11 de noviembre de 2011
Guiños a un 15-M que en realidad inquieta
el pais - PILAR ÁLVAREZ Madrid 10 NOV 2011 - 20:23 CET23
El término es elocuente: #tururú. Así, con la almohadilla que lo convierte en etiqueta de redes sociales. Circula por Twitter como respuesta espontánea a una prohibición en campaña electoral. El Ayuntamiento de Madrid incluyó Sol entre los lugares en los que no se podrán hacer manifestaciones hasta las elecciones. La Junta Electoral y la Delegación del Gobierno deben velar por que se cumpla. Los indignados dijeron que no. Y el 4 de noviembre, a 24 horas del arranque de campaña, varios cientos de personas se reunieron en el kilómetro 0 para reivindicar que son y hacen política.
De pie bajo la lluvia, los asistentes querían “filosofar” y “debatir” para escuchar ideas sobre su futuro y sobre las elecciones. No para pedir el voto, advierte la moderadora, solo para mostrar opciones. Hablan por turnos, micro en mano. “El problema es que tenemos mucha prisa. Hay gente que exige a este movimiento que dé soluciones ya y eso no es real”, reflexiona un participante. Otros levantan las manos en alto como aprobación.
El Movimiento 15-M no es la panacea ni un revulsivo instantáneo. Su efecto es más bien el de una lluvia fina, que cala despacio. Su indignación ha conseguido, con seis meses de vida, hacer entender que el público no es tonto, que no todo vale. Políticos: somos vuestros jefes y os estamos haciendo un ERE, reza uno de los lemas de las pancartas.
Quienes tomaron las plazas al filo de las elecciones regionales gozan de la simpatía general. El 73% de los ciudadanos considera que sus miembros tiene razón, según una encuesta de Metroscopia de finales de octubre. Pero la conciencia política de debates callejeros y asambleas al raso ha entrado más en los discursos y guiños de los dirigentes que en los contenidos de sus propuestas. Políticos y sindicatos aplauden públicamente el fenómeno y prometen aprender de él. Dos definiciones de los grandes partidos: “Es un movimiento cívico extraordinario”, dice el PSOE. “Nos han dado un toque de atención porque no estábamos resolviendo sus problemas”, señalan desde el PP.
“No se le puede pedir resultados rápidos, esto durará y su efecto se verá mejor en las próximas elecciones”, asegura Arcadi Olivares, economista y activista. “Es un trabajo a largo plazo, resulta difícil cambiar las cosas en dos días, pero el movimiento no se va a diluir”, añade Claudia Álvarez, del equipo de comunicación del 15-M en Barcelona.
Pronto para el fondo pero a tiempo para la forma. Las maneras de los indignados sí se han contagiado: manos en alto en señal de aprobación, asambleas largas y participadas, sentimiento contestatario... En la Comunidad de Madrid, por ejemplo, la protesta por los recortes educativos se ha teñido de su espíritu. A los sindicatos les ha nacido un Pepito Grillo: la Red Verde. Son profesores, conectados por correo electrónico, que convocan reuniones alternativas en los salones de actos de los institutos. Centrales mayoritarias y minoritarias acuden como invitados, no como anfitriones. En estos encuentros, que se extienden largas horas, aprobaron un calendario alternativo de huelgas. “El movimiento de los indignados lo altera todo, muchos de los profesores interesados por la política participamos en el 15-M y eso se traslada”, explica Chomi Cuchillos, profesor de Biología, de 60 años y miembro de Red Verde.
Los docentes crearon la organización alternativa tras una asamblea convocada por Comisiones Obreras en octubre. Querían votar y no hubo votación. “Aquello terminó como El Rosario de la Aurora”, recuerda el docente. La red paralela intentó imponer un segundo calendario de protestas durante la campaña sin que hasta ahora lo haya conseguido. “Influir en las actuaciones de los sindicatos sería un gran éxito”, admite Cuchillos.
“La gente se moviliza al margen de las estructuras sindicales porque se siente traicionada, no defienden sus intereses”, valora Claudia Álvarez, del 15-M. Representan al proletariado, pero han dejado fuera a otro amplio grupo, acuñado bajo un nuevo término: el precariado. Otro grito de guerra en las pancartas: Manos arriba, esto es un contrato.
“Determinadas formas de lucha no han sido las más adecuadas. Nos ha ocurrido con los desempleados, con perfiles profesionales no tan definidos y con otras realidades a las que no llegamos”. El portavoz de CC OO, Fernando Lezcano, hace autocrítica. “Son como un espejo que te ponen delante y te muestra las imperfecciones”. Pero ni Lezcano ni José Javier Cubillo, portavoz de UGT, se sienten muy señalados por las críticas. “Es una protesta heterogénea, dentro está mi hija y gente de la CGT, que compite por nuestro espacio”, dice Lezcano. “Nos pone en duda una minoría insignificante. En casi todas las provincias, sindicatos e indignados convocamos de la mano”, añade Cubillo.
Los portavoces de los dos sindicatos más representativos admiten aire fresco pero pocos cambios en el funcionamiento. “Cuando nos sentamos con patronales o Administraciones tenemos que acreditar nuestra representatividad, no podemos decirles que hemos tenido una asamblea”, añade el portavoz ugetista. “Las estrategias y formas organizativas de un sindicato como el nuestro no se modifica en semanas ni en meses”, dice el de Comisiones.
“Nos han ayudado a ver que hay que actuar con más rapidez. Las instituciones somos lamentablemente muy lentas pero estos movimientos empujan y nos hacen reflexionar”, asegura Jesús Caldera, exministro socialista y presidente de la Fundación Ideas. El PSOE ha incluido algunas de sus peticiones en el programa. Algunas con retraso, como la ley de transparencia, recogida también por el PP, que los socialistas ultimaron pero no aprobaron para esta legislatura. “No se ha podido tramitar, la crisis se ha llevado todo por delante", se disculpa Caldera. También incluyen la dación en pago (que supone que la entrega del bien hipotecado baste para saldar la deuda) para quienes compren una casa a partir de ahora, pero los indignados han centrado sus protestas en quienes adquirieron su piso durante el boom inmobiliario y ahora no pueden pagarlo. “Es cierto que debemos hacer más, pero no hay ni un solo miembro del PSOE que haya insultado a este movimiento”, concluye Caldera.
El expresidente popular José María Aznar calificó al 15-M en octubre de “extrema izquierda marginal”. El secretario nacional de Comunicación de ese partido, Carlos Floriano, elude valorar la definición del antiguo líder: “No voy a rebatir a ningún compañero”. Floriano cree que el inicio del 15-M “fue una llamada de atención a todos los partidos” aunque su evolución, opina, apela más a las formaciones de izquierdas que a la suya.
“No nos han influido, nosotros ya defendíamos sus reivindicaciones en 2007”, se desmarca algo Carlos Martínez Gorriarán, número dos deUPyD en Madrid, que diferencia entre las “utopías” del movimiento social “como intentar implantar asambleas que busquen la unanimidad” y el trabajo de los políticos.
“Han supuesto un verdadero terremoto, a nosotros nos han mutado”, explica Ramón Luque, responsable de política electoral de IU. Su partido lleva años peleando por la dación en pago o un cambio en la ley electoral que la haga más representativa. “Sus peticiones no nos son ajenas, algunos ya llevábamos indignados bastante tiempo”, prosigue Luque. Miembros del grupo de indignados han saltado a sus listas.Alberto Garzón, economista de 26 años, pasa de militante de base a candidato por Málaga al Congreso. “Estábamos demasiado institucionalizados. El 15-M ha acelerado nuestra restructuración porque habíamos tocado fondo a nivel institucional”. Garzón, con más de 9.600 seguidores en Twitter, agita el debate desde las redes sociales: “Esta noche tendrá lugar La Gran Farsa. La moneda se desdoblará y sus dos caras fingirán un desacuerdo. Los aplausos los patrocina la banca”, escribía el lunes pasado horas antes del debate electoral entre Alfredo Pérez Rubalcaba y Mariano Rajoy.
“La fuerza del fenómeno no está en las asambleas sino en las redes”, señala Juan Luis Sánchez, experto en redes sociales que ha cubierto las protestas desde el principio para Periodismo Humano. Tres días después de su nacimiento, algunas de las etiquetas que emplearon para lanzar sus mensajes — #nonosvasmos, #acampadasol (en referencia a la concentración de Madrid) o #spanishrevolution— estaban a la cabeza de los temas del momento de Twitter a escala mundial.
“La política está aprendiendo que hay un nuevo ecosistema, pero las instituciones tienen difícil entrar porque un afiliado o un candidato nunca podrán medirse de igual a igual con un individuo que habla libremente”, según el experto.
Equo no tiene derecho a espacios electorales en TVE. Pero ha difundido sus vídeos en internet. Es el partido que más gente congrega enFacebook, con más de 53.000 seguidores. Han creado una etiqueta de éxito para esta campaña: #reiniciaeldebate. “El diagnóstico que nos llevó a fundar un partido es similar al del 15-M: a desafección de la ciudadanía a la clase política, que parece instalada en otro estamento”, explica su candidato, Juan López de Uralde.
Nuestros sueños no caben en vuestras urnas, reflexiona otro de los lemas. “Influir en el 20-N no es nuestro objetivo. Eso nos da igual porque reclamaremos a quien gobierne que ejecute las peticiones de los ciudadanos”, avisa Claudia Álvarez. Cuando se levantó la acampada de Sol, un cartel colgado de la estatua ecuestre de Carlos III lanzaba el mismo aviso: Nos vamos pero sabemos el camino de vuelta.
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