ABC
Adiós a la edad de la inocencia
Los nuevos modelos de familia y carencias en educación han revolucionado la infancia, limitándola en el tiempo y robando su ingenuidad
SARA CAMPELO / MADRID
Día 05/07/2010
EFE
Entre la inmadurez de la infancia y la rebeldía de la adolescencia, la franja intermedia de los 6 a 14 años se presenta, tradicionalmente, como un periodo razonablemente exento de conflictos. Pero un informe publicado por la Universidad de Valencia evidencia que la vida en ese target no es tan plácida como suponemos.
Pionero en su anásisis, el estudio «Infancia y familias. Valores y estilo de educación» , elaborado por el Instituto de Creataividad e Innovaciones Educativas, revela cierta dejación del deber educativo en algunos casos, sensación de impotencia o rendición de los educadores en otros y pone de manifiesto el impacto del consumo que altera las normas internas de la familia. El informe concluye que al menos alrededor del 10% de las familias desarrollan unas conductas claramente inadecuadas para la educación de sus hijos.
El resultado de estas actitudes es una revolución de la infancia, un tramo de edad cada vez más limitado en el tiempo en el que la familia y la escuela han dejado de ser los únicos actores influyentes. «La calle ha expulsado a los niños, así que éstos se refugian en internet, la televisión y los móviles, lo que les lleva a apropiarse de modelos de comportamiento adulto: cada vez se es niño menos tiempo. Así, problemas asociados a la tardía adolescencia como el consumo de alcohol y tabaco o las conductas reivindicativas con sus mayores se presentan cada vez a más temprana edad», denuncia la catedrática de Teoría de la Educación de la Universidad de Valencia Petra María Pérez Alonso-Geta, directora del estudio. Si tradicionalmente el pequeño abandonaba el juego al llegar a la pubertad, «actualmente lo hacen antes de los diez años».
En los hogares monoparentales, el progenitor es más vulnerable a la hora de enfrentarse a los conflictos y se siente porcentualmente «más incapaz de educar a sus hijos como le gustaría», algo que también se refleja en las familias reconstituidas, cuyos vástagos son los que reciben más recompensas materiales «pero los más conflictivos, realmente, las familias de segundo intento no son el contexto de socialización más adecuado para los menores», destaca la profesora Pérez, quien concluye que algo similar pasa con todos los modelos familiares distintos del convencional.
«Es lo que sale en las estadísticas, lo que nos han contado los padres y no es más que un reflejo de la realidad. En las familias nucleares (convencionales), se percibe muchísimo menos la sensación de incompetencia y fracaso frente a la educación de los hijos». Según los resultados estadísticos del estudio, en las familias convencionales se reducen los casos de agresividad con otros niños en la escuela así como los problemas de alimentación y los errores en la nutrición.
Tiempo para los hijos
La «autoestima familiar» varía según el tipo de estructura. Así, los hogares convencionales son los que están significativamente más «satisfechos de su familia» (97%). Igualmente, la opción «estamos tan ocupados qe no tenemos tiempo para los niños» tiene una presencia significativamente mayor en los hogares reconstituidos y monoparentales que en los nucleares. Cabe destacar que en las familias con un solo progenitor adquiere mucha importancia la opción «no soy muy estricto con los hijos, es mejor que aprendan de la vida». En cambio, en los matrimonios de segundo intento es más notoria la opción «siempre estoy dispuesto a escucharles».