en una moneda depreciada, pero el volumen de los intereses lo compensará. Y otro problema: el Banco Central Europeo, que es el que puede provocar esa inflación, no quiere hacerlo. Olvidémoslo.
4) Aumente sus ingresos. Para un país, esto significa crecer más aprisa. No reduce la deuda, pero facilita medios para pagarla. No me pregunte cómo conseguir crecer más aprisa con una economía fuertemente endeudada, bancos medio quebrados, la prima de riesgo por las nubes y la población desanimada, pero, ¿a que es una magnífica idea?
5) Sí, ya lo ha adivinado: apretarse el cinturón, reducir los gastos, aumentar los ingresos, vender todo lo que se pueda vender, para ir devolviendo las deudas a lo largo del tiempo, probablemente mucho tiempo.
España apuesta por la austeridad
La solución que España está intentando ahora es la quinta, la austeridad. Sí, ya sabemos que es muy duro y muy lento, pero… a lo hecho, pecho. Porque la deuda está ahí, y la firmamos nosotros. ¿Nos enredaron los bancos? De acuerdo, pero nosotros firmamos, ¿no? Algo de culpa tenemos… Pero como la culpa es compartida, si las cosas se ponen mal, podemos acabar al menos en parte de la primera: no negándonos a pagar, sino discutiendo con los acreedores si pueden reducir un poco la cantidad debida, alargar el plazo, reducir los tipos de interés…
Entre tanto, acudimos a nuestros primos de Europa. Ellos no quieren hacerse cargo de nuestras deudas, pero sí nos pueden ayudar a negociarlas, y a conseguir financiación mientras los mercados nos niegan el crédito. O sea, también la segunda solución funciona, y puede funcionar todavía más, si conseguimos ablandar el corazón de la familia.
Y queda la cuarta solución. ¿Podemos crecer? No confiemos mucho en la ayuda de Europa, que llegará, si llega, tarde y mal. Aquí la pelota está en nuestro tejado: el crecimiento depende, en gran medida, de nosotros. Y las reformas son la vía para hacerlo posible. De modo que ¡ya lo creo que tenemos soluciones para nuestra deuda! Pero, eso sí, no son fáciles ni indoloras.
1) Deje de pagar: Es la solución más socorrida. Tiene, eso sí, algunos inconvenientes: quedará usted fuera del acceso al crédito durante muchos años, le perseguirán sus acreedores, acabará en los tribunales, perderá su patrimonio, quizás incluso reciba la visita del cobrador del frac… Los griegos están a punto de hacerlo; ya les preguntaremos su experiencia.
2) Consiga que alguien se haga cargo de sus deudas. Quizás sus padres, o un primo rico. Nuestro país lo está intentando con Alemania, con los fondos europeos de estabilidad, con el Banco Central Europeo… El problema es que ellos no nos perdonarán la deuda: simplemente cambiaremos de acreedor. Poco dura la alegría en casa del pobre.
3) Que la deuda pierda valor, debido a la inflación. Ha sido el procedimiento más usado a lo largo de la historia. Problema: la deuda española es a tipo de interés variable, de modo que si sube la inflación, devolveremos la deuda en una moneda depreciada, pero el volumen de los intereses lo compensará. Y otro problema: el Banco Central Europeo, que es el que puede provocar esa inflación, no quiere hacerlo. Olvidémoslo.
4) Aumente sus ingresos. Para un país, esto significa crecer más aprisa. No reduce la deuda, pero facilita medios para pagarla. No me pregunte cómo conseguir crecer más aprisa con una economía fuertemente endeudada, bancos medio quebrados, la prima de riesgo por las nubes y la población desanimada, pero, ¿a que es una magnífica idea?
5) Sí, ya lo ha adivinado: apretarse el cinturón, reducir los gastos, aumentar los ingresos, vender todo lo que se pueda vender, para ir devolviendo las deudas a lo largo del tiempo, probablemente mucho tiempo.
España apuesta por la austeridad
La solución que España está intentando ahora es la quinta, la austeridad. Sí, ya sabemos que es muy duro y muy lento, pero… a lo hecho, pecho. Porque la deuda está ahí, y la firmamos nosotros. ¿Nos enredaron los bancos? De acuerdo, pero nosotros firmamos, ¿no? Algo de culpa tenemos… Pero como la culpa es compartida, si las cosas se ponen mal, podemos acabar al menos en parte de la primera: no negándonos a pagar, sino discutiendo con los acreedores si pueden reducir un poco la cantidad debida, alargar el plazo, reducir los tipos de interés…
Entre tanto, acudimos a nuestros primos de Europa. Ellos no quieren hacerse cargo de nuestras deudas, pero sí nos pueden ayudar a negociarlas, y a conseguir financiación mientras los mercados nos niegan el crédito. O sea, también la segunda solución funciona, y puede funcionar todavía más, si conseguimos ablandar el corazón de la familia.
Y queda la cuarta solución. ¿Podemos crecer? No confiemos mucho en la ayuda de Europa, que llegará, si llega, tarde y mal. Aquí la pelota está en nuestro tejado: el crecimiento depende, en gran medida, de nosotros. Y las reformas son la vía para hacerlo posible. De modo que ¡ya lo creo que tenemos soluciones para nuestra deuda! Pero, eso sí, no son fáciles ni indoloras.
© Antonio Argandoña. Profesor de Economía y Ética en los Negocios y titular de la Cátedra "La Caixa" de Responsabilidad Social Corporativa y Gobierno Corporativo en el IESE-Universidad de Navarra. Doctor en Economía por la Universidad de Barcelona. Conferenciante, autor de numerosos libros y artículos y es titular del 'Blog de Antonio Argandoña'.
No hay comentarios:
Publicar un comentario