16 de junio de 2012
Con la elección de José B. Terceiro la RAE apuesta por la reconciliación entre la lengua, la economía y la tecnología
OPINIÓN
Lengua española, economía y tecnologías de la información empiezan a reconciliarse, tras una ininteligible senda de desencuentros. La Real Academia Española acaba de apostar por ello, al elegir a José B. Terceiro para la silla "f" que ocupaba Luis Ángel Rojo, maestro de economistas y de quien el nuevo académico fue destacado alumno. Las tres nacieron como tecnologías potenciadoras de la relación y, por tanto, de la convergencia y el conocimiento. El profesor Terceiro ha cultivado esa trilogía al tiempo y destacadamente. Le he seguido como periodista, profesor de economía y analista de la revolución digital.
No era por mera casualidad que el primer estructuralismo de principios del pasado siglo arraigara tanto en lingüistas como en economistas. Ambos oficios son en esencia relacionales; la estructura bien entendida se define por la relación entre las partes y el todo a explicar del sistema analizado. El carácter de la lengua como medio relacional (sistema de comunicación, dice la RAE) ha sido siempre tan evidente que recibió su nombre por analogía con el órgano corporal que la producía físicamente; lo seguirá siendo mientras el mundo digital no reemplace al analógico. Estaba más oculto en qué mediaba la economía-actividad. Pero su emergente ciencia no tardó en justificarla como ejercicio racional, de relación entre recursos y preferencias, modo cursi de decir entre medios y fines. Al final llegó el estructuralismo económico, algo más tarde que el lingüístico, para explicar la realidad a partir de las múltiples interrelaciones y sus efectos más permanentes.
El profesor, y hoy académico, no sólo ofició en los tres frentes: los sintonizó como teórico estructural. Ya en la década de los sesenta, escribió el primer diccionario español de Economía (Diccionario de Economía. Teoría y aplicación a España, publicado hace 42 años y que tuvo cinco ediciones). También publicó un libro de estructuralismo económico (Estructura Económica. Teoría General y Técnicas básicas).
Por entonces, lengua, economía y tecnología (lenguaje propio de una ciencia o arte) habían multiplicado las interrelaciones, hasta niveles nunca vistos antes. Ese universo humano de relaciones materiales donde ya la identidad estaba más en el contexto que en el texto pronto empezaría a percibir que había cambiado de nuevo, ahora gracias a la información etérea, cuyo medio básico es la lengua. La crisis de los setenta, como sucederá con la actual, encontró así acicate para sustituir a mayor velocidad una economía de la materia movida por la energía con otra economía inmaterial (muchos, y hasta algunos sabios, aún la llaman de servicios), donde el factor clave es la información y su motor el conocimiento. Desde entonces hablamos de tecnología a toda hora. Varias décadas antes, el economista norteamericano Robert Solow, a quien hace 30 años entrevisté para EL PAÍS, había incluido en su función de producción la tecnología como un residuo procedente de la relación entre capital y trabajo. Y algunos por fin advertimos que decenios atrás el filósofo y matemático inglés Ludwig Wittgenstein realizó mayor proeza si cabe: definir el conocimiento en función de la información y de las reglas, cuya materia prima son precisamente las relaciones. (C=I+R).
Esa revolución informativa, al principio generada por la precipitación de las interacciones sociales y por medios análogos a la naturaleza, devendría en revolución digital al empezar los años noventa. Él profesor Terceiro, puntual exquisito, estaba ya allí otra vez. Desde una preocupación económica, se distinguió por estudiar, antes que otros, los impactos sociales y culturales del fenómeno digital. Así completaría las reflexiones volcadas en sus libros con una labor divulgativa de los efectos de secuencias inmateriales de ceros y unos que convulsionarían el mundo.
Tras el libro en que acuña el concepto de sociedad digital (obra finalista del Premio Nacional de Literatura, en 1997), el ahora académico prosiguió sus investigaciones, centradas en el impacto en los medios impresos y las peculiaridades del digitalismo como una nueva forma de cultura. En esos sus libros, de hace dos y una década, el lector sagaz encontrará, por ejemplo, explicaciones ex-ante de las dinámicas y secuencias de los procesos de convergencia, así como las causas micro y macro de las recientes revoluciones árabes o del vigente proceso de sustitución del dinero efectivo por el digital, que convulsionará a unseñoreaje también necesitado de redefinición en el diccionario de la RAE.
Como sabrán los académicos que le han votado, en la agenda intelectual de Terceiro destacan la naturaleza del homo digitalis, la brecha digital y el futuro del texto impreso en el universo multimedia, jalonados por decenas de artículos y conferencias que la acreditan. Es relevante que esos frentes ocupen a un científico que, tras desempeñar con éxito una decena de cargos públicos y empresariales, fue condecorado entre los "héroes de la Transición" el 30 aniversario del 23-F, por convocar la Comisión de Subsecretarios que mantuvo encendida la vela de legitimidad durante el secuestro del Parlamento y del Gobierno.
En suma, a las puertas del tercer centenario de la RAE, el 2013, José B. Terceiro tendrá mucho que decir para proyectar mejor el español en el escenario global, donde ya lo usa más del 7% de una población que posee el 10% de la renta mundial, antes de que una generación demográfica convierta a los EE UU en la primera potencia mayoritariamente hispanohablante de la globalización digital.
Gustavo Matías es profesor titular de Estructura Económica en la Universidad Autónoma de Madrid.
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