11 de junio de 2012
Rajoy niega el rescate
EDITORIAL
El presidente del Gobierno se esforzó ayer por vender una versión optimista de lo sucedido en este fin de semana, asegurando que no es España el país rescatado, sino Europa la que salva el euro. También negó, en contra de lo que afirman sus socios del Eurogrupo, haber recibido presiones; antes al contrario, "el que he presionado he sido yo", aseguró en una altanera muestra de orgullo. El ejercicio presidencial iba dirigido a convencer a los electores de que Europa no tenía más alternativa que abrir la hucha para evitar la ruptura de la zona euro, argumento en el que no va descaminado. Pero de ahí a afirmar que se marchaba al partido de la selección española en la Eurocopa en Polonia, porque "lo de ayer" (por el sábado) había quedado "resuelto", media un abismo.
No quedaba otro remedio que aplacar a los mercados, sobre todo tras la alarma provocada por la atropellada nacionalización de Bankia. Rajoy omitió explicar que los fondos —una simple “línea de crédito” para los bancos, en la falaz y edulcorada versión presidencial— serán una carga más para el Estado, puesto que una de sus entidades, el FROB, se responsabiliza de ellos, por tanto de su devolución; y que incrementarán la deuda de España. Nada de esto contó Rajoy, quien sin embargo se cuidó de atribuir a las reformas estructurales emprendidas (laboral, financiera) el efecto taumatúrgico de haber evitado la intervención formal del Reino de España.
En contraste llamativo con cuanto había dicho antes, el jefe del Ejecutivo sugirió que había previsto pedir ayuda europea desde el primer momento. Incluso se remontó al discurso de investidura ante el Congreso, el 19 de diciembre pasado, pese a la evidencia de que entonces no lo mencionó de ninguna manera. También niega que haya ocurrido algo entre el viernes, cuando Soraya Sáenz de Santamaría aseguró que el Gobierno esperaría a las dos firmas encargadas de valorar las necesidades de la banca, y el sábado, en que Luis de Guindos pidió socorro al Eurogrupo. Su única explicación es que "estas cosas se hacen así". Fue una descarnada exhibición de realismo político, de cómo Rajoy está dispuesto a desmentirse a sí mismo y a rectificar cuantas veces sea necesario para hacer frente a la crisis. Solo así puede entenderse que el presidente considerara un triunfo para su Gobierno lo que no ha sido sino el peor fin de semana desde que alcanzó el poder.
Por lo demás, Rajoy no dejó pasar la ocasión de echarle la culpa al Gobierno precedente, por no haber inyectado dinero público en las entidades financieras, tres años atrás. El argumento de la herencia recibida tiene eco entre la ciudadanía, como lo demuestra el último Barómetro de Metroscopia, publicado ayer por EL PAÍS. El hecho de que la mitad de los ciudadanos atribuyan la responsabilidad principal a los Gobiernos de Rodríguez Zapatero sigue siendo el mejor soporte para el PP, al impedirle un mayor desgaste en el momento en que Rajoy toma decisiones muy duras, y la peor losa para el PSOE, que le impide capitalizar el deterioro del Ejecutivo.
Nunca le ha gustado a Rajoy verse empujado al centro del escenario. Al hacerlo ayer, trató de borrar la desastrosa impresión causada por su ausencia en el histórico día precedente, y lo hizo ofreciendo una versión tan dulce que algunos líderes de la oposición —Alfredo Pérez Rubalcaba, Iñigo Urkullu— hubieron de puntualizar que no nos ha tocado la lotería. Lo que importa ahora es el acierto del plan de ayuda, que hace de España el cuarto país de la eurozona en recibir asistencia exterior, después de Grecia, Irlanda y Portugal, tres países con un peso económico mucho menor. Lejos de estar todo resuelto, en realidad queda todo por hacer.
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