16 de noviembre de 2011
Socialistas: ¿crisis u oportunidad?
Los secretarios generales de varios partidos socialistas del mundo se reunieron el pasado octubre en un hotel de Madrid, convocados por la Fundación Ideas (laboratorio ideológico del PSOE), para abordar su futuro en la III Conferencia de Progreso Global. Cuando tomó la palabra, el húngaro Attila Mesterházy dijo: "Hace diez años, esta conversación habría sido una fiesta de las fuerzas progresistas. Estaba Tony Blair en el Gobierno británico, estaba Gerhard Schröder en Alemania... Ahora el péndulo ha girado en Europa hacia los partidos conservadores. ¿Por qué?".
¿Por qué en medio de la peor crisis económica de las últimas décadas en Occidente la socialdemocracia mengua? ¿Es coyuntural o es que su discurso de defensa de los trabajadores frente a los poderes económicos dejó de aplicarse allí donde llegaron al Gobierno? ¿Hubo margen, hay margen aún para rebelarse contra "los mercados", o ni lo hay ni se le espera? ¿Esta crisis es el final del pensamiento socialdemócrata o una oportunidad para recuperar los principios que se dejaron atrás, si es que eso es lo que ocurrió?
El Gobierno socialista griego ha caído bajo el yugo de los bancos; el español, tras asumir postulados liberales en el último año —según sus críticos, según algunos socialistas también—, se enfrenta a unas elecciones clave con todas las encuestas en contra. Siguiendo la pregunta de Mesterházy, buscando una explicación al presente y también las hojas de ruta para el futuro, EL PAÍS ha hablado con responsables de distintos viveros ideológicos de la socialdemocracia. Estas son sus impresiones.
Hay dos formas de verlo: o la crisis ha arramblado con todo, y ahí se incluye el socialismo europeo —pero, cuando la crisis pase, eso volverá a su ser— o todo esto viene de atrás. Jesús Caldera, exministro del Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero y hoy vicepresidente ejecutivo de la Fundación Ideas (que preside el propio Zapatero) se apunta a la primera tesis. "Lo que hay es un movimiento telúrico impulsado por la crisis. No tiene que ver con la ideología, sino con el calendario. Es sencillo: al partido que está en el Gobierno se le hace responsable", afirma.
Por eso él augura que "en muy poco tiempo" habrá en Francia, Alemania e Italia Gobiernos socialdemócratas, y todo se verá de otra manera. Caldera se enroca: no es un problema de los socialistas. "La socialdemocracia no está en crisis. No discuto que una minoría del electorado piense que se han dejado atrás unos principios, pero no es el problema de fondo. El problema es la crisis".
No lo ve igual Alfonso Guerra, exvicepresidente del Gobierno con Felipe González, hoy diputado y presidente de la Fundación Pablo Iglesias. Sin quitar importancia a la crisis, él sostiene que las renuncias empezaron bastante antes: cuando en los años setenta se impuso el discurso neoliberal y "algunos socialdemócratas empezaron también a cambiar, colocándose más cerca de los administradores del capitalismo que de los del socialismo". "El discurso socialdemócrata se ha ido adaptando, a mi juicio excesivamente, a los nuevos mecanismos ideológicos de la Universidad de Georgetown. Algunos dirigentes han arriado las banderas de los principios, con lo cual el electorado distingue mal entre izquierda y derecha", dice, aunque no precisa con qué dirigentes, en España por ejemplo, empezó a pasar eso.
Y llega la crisis, y Gobiernos como el español, que habían enarbolado con fuerza la bandera socialdemócrata, toman de pronto ciertas decisiones —ajustes sin previo aviso, control del gasto público como principio sagrado, ayuda a los bancos, resistencia a subir impuestos a los más ricos— que desconciertan a su electorado. ¿Había margen para actuar de otra forma, para responder a "los mercados" con medidas diferentes? ¿Y había voluntad?
"Un país solo no tiene margen. Nosotros no lo tenemos, a la vista está, ¿no? Nos han machacado los mercados", se lamenta Caldera, aunque más tarde subraya que no quiere decir que los poderes financieros hayan dictado la política al Gobierno de Zapatero——"¡eso es un mito!"—, sino que "si no hay recursos, no se puede gastar". "Nosotros al principio de la crisis invertimos muchísimo en políticas de estímulo, hicimos lo que pudimos; pero tienes una limitada capacidad de movimientos. Tú eres parte de un espacio mucho más amplio, y si otros solo quieren austeridad...", justifica.
"Siempre hay un margen. Hay quien lo sabe o lo quiere aprovechar, y quien no", zanja Guerra, diputado del PSOE en esta legislatura (y todas las anteriores). "A la socialdemocracia le ha faltado coraje político", abunda José Félix Tezanos, catedrático de Sociología y director de laFundación Sistema. "Es verdad que es más fácil ver los toros desde la barrera, y que ha habido terribles presiones externas, pero la gente percibe que la socialdemocracia está arrugada. El ciudadano tiene la sensación de que aquí a quien se está defendiendo es a los bancos franceses y alemanes, que son los que tenían la deuda griega".
"Nada de lo que está pasando hubiera sido igual con una mayoría de Gobiernos socialdemócratas", tercia la directora del Laboratorio de la Fundación Alternativas, la politóloga Belén Barreiro, que fue directora del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) con el Ejecutivo de Zapatero. "En este momento, el margen de los Gobiernos es mucho menor; el poder ciudadano ha perdido espacio frente a los poderes no representativos: bancos centrales, mercados... Hay menos margen, sin duda, menos autonomía. Por eso el reto de la socialdemocracia en este momento es aumentar la autonomía de la política frente a esas instituciones", dice Barreiro.
Según ella, la situación es igual "en todas las democracias, con partidos conservadores o de izquierdas". "La diferencia es que el programa de la derecha no es de cambio social y por tanto no se ve tan dañado; la izquierda, cuando llega al Gobierno, tiene menos margen para aplicar su programa".
¿Y entonces lo cambia?
"No hay una crisis de ideas en la izquierda. La socialdemocracia tiene las recetas y tiene también a una mayoría de ciudadanos que cree en ellas, como apuntan todos los eurobarómetros. Lo que hay en este momento es un problema de desafección, y muy serio", señala Barreiro. "Una decepción de la base social, que percibe que debió hacerse un reparto más justo de los costes de la crisis. La desigualdad ha crecido, los ricos no se han visto perjudicados. Pero, aun así, sigue habiendo nítidas diferencias entre la derecha y la izquierda, aquí y en todos los países".
Caldera insiste en esa idea, con más ahínco: el PSOE no ha traicionado sus principios, "en absoluto". No fue, por ejemplo, una renuncia pactar la reforma constitucional con el PP para consagrar la estabilidad presupuestaria, porque "eso no es conservador en sí mismo". Tampoco fue un cambio de rumbo la rebaja fiscal de 2006, según Caldera, porque entonces no había crisis —Barreiro sí considera que fue equivocado sugerir que bajar impuestos es de izquierdas.
"Puede haber habido errores, aunque yo no los voy a señalar", concluye el exministro. "Pero los valores se han mantenido, y son hoy más necesarios que nunca". Aun así, Caldera cree que la apuesta por la austeridad y el ajuste que se ha adueñado de los Gobiernos debe dejar paso a otra fase: una vuelta parcial al keynesianismo —inversión pública para reactivar la economía—; algo que defienden todos los consultados para este reportaje.
"El camino que se está tomando en esta crisis es insensato. Cuando se escriba la historia de este periodo, no se entenderá. Lo que se necesita es otro New Deal. Por la vía del ajuste que vamos, la economía no se recupera. No es que haya que volver a las esencias del socialismo, es que hay que volver al sentido común", afirma Tezanos. Lo que "no tiene sentido", protesta, es "un partido socialdemócrata defendiendo políticas liberales". ¿Se ha perdido entonces el discurso ideológico? "El discurso, el norte y el rumbo".
Alfonso Guerra alerta de una probable "revuelta social" si se siguen "retorciendo los derechos de los más débiles". "Este es el gran momento para el discurso socialdemócrata. Pero claro, hay que hacerlo", apunta. Guerra no quiere señalar responsables de esa caída de brazos en el discurso. Ni entra a valorar momentos como el de la reforma constitucional exprés que impulsó su partido —"eso son cosas pequeñas"—. Admite, eso sí, que aquel momento de desconcierto, y el más reciente de la convocatoria fallida del referéndum en Grecia —que ha provocado una presión brutal sobre el Gobierno griego, hasta el punto de hacerle abandonar tan osada iniciativa— pueden generar en parte de la ciudadanía la sensación de que no hay poder democrático que se rebele al dicktat de los mercados.
También lo señala Tezanos: "Empieza a haber sufrimiento social, y un gran descontento por la acción de los Gobiernos. Crece la extrema izquierda, y eso puede alimentar a su vez reacciones más de derechas. Si se va hacia la polarización, esa es la senda de los populismos y las confrontaciones", alerta.
"La relación entre políticos y ciudadanos se ha roto. Recomponerla es el principal desafío de la izquierda progresista. ¿Por qué los jóvenes no votan a la izquierda?", planteó en la conferencia de octubre Antonio José Seguro, secretario general de los socialistas de Portugal. Pier Luigi Bersani, cabeza del Partido Democrático italiano, añadió otro reto: "La democracia global. Controlar los factores de la globalización, porque las finanzas están sin control". Y el expresidente brasileño Luiz Inácio Lula da Silva sentenció: "El político no puede decidir pensando en las próximas elecciones. Tiene que pensar en las próximas generaciones".
Recetas para el medio y el largo plazo, trufadas, en todas las intervenciones, de una más para el corto: la necesidad, la urgencia de unir fuerzas. "Somos un equipo. Y ahora se necesita un equipo", resumió Bersani. "El comunismo llegó y se fue. Los ultraliberales de Friedman llegaron y se fueron. Nosotros seguimos aquí. Pero el margen es cada vez más estrecho. Necesitamos centrarnos en los valores, renovarnos y aunar fuerzas", insistió Raymond Johansen, secretario general del Partido Laborista de Noruega, con una mezcla de optimismo y preocupación.
Belén Barreiro defiende la tesis de que, aunque "el 20-N el PP ganará por mayoría absoluta", podría darse la situación, por primera vez en España, de que el partido ganador sea derrotado a los cuatro años. "La crisis está barriendo Gobiernos, de izquierdas y de derechas. Europa girará a la izquierda en los próximos años", augura. "Hasta el FMI está diciendo ya que hay que cambiar el rumbo e ir a políticas expansivas, más cercanas al keynesianismo. El PSOE, en la oposición, tendrá más libertad para reforzar el discurso de izquierdas, y podría recuperar la mayoría social para 2015". Claro que "la credibilidad se la tendrá que volver a ganar".
En ese mismo horizonte confiaba en octubre el socialista húngaro Mesterházy. Y seguía haciéndose preguntas: "Necesitamos que el péndulo vuelva a nosotros. Los socialistas de Hungría nos preguntamos: ¿Por qué perdimos el Gobierno? ¿Nuestra política no fue suficientemente progresista o fue demasiado progresista? Tenemos que responder a eso. Porque el péndulo podría volver".
Lula da Silva, expresidente de Brasil, considera que “la crisis económica no la resolverá la economía”. “Es el momento de la política”, sostiene.
Alfonso Guerra afirma que "algunos dirigentes socialdemócratas", sin precisar nombres, "han arriado las banderas de los principios".
Pier Luigi Bersani, secretario del Partido Democrático de Italia, defiende que “se puede vencer a la derecha: no infravalorándola ni entrando en su terreno”.
Jesús Caldera, responsable del vivero de ideas del PSOE, argumenta: “Lo que la política ha estropeado, la política lo debe arreglar. Hay que regular el mercado”.
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